Capítulo 11

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Ala de Perdiz, echada en el suelo, observó como Tinta derribaba a Zarpa de Roca y la inmovilizaba contra la arena.

- ¡Bien hecho, Tinta! - la felicitó cuando la aprendiza dejó que su hermana se levantara.

- Gracias - farfulló la gata, mirando al suelo y encogiéndose.

Zarpa de Roca se sacudió el polvo de encima y le dio un lametón reconfortante en la mejilla.

- Serás una gran guerrera, Tinta - aseguró alentadora.

Ala de Perdiz no pudo evitar sentirse enternecida. Comprendía la reacción de la atigrada. Era imposible enfadarse con Tinta, y mucho menos cuando se mostraba tan humilde.

- Debes esforzarte más, Zarpa de Roca - intervino Espino, adusto.

- Lo lamento, Espino - la aprendiza dejó caer las orejas.

- Ahora podemos probar otra técnica de... - Ala de Perdiz se levantó, pero alguien la interrumpió.

- ¡Espino, Espino! - Zarpa de Estepa irrumpió en la Hondonada Arenosa, derrapando -. ¡Estrella de Buitre quiere verte! - informó con urgencia.

El lugarteniente asintió, corriendo al campamento, con las gatas pisándole los talones. Entraron a trompicones en el claro. Ala de Perdiz se estrelló contra su aprendiza cuando ella se detuvo en seco.  Miró por encima del lomo de la gata negra. Todo el clan estaba congregado en el centro del claro. Los murmullos y maullidos parecían más fuertes en un punto cerca de la maternidad.

- ¿Qué ocurre? - mentora y aprendiza se acercaron a Ramas Caídas y a Zarpa de Fresa, que, junto con Pinaza, Hoja de Arce y Leopardo parecían los únicos no exaltados.

- Hemos encontrado una aprendiza del Clan del Viento en nuestro territorio - explicó Zarpa de Fresa.

- ¿Ah sí? - Ala de Perdiz se abrió paso hasta la maternidad.

La aprendiza, que parecía más bola de pelo que gato, estaba echada al suelo, vigilada de cerca por Soplón. La gata gris miraba alrededor con altanería en sus ojos verde.

- ¡Te tenemos, prisionera! - maulló Pequeño Guijarro.

- ¡Pequeño Guijarro, ven aquí! - su padre lo tomó del pescuezo y lo dejó junto a su madre. Él se revolvió, protestando, pero Tina lo rodeó con la cola, mientras que Llovizna ronroneaba de risa.

- ¿Cómo te llamas? - le preguntó Ala de Perdiz.

- Pelusa - respondió escuetamente.

- Pelusa - la guerrera la estudió de arriba abajo -. Muy acertado. Me gusta.

- ¿Sí? - su actitud orgullosa aflojó un poco.

- ¡Sí! - Ala de Perdiz agitó la cola -. Me encanta tu pelaje. ¡Es tan ligero! Pareces un diente de león - sus ojos amarillos brillaron cálidamente.

Pelusa no supo como responder. Parpadeó varias veces antes de apartar la mirada, azorada.

- Gracias - murmulló.

- Yo soy Ala de Perdiz - se presentó, sentándose -. Esta es mi aprendiza, Tinta - señaló la mencionada con la cola, que movió las orejas como saludo, sin levantar la vista del suelo -. Es algo tímida, pero seguro que os lleváis bien - le susurró -. Ah, y este es Ramas Caídas - le hizo un gesto al gato, que se aproximó, inseguro -. Es mi pareja - no pudo evitar que algo eufórico explotase en su interior al decir esas palabras.

- Hola - maulló él, entrelazando la cola con la de ella, y el corazón Ala de Perdiz se saltó un látido. Se pegó más a él, fundiéndose en su pelaje -. Zarpa de Fresa es mi aprendiza.

- Ey - Zarpa de Fresa estaba muy pegada a Tinta, conversando con ella.

Hoja de Arce y Parcheada se acercaron a su hermana.

- Yo soy Hoja de Arce - dijo la atigrada -. Esta es Parcheada. Somos su hermanas - le dio un golpecito en la nariz con su hocico -. A Leopardo, mi aprendiz ya lo conoces.

Leopardo, tímido, miró a Pelusa arrobado. Ala de Perdiz ladeó la cabeza, extrañada. Leopardo nunca era tímido. Tomó una nota mental de estudiarlo con más atención.

- Y mi hijo - intervino Parcheada -. Igual que Zarpa de Fresa, Tinta y Zarpa de Roca, qué es esa de allí - Zarpa de Roca estaba delante de la guarida de los aprendices, compartiendo lenguas con Zarpa de Estepa, ajenas al revuelo del claro.

Pelusa estudió a la familia que tenía delante, algo intimidada. Ala de Perdiz sintió una oleada de orgullo subiendo por su espina dorsal, erizando su largo pelaje marrón. Estaban juntos, unidos, se apoyaban los unos a los otros de forma incondicional. Ese era el vículo más fuerte de todos, el de la familia, un vínculo díficil de ignorar, pero que si lo hacías estabas perdido.

- B-bueno, encantada de conoceros - dijo Pelusa.

- El placer es n... - Ala de Perdiz se vio interrumpida cuando Estrella de Buitre se abrió paso.

- Ala de Perdiz, ¿cuántas veces tengo que decirte que no te encariñes de los intrusos? - la reprendió el líder con fastidio.

La guerrera no pudo evitar sentir la vergüenza hormigueando en sus mejillas. Agitó los bigotes.

- ¡Es que es adorable! - se justificó.

Estrella de Buitre puso los ojos en blanco, divertido.

- Voy a hablar con ella antes de que le presentes todo el clan - el gato pardo le hizo un gesto a Espino.

El lugarteniente posó la cola en el lomo de la prisionera y la guió a la guarida del líder. 

- ¿Qué va a pasar? - quiso saber Leopardo, tensándose.

- Solo quiero saber que quiere - lo tranquilizó Estrella de Buitre, inclinando su melada cabeza.

- De acuerdo - el nerviosismo del gato moteado podía olerse en el aire.

Ala de Perdiz entornó los ojos, escéptica ante la actitud de su sobrino. Estrella de Buitre se retiró a su guarida, y Espino se acercó.

- La patrulla fronteriza que siga con su tarea por donde estaba - dio orden el gato gris. Nube de Rosa, Tormenta de Nieve, Hoja de Arce y Leopardo se encaminaron hacia el exterior -. Y la de caza también - Pinaza, Ramas Caídas y sus aprendizas los siguieron -. Yo iré al Clan del Viento para hablar con ellos. Zarpa de Roca, Corazón de Zorro, os venís conmigo.

- Espino - Chapuzón se acercó a su hermano. Le susurró algo al oído y el lugarteniente asintió -. Parcheada, acompaña a Aguilucho a abastecerse de hierbas.

La pequeña gata levantó la cabeza, sorprendida.

- ¿Yo? Vale - fue tras el aprendiz atigrado.

Cuando Espino se retiró también, el campamento se quedó prácticamente vacío. Tina y Soplón dormitaban en la entrada de la maternidad, muy juntos, con sus cachorros retozando alrededor. Ala de Perdiz miró a Tinta.

- ¿Qué me dices si vamos a por algo de musgo fresco? - sugirió, solo para no estar de patas cruzadas.

La gata negra asintió. Cruzaron el túnel de frondas. Ala de Perdiz aspiró el afilado aire de la mañana. Pronto nevaría. Las presas eran cada vez más escasas. Pensó con tristeza qué miembros del clan perecerían esa Estación sin Hojas. Sacudió la cabeza. Debía ser positiva. No tenía porque morir nadie.

Dejó que Tinta se pegara a ella, buscando calor en su espeso pelaje. Aspiró su aroma, una onda de calidez atacándola y eliminando sus preocupaciones. ¿Cómo iba a estar triste, si Tinta la miraba con tanta admiración en sus ojos ámbar?

Como el Clan Estelar mandeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora