12.- Se dejó llevar...

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Regresaron al palacio imperial, donde pudieron tomar un baño caliente que los aliviase por la fría lluvia sobre sus cuerpos, algo que también incomodó considerablemente a Luis por la costumbre comunal de tomar un baño todas las damas junto a su marido y donde él estaba, desgraciadamente, implicado, y no se pudo negar.

Tal vez para alguien de su antiguo grupo, algún hispano como él, aquello hubiera sido el paraíso, una fantasía sin precedentes que jamás hubieran rechazado si hubieran tenido oportunidad de tocar pieles ajenas; pero para Luis había sido una cruel tortura, al menos no tan humillante como ser vestido de mujer forzosamente. Fue tan largo el momento― o al menos a él se le hizo tan largo― que la noche plena ya había caído sobre sus cabezas y las antorchas que rodeaban el lugar estaban casi a punto de consumirse.

Una vez fuera del agua y con un sentimiento de calidez en sus cuerpos, se vistieron con prendas que habían sido previamente calentadas al lado de la chimenea mientras se bañaban, una vez todos estaban secos por completo. En el caso de Luis tuvo el problema de pacientemente secar su pelo mechón por mechón, tratando de conseguir que quedase la menor humedad posible para antes de hacerse la trenza una vez más, o para no mojar la cama con la humedad residual.

Paul se había quedado maravillado por esto desde el momento en que lo vio quitarse la trenza lentamente cuando le insistieron en que también tenía que lavarse el pelo― una vez lo lograron convencer de meterse en el agua, porque claramente estuvieron insistiendo por varios minutos hasta que lo consiguieron― para que no hubiera ningún problema por el agua de lluvia y el tiempo que llevaba aquella trenza. Apenas parpadeaba y aquello ponía nervioso al azabache de ojos grises, que lo acabó incriminando con la mirada como si lo que estuviera haciendo fuera delito.

- ¿Podrías dejar de mirarme tan fijamente?- y aunque su voz titubeó, no le impidió tener la suficiente autoridad para hacer llegar el mensaje y que Paul dibujara una sonrisa en sus labios.

- ¿Te pongo nervioso?

- Sí.- confirmó.

Paul aguantó una carcajada en su garganta en vano y se sentó a su lado en aquel banco de madera al lado de la tina en la que habían tomado aquel baño comunal como si de una piscina de interior se tratase.

- Te dije que nuestros Dioses eran reales...- musitó tomando una parte de la toalla y varios de sus mechones para secarlos igual que Luis estaba haciendo, peinándolo entre sus dedos lentamente. Este acto fue sorpresivo por varios motivos: Luis no esperaba que se prestase voluntariamente a ayudarlo y... estaba muy cerca; seguía mirándolo fijamente con ojos de depredador hambriento.

Luis inicialmente no dijo nada, movió sus ojos hacia otro lado, avergonzado doblemente, apretando los labios y soltó un suspiro, parecía derrotado.

- De acuerdo... Tenías razón, vuestros Dioses existen... Eso significa que los nuestros también.

- ¿Tenéis alguna prueba de ello?

- Reliquias que les pertenecieron.

- Físicamente...- Luis hizo una mueca, no quería sentirse derrotado de nuevo.

- Nuestro Dios es omnipotente.

- También los nuestros, pero ellos bajan a la Tierra para ver cómo vamos y qué hacemos... Les causamos curiosidad, y cuando algo malo sucede, es porque ellos quieren regresar, tal vez porque se aburrieron, o tal vez porque ya vieron todo lo que tenían que ver...

- En nuestro caso no...

- Tal vez no hagáis cosas que les interesen...

- Se supone que hacemos lo que él quiere que suceda... El Papa es quién habla con Dios...

- ¿Solo él?

- Sí. Y nos lo transmite a los demás...

- ¿Le ha visto personalmente?

- Habla con él comúnmente... Sus órdenes son acatadas...

- Hmph...- se llevó una mano a su mentón.- Soy un poco escéptico con eso, quiero decir, alguien que nadie puede ver, nadie puede oír, con quien nadie puede hablar y que solo haya una persona en el mundo que sí pueda hacerlo...- Luis se lo quedó mirando, después bajó la vista hacia sus manos, como acariciaba sus cabellos para secarlos.- No digo que no sea posible...- negó.- Solo me hace desconfiar un poco...

- Teniendo en cuenta lo que he visto, incluso a mí me está haciendo dudar...- admitió olvidando por un momento que tenía que matarse fiel a su punto de vista, pero Paul de alguna manera lo estaba haciendo perder la fe en aquello que había creído firmemente toda su vida tan fácil que era abismal. Incluso se sentía estúpido, de creer que los nativos eran estúpidos.- Pero no se supone que deba desconfiar de las palabras del Papa.

- Puedo garantizarte que no tienes que preocuparte por el más...- negó con la cabeza lentamente.- Resulta interesante que sea así la manera en que haya visto tu pelo suelto...- sonrió un poco.

- Tampoco cambia mucho al estar atado en una trenza.

- Pero poder enredar mis dedos en tus mechones es distinto y eso lo hace interesante...

- ¿En qué sentido?- preguntó Luis girando la cabeza hacia el moreno.

Un repentino pánico lo hizo sucumbir y sus ojos se abrieron en shock cuando se encontró con sus labios puestos sobre los suyos. Una calidez que le estalló en los labios como el sol caldeando su piel al mediodía.

"¿Voy a ir al infierno por esto?" fue lo único que su mente pudo procesar en ese momento antes de difuminarse todo el poco sentido.

- Te hace más hermoso de lo que ya eres...- Luis parpadeó con incredulidad.

Seguía congelado desde el momento en que Paul se acercó, pero su reacción fue bastante posterior: apartó la cabeza cubriendo la parte inferior de su rostro con las dos manos, completamente consciente de que estaba rojo hasta las orejas. Lo que menos comprendía era su falta de reacción, su falta de rechazo, la ausencia de una reacción adversa... Luis tragó saliva lentamente.

- ¿C-Cómo puedes decir las cosas así?- Paul sonrió un poco al ver que el contrario estaba usando su idioma original, seguramente había sobresaturado su cerebro con sus acciones, empujando uno de los mechones ya secos detrás de su oreja, aprovechando para acariciar su mentón con suavidad.

- Así es cómo las siento.- se llevó una mano al centro del pecho.- Sinceramente.- musitó con solemnidad.- Me gusta estar contigo, me gusta tu presencia, tu risa, tu manera de hacer y decir las cosas...- Luis notaba su rostro enrojecer otra vez.- Y considero que debería actuar y hablar así con mi esposo...

Luis tembló de pies a cabeza. Y deseó no haber entendido aquellas palabras.

- ¿Puedo besarte otra vez?

Luis apretó los labios, pero asintió lentamente. Ni siquiera supo por qué, pero se dejó besar gentil y dulcemente por el moreno. Sabiendo perfectamente que no era libre de ningún pecado, pero también siendo consciente de que no iba a volver para ser juzgado en su tierra y que no debía preocuparse por "esos" pecados nunca más...

Por ello...

Se dejó llevar...

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La falta de palabras a veces es más sabia que la descripción explícita.

Sí. No voy a narrar la escena entre ellos.

Siéntase libres de imaginarlo ustedes mismos si quieren xD

Hace ya bastante tiempo que dejó de agradarme la idea de narrar las escenas sexuales, como mucho lo que he llegado a narrar son metáforas o simbolismo en ves de acciones propiamente.

Pero no considero que en esta historia sea necesario 🤔🤔🤔

Aquí las opiniones ----------->

Espero que os haya gustado, hacédmelo saber con un voto y nos vemos en el próximo capítulo

Bye~

By Silvia Line

[1250 Palabras]

75.- No puedo hacerlo (Gay/Homosexual)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora