Capítulo V

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Al final fue Chelsea quien ganó la carrera por un pelo, literalmente.

–¡Tramposa! ¡Me hiciste tropezar a propósito arrojando tu pelo en mi cara!

–Nunca se mencionó ninguna regla que prohíba las trampas.

Caesar la miró mal, pero ella solo le sacó la lengua.

–Bien –suspiró de mala gana–, ¿sobornamos a esos dos guardias solitarios, o los noqueamos?

–Ni una ni otra –respondió Chelsea, buscando otro diamante en su bolsa–. Aquí está, bajemos del techo.

Extrayendo el poder mágico contenido en la piedra preciosa, invocó una ligera brisa que amortiguó su caída al suelo. Luego lideró la marcha hacía la salida tras acomodar la nueva gema en su pulsera, y procedió a pasar frente a los dos guardias haciendo resonar sus botas de tacón grueso, no tacón de aguja, contra el mármol del suelo con total confianza e incluso saludando al pasar.

–Tengan bonita noche caballeros –y les guiñó un ojo.

–Usted también, madame –respondieron ellos con una ligera reverencia.

Caesar solo miró en silencio reteniendo su sorpresa, aunque para no quedar mal también les deseó una buena noche. Se aseguraron de alejarse del camino principal sin adentrarse mucho en el terreno tampoco, no habían olvidado que las afueras de Oravit tenían a muchos pobres y vagabundos. Lo bueno es que eran fáciles de localizar con sus chozas todas amontonadas en las zonas de tierra árida.

–No voy ni siquiera a preguntar qué fue eso, solo indica la ruta, y mientras no tengamos que volver a Petunia seré un hombre feliz.

–Entonces parece que no habrá problemas con desviarnos al bosque Tawok –respondió Chelsea consultando su mapa.

Siguieron caminando mientras discutían, disfrutando de la ligera brisa fresca y el suave brillo de las estrellas titilantes.

–Espera, ¿no íbamos a Ufrigus?

–Sí, pero está la siguiente situación: primero, no quiero lidiar con vagabundos hambrientos de dinero, hemos tenido suerte de no toparnos con ninguno hasta ahora, y no pienso tentar al destino; segundo, gasté inútilmente todo el frasco de la medicina especial para venenos, y aunque sé la receta y no tengo problema en volverla a preparar, necesito unas plantas muy específicas, que además no se consiguen en cualquier lado –mientras lo decía repasó la receta en su mente y se dijo a si misma que pronto tendría que darle la vuelta a su bolsa en busca de la libreta donde la anotó, aunque también la única libreta que tenía, pero justo por eso tenía miles de notas y se perdía entre las páginas.

–Pero voy a suponer que se consiguen en el bosque Tawok –la voz de su compañero la sacó de sus pensamientos.

–Efectivamente mi estimado, después de todo está en Elfheim, tierra de elfos, quienes por si no lo recuerdas, son quienes me enseñaron la receta.

–Claro. Y observando el mapa –añadió Caesar, mirando por sobre el hombro de Chelsea–, podemos seguir por toda la frontera del bosque para evitar Oravit, y aun así llegar a Ufrigus sin dar muchos rodeos.

–Exactamente –Chelsea le sonrió, de notable buen humor–. En marcha, mi caballero de brillante armadura.

Caesar soltó una carcajada y exigió una carrera de revancha, con la meta en el siguiente cruce de caminos, y naturalmente Chelsea aceptó.

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–¡Volviste a hacer trampa! –gritaba Caesar a una Chelsea que limpiaba sus uñas de lo más tranquila.

Travesía de una Bruja, un Mercenario, y un Asesino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora