𝐃𝐢𝐱-𝐇𝐮𝐢𝐭 | 𝟏𝟖

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❝𝐓𝐡𝐞 𝐋𝐚𝐬𝐭 𝐒𝐡𝐞❞ ꨄ︎

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❝𝐓𝐡𝐞 𝐋𝐚𝐬𝐭 𝐒𝐡𝐞❞
ꨄ︎

El silencio posterior, no fue del agradado del heredero. Así que el príncipe Rabadash, con la seguridad de un hombre que nunca ha escuchado un "no", tuvo que aclarar su garganta, para volver a hacer su propuesta. Su rostro se arrugaba en disgusto, como si la humillación por la que estaba pasando en aquel instante, no fuera suficiente. Su voz, volvió a retumbar en la bóveda alta, arrodillándose de manera tensa, frente a ella: —Reina Susan de Narnia, La Benévola; en nombre de la alianza que nuestros reinos pueden forjar... os pido, cordialmente, vuestra mano en matrimonio.

En primera fila, Dolores Umbridge, no pudo contenerse. Aplaudió de manera suave con sus manos cortas y rápidas, su rostro iluminado por una sonrisa que parecía más apropiada para un festín. —¡Oh, qué unión tan... deliciosa! —exclamó en susurro, con un temblor emocionado en la voz, tratando de calmar el pesado ambiente, sin éxito sin duda —. La responsabilidad y el amor, fundidos en un solo destino... ¡es tan inspirador!

Pero Susan no respondió de inmediato. Sus ojos, serenos y firmes, buscaron instintivamente el rostro de Lucy. Y ahí estaba: su hermana pequeña negando suavemente con la cabeza, apenas perceptible, pero suficiente para darle el valor. Ella era la única que sabía que su hermana, realmente no amaba a Rabadash. Edmund parecía disgustado, en contraste con Peter, que esperaba expectante la respuesta de Susan; impaciente. Y finalmente vio la mueca de desagrado de Aldara, quien no veía con buen aspecto al príncipe heredero.

Había sido muy grosero con la reina.
¿Alianza de los reinos?
Sin duda sabía cómo impresionar a Susan, chistó.

La Benévola respiró hondo, y sin saber con certeza, qué ocurriría después, se volvió hacia el príncipe, con el rostro tranquilo. —Vuestra Alteza... no puedo aceptar.

Un murmullo como un oleaje recorrió la sala. Isabella, dejó escapar un suspiro dramático antes de casi desplomarse sobre un fauno que apenas pudo sostenerla.

—Y ahí va otra vez —murmuró Cuchillo a Edmund, con una copa de vino en la mano—. A este paso, voy a ir apostando quién se desmaya después.

Susan prosiguió. —No acepto, porque el amor verdadero... no debería nacer por estatus, ni poder. Debería ser un vínculo que, desde el primer instante, reconoce a su igual. Es ese hilo invisible que no conoce barreras ni distancias, y que sobrevive a los inviernos más largos y a las tempestades más crueles.

The Last She |Peter Pevensie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora