The Last She || Una historia de Las Crónicas de Narnia.
જ⁀➴ 𝐀𝐥𝐝𝐚𝐫𝐚 𝐋𝐞𝐧𝐧𝐨𝐱 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐡𝐚 𝐯𝐢𝐯𝐢𝐝𝐨 bajo la sombra de un destino que su padre nunca reveló, y un misterio de una madre cuya identidad permanece oculta. ¿Podría esa m...
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¿Los tiempos de Aslan son perfectos? Quizá la pregunta por ahora no tenga una respuesta clara.
Sin embargo, cuando regresaron a través de la puerta y los cinco volvieron a encontrarse en su mundo, resultó que no habían estado fuera ni un minuto de su tiempo. En cualquier caso, nadie se dio cuenta de que habían estado ausentes, y ellos jamás se lo contaron a nadie, a excepción de un adulto muy sabio.
Aldara Lennox, sin embargo, no podía ignorar el vértigo que la envolvía. El regreso inesperado a su propio mundo la golpeó inesperadamente, causándole un dolor en la parte trasera de la cabeza, y no, no era porque se había golpeado contra la cabeza de Edmund segundos antes.
Auch...
Allí, en aquella habitación en donde solo estaba el ropero, y había un montón de polvo, todo estaba igual... y al mismo tiempo ellos eran completamente distintos, mentalmente hablando.
La pelinegra sentía ese hilo invisible que la tiraba hacia un recuerdo antiguo, uno muy veraz.
Con las manos temblorosas, levantó a lo que, o a quien, tenía en sus brazos, y allí estaba él: Athos, pero ¡vaya! Era un gato. La criatura, con sus ojos plateados violáceos y brillantes la miró con atención, como si también hubiese cruzado mundos, y así fue.
—¿Athos? —preguntó Aldara en un susurro, sin dejar de mirar sus ahora, felinos ojos.
El animal respondió con un maullido grave y un ronroneo, sin moverse de sus manos. Ella sonrió apenas, pero, como si hubiera recordado algo en segundos, levantó la cabeza con rapidez, mientras acercaba al felino a Peter; aunque Athos, apenas rozó los brazos del muchacho, soltó un gruñido áspero y encrespó el lomo.
Peter arqueó una ceja y, con un atisbo de sonrisa, murmuró —Definitivamente es él.
Aquello hizo que el profesor Kirke y sus hermanos rieran, más Lennox no.
Una palabra escapó de sus labios con un susurro ahogado—Papá...
Y echó a correr. Su veloces pasos resonaron en las paredes de la mansión, las mismas donde hacía unos momentos —o más bien hace once años — los hermanos Pevensie y ella habían estado jugando al críquet. Confuso, ¿no es así? Y sin embargo, aquel era el peso de los tiempos de Aslan, un tejido de hilos que unía lo eterno con lo inmediato.