→→→ 𝐎𝐣𝐨𝐬 𝐠𝐫𝐢𝐬𝐞𝐬 𝐲 𝐎𝐣𝐨𝐬 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐞𝐬

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ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ ᴛʀᴇꜱ

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La pequeña Lyra caminaba junto a su padre cerca del Callejón Diagon, ayudándole a llevar algunas bolsas mientras él enumeraba los ingredientes que le faltaban para una nueva poción rejuvenecedora

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La pequeña Lyra caminaba junto a su padre cerca del Callejón Diagon, ayudándole a llevar algunas bolsas mientras él enumeraba los ingredientes que le faltaban para una nueva poción rejuvenecedora.

—Necesito escama de dragón, flor de lis y un poco de polvo de luna —decía su padre, absorto en su lista.

Lyra, con sus pequeños bracitos cargados de bolsas, seguía a su padre a una tienda cercana. Se detuvieron frente a una tienda de ropa, y el padre de Lyra se quedó mirando un hermoso vestido en el escaparate. No tenía mucho dinero, pero quería darle una sorpresa a su hija por su próximo cumpleaños.

—Lyra, quédate aquí un momento. Voy a comprar algo —le dijo su padre, dejando las bolsas en el suelo antes de entrar a la tienda.

Lyra dejó las bolsas que llevaba en el suelo y, justo cuando se agachaba, un niño llegó corriendo y la empujó por accidente. La niña cayó sobre las bolsas y el niño cayó a su lado, quejándose.

Una mujer con el cabello negro y rayas blancas llegó corriendo hacia el niño.

—¡Draco! ¿Estás bien? —preguntó, preocupada.

El niño se levantó, frotándose el brazo.

—Choqué con una vagabunda —dijo con desdén.

Lyra se levantó, sacudiéndose el polvo de la ropa, y miró al niño.

La madre suspiró y le dio una mirada severa.

—Nunca debes faltarle el respeto a nadie, mucho menos a una dama. Discúlpate, ahora.

El niño frunció el ceño, pero al ver la mirada de advertencia de su madre, suspiró y se acercó a Lyra.

—Lo siento —dijo a regañadientes.

Lyra se sonrojó y le hizo una inclinación.

—Fue mi culpa, no la tuya —dijo suavemente.

El niño se quedó sorprendido y miró a su madre, confundido. La mujer suspiró antes de acercarse a la niña.

—Acepta las disculpas de mi hijo Draco —dijo con voz suave pero firme.

Lyra levantó la mirada y observó a la mujer. Se veía hermosa y poderosa, y el simple hecho de sentir su presencia la hizo sentirse inferior. Bajó la mirada, avergonzada.

Narcissa sonrió con calidez.

—Jamás bajes la mirada ante nadie, pequeña.

Lyra la miró con asombro. Narcissa extendió su mano y acomodó un mechón del cabello de Lyra con cariño.

𝓔𝓬𝓵𝓲𝓹𝓼𝓮 𝓭𝓮 𝓞𝓻𝓺𝓾í𝓭𝓮𝓪𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora