Capítulo 22

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—Recibirá la llamada de mis abogados y ya quedaremos un día para firmar con el notario

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—Recibirá la llamada de mis abogados y ya quedaremos un día para firmar con el notario.

Había hecho mejor negocio de lo que Patrice creía, sin embargo, ella no comprendía los motivos. No solo había comprado a los animales que quedaban, además, había añadido casi todas las tierras que les quedaban.

Había comprendido cuando Piper Davis se había negado a vender una pequeña parcela que había adosada a la casa y el terreno donde estaba construida la vivienda, los establos y el poco de jardín.

—Permítame un favor, no se lo explique a su hija. Déjeme a mí darle la noticia.

—Por supuesto, faltaría más.

La susodicha apareció como si hubiera sabido que las negociaciones habían finalizado. Se había duchado, arreglado y desayunado y parecía tener el mismo sueño que cuando había entrado en la habitación

Sus cabellos despeinados habían sido recogidos en una coleta alta demasiado sexy para la vista, así pues, giró la mirada hacia otro punto de la casa para no llegar a tenerla en su mente todo el día.

—¿Todo bien, mamá?

—Sí, el señor Davis ha sido muy generoso.

Patrice entornó los ojos, sí, ese gesto fugaz que no pasó inadvertido. Aquella relación que tenían era complicada y Sora le había dado detalles que no le habían gustado lo más mínimo.

—Bien, señorita. Tengo un traslado que preparar. ¿Subes en mi coche o me sigues con el tuyo?

Ella estaba cogiendo su bolso, las llaves y alguna cosa más que metió. Miró a ambos intermitentemente mientras pensaba.

—Mi madre necesita el coche hoy, podrías llevarme y ya después vendré caminando.

No dijo nada al respecto, pero era una opción inviable, la iba a traer de vuelta. No pensaba dejarla regresar de noche caminando por aquellos parajes. Nadie debía ir solo a esas horas.

—Pues vámonos.

Solo cuando la tuvo en el interior de su coche se animó a hablar nuevamente.

—Espero que no haya querido abusar mucho de ti.

—Nadie abusa de mí si yo no quiero –contestó convencido de ello.

De hecho, la señora Davis no había puesto precio a nada; había aceptado lo que él le había ofrecido y nada más. Solo se había mantenido completamente inamovible en cuanto a la casa y a la pequeña porción de tierra. Él no había pretendido eclas en ningún momento, pero comprendió sus reticencias.

Estaba acostumbrado a comprar las tierras de sus vecinos. Lo había hecho desde que había llegado a Afton. Después permitía que siguieran viviendo en sus casas, pero pasaban a ser sus trabajadores. Así el rancho había ido creciendo hasta convertirse en el más grande de la zona.

—Actúas con tanta seguridad en ti mismo. Estás acostumbrado a dar órdenes y que las personas de tu alrededor se muevan a tu son.

No era del todo cierto, no obstante, sí gran parte.

—Doy mi brazo a torcer en otros lugares.

No siguió hablando, ya que ambos comprendieron a la perfección de qué estaba hablando.

A él le gustaba su compañía y esperaba que ella sintiera lo mismo al respecto.

—¿Cómo ha ido tu semana? —preguntó Wyatt llevando la conversación a un terreno más banal.

—Dura, mucho trabajo en el restaurante. Ya ha venido a asegurarse de mi existencia casi todo el pueblo. Deben quedar muy pocas personas a las que no haya visto ya.

Su voz llevaba algo de pesar y es que los pueblos pequeños era lo que tenían. El cotilleo era el motor de vida de muchos de los que estaban allí y la distracción de la gente más mayor.

—Pues procura no sobrepasarte en el rancho. No quiero que mañana no puedas levantarte de la cama.

Eso sonó más provocativo de lo que había deseado en un principio, sin embargo, no le molestó. Ella era sumamente hermosa y había conseguido llamar su atención de un modo que antes no había ocurrido.

—Haré todo lo que pueda —comentó Patrice.

—No me queda la menor duda de que así será.

Estaban a pocos minutos de llegar al rancho, así pues, decidió que era el momento de explicarle la conversación con su madre. Esperaba que no fuera una bomba y que reaccionase mal.

—Antes de llegar me gustaría comentarte algo… —comenzó a decir.

—¿Vas a sorprenderme?

Y no sabía hasta qué punto.

—Tú padre se quedó las mejores tierras cuando me vendió parte de las suyas.

Patrice asintió.

—Ya te dije que era lógico.

No lo culpaba por ello, realmente era lo esperado para alguien que desea conservar algo de su patrimonio.

—No solo he comprado los animales que te quedan, también parte de las tierras que os quedan. Tu madre se ha mostrado contraria a la casa y a otra parcela muy cercana, una de las mejores, según mi parecer.

Esperó su reacción durante unos largos segundos. Ella se dedicó a mirar hacia delante impasible, solo parpadeaba y se mantuvo en silencio.

—¿Estás bien? —preguntó algo nervioso.

Asintió.

—Era lo que querías y todo aquel lugar está echado a perder. Haz lo que quieras con tu dinero.

Estaba tan seria que Wyatt decidió girar en seco, aprovechando que eran el único coche de la carretera.

—¡¿Te has vuelto loco?! —preguntó agarrándose al asidero que había sobre la puerta.

—Puede.

Aceleró levemente, llevándola algo más lejos de lo que había esperado. La llevó unos kilómetros más allá donde sabía que no habría nadie. Aparcó bruscamente deteniendo el coche al salir de la carretera.

—¡Pienso seguir caminando! —exclamó Patrice intentando soltar su cinturón de seguridad.

Wyatt la tomó de los hombros y la mantuvo quieta. Estaba nerviosa, evidentemente enfadada, como si estuviera a punto de volatilizarse entre sus dedos.

—Tranquila, no voy a hacerte daño.

—¿Y por qué has hecho todo esto?

Estaba tan enfurecida… Lo peor era que no tenía claro los motivos. Confuso trató de comprenderla sin ser capaz de hacerle.

—No logro entenderte.

Patrice logró soltar el cinturón de seguridad y él la soltó permitiéndole salir del coche. Saltó en pos de ella y la alcanzó cerca de la puerta del copiloto. Solo ahí, tapados por la gran pickup, se permitió colocarse ante Patrice para retenerla.

—¿Qué crees que he hecho? —preguntó él.

—Tengo dos versiones y no sé cuál es peor.

El vaquero colocó los brazos a cada lado de su cabeza, apoyando ambas palmas de las manos en su coche y reteniéndola atrayendo toda su atención.

La tentacion del CowboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora