Capítulo 8

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—¿Cómo ha ido la ecografía? —preguntó Wyatt

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—¿Cómo ha ido la ecografía? —preguntó Wyatt.

Sora, que cepillaba uno de los mejores caballos del rancho, dejó lo que estaba haciendo para mirar a su jefe. Sonrió ampliamente y únicamente alcanzó a decir orgulloso:

—¡Es un niño!

Wyatt se alegró de la noticia y le tendió la mano.

—En horabuena. Pronto habrá un pequeño más correteando por estas tierras.

El embarazo iba bien a pesar del sangrado que había tenido Candace los primeros meses y se alegraba por ello. Todo el rancho había sufrido por ese pequeño y fue todo un descanso saber que iba bien.

Wyatt rechazó el recuerdo amargo de los dos abortos anteriores que había sufrido la pareja. Había sido duro, pero al fin tenían el bebé que tanto ansiaban. No importaba el sexo, solo que viniera sano.

—En el hospital he visto a Patrice, es agradable tenerla de vuelta.

El nombre lo sorprendió, el Pajarillo había comenzado a volar fuera del nido.

—¿Eráis muy amigos?

Vio como Sora notaba la curiosidad en su voz, no debía avergonzarse por querer saber un poco más de la muchacha.

—Lo éramos.

—Diez años es mucho tiempo.

Se encogió de hombros restando importancia.

—No importa, sigue siendo ella.

Aquel hombre era alguien interesante. El aprecio que sentía por Patrice era verdadero y estaba contento de tenerla de vuelta. Se notaba que habían sido grandes amigos.

—La he enviado con Josh, espero que la haya contratado o dejaré que los lobos ataquen a sus reses —comentó divertido.

Recordó al vaquero con ese nombre.

—¿Estaba buscando trabajo?

El Pajarillo no había aceptado su propuesta de trabajo y no la culpaba. Era una mujer independiente y la admiraba por eso.

—Sí, su madre pretende vivir de ella. No debería sorprenderme, la muy bruj…

Sora no era de los que insultaban, de hecho, nunca le había oído decir un taco en los años que hacía que trabajaba allí. De ese modo, escuchar llamar casi bruja a Piper Davis fue una señal de que aquella señora no había sido una madre dulce y cariñosa.

—Esa mujer se lo hizo pasar mal, ¿eh?

No solo era una vecina gruñona.

—Sí y no la culpo por irse tan rápido de aquí.

Y ahora había vuelto, su corazón era demasiado blando.

—Debería ir a dar de comer a los caballos.

La tentacion del CowboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora