Capítulo 18

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Estaba absorta tocando los caballos del Rancho Diamond Dark

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Estaba absorta tocando los caballos del Rancho Diamond Dark. Se le hacía extraño creer que aquellas tierras en las que había corrido cientos de veces junto a los animales ya no fueran propiedad de su familia.

Esos campos la habían visto crecer, caer y rasguñarse tantas veces que su ADN debía seguir allí.

—Son increíbles.

La voz de Wyatt a su espalda la asustó hasta el punto de dejar escapar un grito. Cuando se recompuso se agarró el pecho a la altura del corazón como si fuera a escapársele.

—¿De dónde has salido?

Había llegado hasta ella sin que pudiera advertir su presencia, ni un solo ruido o crujido que le pudiera dar una pista de que estaba siendo vigilada.

—Soy sigiloso.

Desde luego que sí.

Entonces se fijó en su atuendo. Iba vestido con ropa muy oscura, unos pantalones tan ajustados a sus muslos que casi podía ver sus músculos a través de la tela. Su camisa era más holgada que en veces anteriores y había abandonado el blanco impoluto por los cuadros de colores rojos y marrones.

Se percató de que en el hombro llevaba colgada una escopeta, eso le hizo fruncir el ceño.

Wyatt se dio cuenta al momento, la señaló con la cabeza y explicó:

—Espanto a animales salvajes, aunque jamás los disparo a ellos. No soy partidario de los asesinatos por placer.

Eso le gustó. Muchos vaqueros asesinaban sin control a lobos y coyotes que no tenían culpa alguna.

—Veo que te gustan mis caballos.

Patrice se volvió hacia ellos, los acarició con sumo cariño y uno de ellos aproximó su morro al rostro de la joven.

—Son magníficos –contestó absorta en su belleza.

Wyatt cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra, algo que no pasó desapercibido por Patrice. Lo miró de soslayo y comprobó que se mordía los labios al mismo tiempo que se acarició el mentón.

—Escucha, he sabido que viniste al rancho.

¡Oh! Esa conversación no la quería tener. Suspiró incómoda al mismo tiempo que se alejaba de su lado.

—No importa. Solo salí a caminar, siento haber entrado en tu rancho. A veces es inevitable recordar las veces que corrí por aquí de pequeña. —Sin dejarle hablar continuó—. Pero trataré de recordarlo, no te preocupes.

Él le tapó la boca con los dedos. No fue brusco sino suave, con un tacto tan dulce que casi se derritió al instante.

—Sabes muy bien de lo que deseo hablar.

¿De qué había ido a pedir trabajo y su madre la había odiado sin razón? Puede que fuera hija de Piper Davis, pero no era su clon; era una persona aparte ajena a los sinsentidos de su madre.

La tentacion del CowboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora