Capítulo 16

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—¡Patrice, tu jefe te está esperando! —gritó su madre cuando bajaba las escaleras del porche

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—¡Patrice, tu jefe te está esperando! —gritó su madre cuando bajaba las escaleras del porche.

Sabía de sobra que estaba allí, pero le gustaba hacerla quedar mal. No estaba llegando tarde, su jefe tenía la mala costumbre de llegar pronto, demasiado.

Que Josh la trajera del trabajo cada noche la incomodaba. Resultaba extraño, como cuando de jóvenes el novio en cuestión te venía a buscar a casa con su primera moto o bicicleta.

—Espero que tengas un día fantástico. Recuerda ser muy simpática para que te den buenas propinas.

Patrice fingió ser la hija perfecta. Besó su mejilla y salió hacia el coche que la estaba esperando. Antes de salir miró el buzón y cogió las cuatro cartas que había en su interior. Deseó que no fueran lo que sabía bien que eran.

Facturas médicas, semanalmente se acumulaban en su buzón esperando ser pagadas con insistencia.

Antes de entrar en el coche decidió abrir la única carta de la que no reconoció el remitente y entró en cólera. Su madre había comprado un sillón de masajes de esos que se anunciaban a altas horas de la madrugada y a un precio desorbitado.

—¡¿Cómo se te ha ocurrido?! —bramó apuntándola con la carta a modo de pistola.

Piper no se inmutó, se encogió de hombros y optó por cruzarse de brazos a modo de defensa.

—Con la quimio acabo molida y lo necesitaba.

Patrice se frotó los ojos atónita con su tranquilidad.

—¡No llegamos! Pienso romperte la Visa, no puedes seguir gastando sin control.

No se despidió, entró en el coche bufando y se golpeó la cabeza contra el respaldo duramente. Su jefe decidió quedarse callado, arrancó y se marchó hacia el restaurante como si no hubiera visto nada.

Ella se tapó los ojos con el antebrazo tratando de evitar las lágrimas. No podían seguir así, todo se estaba desbordando y no podía controlar la vida que estaba viviendo.

—¿Todo bien?

Negó antes de destaparse y guardar las facturas en el bolso. Llorar no arreglaba nada, debía buscar soluciones productivas. Lo primero que  iba a ser era llamar y tratar de devolver el sillón antes de que lo pudieran entregar.

—Un día de estos voy a matarla. Está gastando sin control y no tengo cómo pagarlo.

Justo en el momento en qué lo dijo siguió hablando rápidamente.

—No quiero decir que me des un aumento de sueldo, no es una excusa, solo intento desahogarme.

Josh la miró con lástima, algo que no le gustó en absoluto.

—¿Y qué piensas hacer?

—He estado buscando un segundo trabajo para los días que no trabajo en el restaurante, pero no me han llamado de ningún sitio.

La tentacion del CowboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora