Capítulo 40

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—¿Dónde se ha metido esta chiquilla? — preguntó Vega

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—¿Dónde se ha metido esta chiquilla? — preguntó Vega.

Wyatt alzó la cabeza, estaba entretenido tratando temas de contabilidad, pero elegir el comedor no había sido su mejor idea del día. Su madre llevaba hablando sin parar cerca de una hora y amenazaba su cordura.

—Ha ido a la tumba de su madre a llevarle flores —explicó por séptima vez.

Su madre suspiró tan pesadamente que casi notó su aire en la nuca.

—Esa mujer no se merece ni estar en campo santo.

Estaba de acuerdo con ella, pero no iba a ser él quién se lo dijera a Patrice. Si necesitaba estar cerca de Piper no iba a impedírselo.

Hacía dos días que habían recibido la fatídica noticia. A Patrice le había costado aceptar que su madre se había marchado para siempre, dejándola libre de todo.

No estaba siendo un proceso fácil, se había deshecho cientos de veces, entre mil lágrimas y gritos, suplicando al cielo que la hiciera volver. Se habían dejado una conversación pendiente y no la culpaba por quererla.

Al fin y al cabo, era una madre a pesar de sus pecados. Davis seguía necesitando cortar ella misma ese lazo que las unía en vez de la muerte.

El día del entierro había hecho caso a su madre Vega y no había derramado una sola lágrima. Se negó a permitir que el dolor le hiciera daño. Aguantó estoicamente como todo el pueblo le daba el pésame; uno por uno había ido turnándose para tocar y hablar con la muchacha.

Sin embargo, la noche fue sido terrible.

Patrice se había escabullido para escaparse de la casa y meterse en el establo con Wild. El caballo parecía tener una conexión especial con ella. Allí había derramado tantas lágrimas que podía haber llenado un océano con ellas.

Nadie la molestó pero tanto su madre, como su hermano y él la habían vigilado de cerca.

Casi rozando al amanecer se había dormido abrazada al caballo. Allí habían aprovechado para llevarla a la habitación y dejarla descansar.

Nadie le iba a reprochar nada, todas sus reacciones son normales.

Alguien carraspeó y provocó que llamara su atención. Alzó la vista para encontrarse a una hermosa Patrice en el marco de la puerta.

—¿Podríamos hablar un momento? —preguntó tímidamente.

Su madre se apresuró a irse entendiendo que era una conversación entre ellos.

—Pasa y toma asiento, por favor.

Patrice hizo lo que le acababa de pedir. Agradeció a su madre el detalle de irse sin tener que pedírselo y se sentó en la silla más próxima a él. Su perfume floral le arrancó una dulce sonrisa.

—Vengo a agradecerte todo lo que habéis hecho por mí.

Wyatt inclinó la cabeza.

—Sabes que ha sido un enorme placer, todos lo han hecho de corazón.

La tentacion del CowboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora