Capítulo 26

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Cuando entró en la cocina su madre y Patrice comían pastas de té

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Cuando entró en la cocina su madre y Patrice comían pastas de té. Hablaban sobre el trabajo de la joven en Detroit y los años que había pasado allí. También trataban cómo se habían conocido.

-¿Tomando el postre sin cenar?

Lo miraron con las bocas llenas, masticando unas galletas que hizo su madre el día anterior.

-¡No sabía que no has cenado! -exclamó Vega sorprendida-. Haberlo dicho y te hubiera cocinado algo.

La cara de Patrice mostró algo de sorpresa antes de poner los ojos en blanco. Wyatt supo que algo ocurrió allí en su ausencia. Se había centrado en la noticiade la pérdida de una buena amiga y no había reparado en que las dejaba a solas. Al parecer fue algo muy acertado.

-Hace un rato hubiera suplicado al mundo que me engullera, lo que menos iba a hacer es pedir cenar.

Wyatt y Vega sonrieron y asintieron a la vez. Por el momento ahora estaban bien y su madre no deseaba matarla o golpearla.

-He dejado la cena en el calienta platos, sirvo la mesa y nos ponemos a ello.

Su madre se levantó y dejó las tazas de té en el fregadero. Se alisó la falda oscura que llevaba para después ir a despedirse de Patrice.

-Ha sido un placer, eres más que bienvenida aquí.

-Muchas gracias, por mi parte también ha sido un placer.

Antes de marcharse le dio un beso en la mejilla a su querido hijo y salió hacia su habitación. Estaba un par de pisos arriba donde sabía bien que vería un poco la televisión antes de conciliar el sueño.

-Parece que ha ido bien -comentó el vaquero cuando la vio marcharse.

–No he pasado tanto miedo en mi vida –confesó Patrice llevándose las manos al pecho tratando de mantener su corazón bajo control.

Rio levemente, su reacción fue tan visceral que la creyó. No había sido justo dejarla allí a solas, por suerte el resultado era mucho más satisfactorio de lo que hubiera imaginado jamás.

–Lo siento, no lo pensé –se justificó.

Ahora, pasado lo malo, Patrice negó con la cabeza y se encogió de hombros tratando de quitarle importancia al asunto.

–Al final hemos podido hablar sin que mi apellido sea un lastre. Siento mucho lo que mi madre os ha hecho.

Como si ella fuera culpable. No podía cargar con la culpa de su madre a sus espaldas, no eran la misma persona y debía darse cuenta ya.

-¿Cómo te llamas?

Aquella pregunta la descuadró hasta el punto de fruncir el ceño y mirarlo absolutamente preocupada. Casi sintió el impulso de reír, pero se reprimió para no ofenderla.

La tentacion del CowboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora