Capítulo 2

537 31 0
                                    

Su habitación era ahora un vestidor enorme

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Su habitación era ahora un vestidor enorme. Sí, lleno de estanterías, luces y ropa que hacía que aquello pareciera el ropero de una discoteca. Trató de no pensar demasiado en ello y dejó las maletas justo donde su madre le había indicado.

Respiró de forma pausada tratando de calmar sus nervios. Aquello era como enfrentarse a la peor de las operaciones.

—Entonces, ¿te han dejado venir?

—Sí, ya te expliqué que pedí una excedencia. No tengo que volver hasta dentro de un año.

Doce meses en los que podía pasar cualquier cosa.

El buen gusto de su madre se notaba en el ambiente. Su forma de decorar era única y se alejaba del aire vaquero de aquellas tierras. Siempre había sido especial en aquel sentido y los años no la habían hecho cambiar.

—¿Un té? —preguntó siendo incapaz de decir nada más.

Su madre asintió.

Patrice se dirigió a la cocina con paso rápido. Al entrar se detuvo en seco al encontrarla totalmente cambiada. Aquella estancia había sido renovada no hacía mucho.

—Tú padre lo hizo pocos meses antes de que…

Asintió entendiendo lo que quería decir..

Perderle había sido doloroso. Cierto era que compartían pocas llamadas al año, pero eso no significaba que no le apenara la muerte de su progenitor. El había sido el hombre más fuerte que había conocido jamás. Lo había sido hasta que una pulmonía se había complicado lo suficiente como para ir al hospital. Días después recibía la llamada con el aviso de su fallecimiento.

Apretó los puños intentando alejar la rabia que sentía. Nadie la había llamado y eso le había arrebatado la oportunidad de despedirse, de verse una última vez.

Su madre tomó la delantera para sacar lo necesario del té, casi reaccionó al instante y se dispuso a ayudar.

—Ese Miller me ha dicho que le vendisteis parte de las tierras.

Sacar el tema no era fácil.

—Así es. Nos quedamos unas pocas cabezas de reses y un par de caballos. —Respiró pausadamente—. Eran muy costosas de mantener y los Miller nos dieron un buen precio.

Asintió comprendiendo la situación.

—Cuando el dinero se acabó fue la mejor opción que supimos encontrar —le explicó como si necesitase reprocharle algo.

Patrice no quería hablar de eso.

—¿Tenemos que sacar el tema ya? ¿No puedes dejar unos días para que me aclimate?

Pero su madre no era una persona que dejase las cosas para más adelante. Tenían muchas cosas de las que hablar y, le gustase o no, estaba claro que todo su pasado iba a explotarle en la cara nada más llegar.

La tentacion del CowboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora