Capítulo 24

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Cuando acabó el turno en el rancho Diamond Dark, Sora la llevó a casa

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Cuando acabó el turno en el rancho Diamond Dark, Sora la llevó a casa. Se había tirado todo el camino dándole consejos de cómo actuar, era como si tuvieran quince años nuevamente.

Se había duchado y puesto un vestido azul marino que se amoldaba perfectamente a su figura. Tenía un escote en forma de corazón que la incomodaba un poco, pero decidió ser valiente. No podía vestir siempre como una monja.

Sonó su teléfono y descolgó.

—¿Llamas para cancelarlo?

La risa de Wyatt sonó tan profunda que casi sintió que se iba a desmayar.

—No lo cancelaría por nada del mundo.

Esa voz podía ser capaz de dominarla, estaba segura que si él lo pedía ella haría cuanto quisiera. Su tono fuerte y erótico encendía algo en ella de un modo que no había sentido jamás.

—Quería saber si estabas lista.

—Salgo enseguida, arranco el coche y estaré allí en un momento.

Su risa volvió a aturdirla, como si fuera una droga fuerte que asaltaba su corazón de la mejor forma.

—Me he tomado la libertad de venirte a buscar. Mira por la ventana.

Patrice obedeció al momento, apartó la cortina levemente y se quedó congelada al instante. No podía ser verdad lo que veían sus ojos y si lo era no estaba preparada para aquello.

Wyatt estaba montado sobre Carbón, uno de los caballos más hermosos del Rancho. Y él iba vestido como todo un vaquero.

—No puede ser verdad —susurró sin darse cuenta.

—He estado tentado en venir montado en un caballo blanco, pero eso solo reforzaría tu teoría de que tengo complejo de príncipe azul.

No importaba el color del animal, aquel hombre pretendía convertir su vida en un cuento de niñas, tan romántico que asustaba.

—No sé montar, prefiero ir en mi coche.

—Lástima que vas a montar conmigo.

Su tono se endureció levemente, instándola a obedecer casi al instante. El podía forzar sus límites sin que temiera algo peor. Le proporcionaba una confianza que nunca antes había sentido.

—Prométeme que no me caeré —suplicó.

—Tranquila, conmigo estarás a salvo.

Esas palabras quedaron tatuadas en su piel de una forma que él no se imaginaba. Solo esperaba que lo cumpliera y no la dejara en la estacada. De pronto cayó en la cuenta de algo.

—Me he puesto un vestido…

—Pajarillo, no es la mejor prenda para montar. Deberías ponerte un pantalón.

La tentacion del CowboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora