Capítulo 23

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-Te has acercado a mí para conseguir esas tierras que mi padre nunca te vendió o tienes un complejo increíble de príncipe azul

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-Te has acercado a mí para conseguir esas tierras que mi padre nunca te vendió o tienes un complejo increíble de príncipe azul.

Él la miró durante unos segundos, estudiando cada uno de los movimientos. Era tan enigmático que la perturbaba.

-No te voy a negar que quería esos terrenos, pero no lo hice por eso. Necesitabas dinero e hice un buen negocio. Denúnciame por eso.

Patrice sonrió ante su contestación.

-¿Y podría ganar el caso?

El vaquero miró sus labios y ella contuvo el aliento unos segundos. Ya casi había olvidado la conversación.

-¿Qué le dirías al juez? ¿Este hombre me cuida demasiado?

Apretó su cuerpo contra el suyo, tanto que el calor que emanaba fue suficiente como para calentarla. Él la instaba a creer cosas que había dejado enterradas hacía mucho tiempo.

-¿Y cuál sería la pena? ¿La cárcel? -Siguió mofándose cariñosamente.

Decir que nadie la había cuidado sorprendería a muchos, pero era cierto. Hasta la llegada de Wyatt Miller nadie había entrado en su vida de ese modo. Deseaba cuidarla y parecía un príncipe de los cuentos que te explicaban de niña.

-Trabajos a la comunidad -alcanzó a contestar.

Eso le hizo reír.

-¿Qué tipo de trabajos?

Su mente se llenó de imágenes, pero ninguna capaz de decir en voz alta. Su corazón se aceleró, casi creyó que estaba a punto de tener un ataque al corazón.

-No lo sé -contestó tajantemente.

-Yo creo que sí lo sabes, pero no tienes valor para decírmelo.

¿Cómo la conocía tan bien? ¿Se había metido en su cabeza? Casi tenía miedo de que él pudiera adivinar los pensamientos calientes que llenaron su mente.

-No se me ocurren trabajos para ese tipo de pena.

-Yo podría ayudarte a pensar.

En realidad, no, todo lo que tenía en la mente eran sus labios y el olor a tormenta que tanto lograba embriagarla. Ya casi no era capaz de pensar o de hacer nada más que imaginar a Wyatt más cerca.

-¿Cómo me ayudarás? -preguntó Patrice antes de humedecerse los labios.

-Una buena condena sería besarte, una y otra y otra vez y no detenerme hasta que tus labios estén inflamados.

La imagen llenó su mente de forma demoledora provocando que sus piernas temblaran. Ese pequeño signo fue aprovechado por Wyatt, acercándose todavía más a su cuerpo. Ahora ya no había distancia entre el coche y ambos, mucho menos entre ellos; estaban tan pegados que casi podían mimetizarse.

La tentacion del CowboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora