Prólogo

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—¿Piensas qué él será mejor gobernante que yo? —Estalló Alexander.

—Él ha demostrado más que tú en todos estos años que lo acogí como mi hijo. Tiene lo necesario para encargarse del reino del que tanto he luchado; Sin embargo, tus acciones te han llevado a lo que hoy en día te cuesta la perdida de tu trono, del poder... —Halibat se voltea dándole la espalda a su hijo y con lágrimas en los ojos dice —Me has decepcionado, tu madre estaría destrozada...

El rostro de Alexander se torna oscuro.

—Es decir que... ¿prefieres a un idiota que llegó a nuestras vidas sin pedirlo, que a tu propio hijo? ¡tu sangre!

—¡Alexander! —Halibat lo observa con rudeza— Retráctate. Los dos son hermanos y deben protegerse del mal allá afuera.

—Quizás ya no quiero ser su hermano —su mirada desafiante penetra las cuencas de su padre.

— Eres mi hijo.

—Si tengo que ser hermano de ese imbécil, prefiero no ser tu hijo.

El silencio que abundaba el gran salón resultaba cada vez más incómodo.

—Hermanos o no... Halibat siempre será mi padre. —afirmó Adam, uniéndose a la conversación.

—Adam. —pronunció Halibat.

—No quiero discutir contigo, Alexander. —dijo Adam observando a su hermano fríamente. —Padre, no es necesario otorgarme un puesto tan relevante para mí, agradezco la oportunidad; pero no me interesa el poder. Alexander lo merece más que yo.

Él tiene razón, solo soy un idiota que llegó a sus vidas sin avisar y no merece que alguien de poca nobleza sea el heredero al trono del reino Sombra.

—Mi decisión está tomada. —afirmó Halibat con rudeza, saliendo de la habitación sin decir una sola palabra más.

El ambiente era tenso, y el único sonido que se escuchaba era el viento que pasaba a través de las enormes ventanas del castillo.

— Maldigo el día en que apareciste —dijo Alexander después de unos segundos—. ¿Por qué no simplemente mueres ya? —dijo, dando tres pasos hacia Adam.

Adam no apartó la mirada y mantuvo la barbilla alta mientras respondía:

— ¿Vas a matarme?

Los ojos negros de Adam reflejaban el brillo de acero en contraste con las pupilas avellanas de Alexander.

Su hermanastro sonrió con esa misma sonrisa burlona que siempre lo caracterizaba.

De repente, las manos de Alexander comenzaron a irradiar una luz oscura, y sin tocarlo, solo con un movimiento brusco de sus manos, lanzó a su hermano Adam contra la pared, dejándolo levitar por el agarre de su energía oscura que rodeaba su cuello, asfixiándolo lentamente.

Adam luchaba, su desesperación era palpable mientras intentaba separar los rayos de energía que lo rodeaban y amenazaban con apagar su vida si no pensaba en algo rápido.

Los ojos de Alexander se llenaban de eso que anhelaba por tantos años... Muerte.

— Muere... ¡muere! Y vete a donde tenías que ir desde un principio...

Los ojos de Alexander estaban conectados a las pupilas de Adam.

Adam tomó ventaja de eso y en un segundo la visión de Alexander se borró.

— ¡¡¡AHH!!! —Gritó Alexander.

Haciendo que el cuerpo de Adam cayera inmediatamente al suelo.

Alexander se frotaba los párpados con la esperanza de ver la luz otra vez.

Adam se levanta, tocándose el cuello, sintiendo las marcas que dejaron los rayos de energía oscura. Se queja. Traga saliva, pensando que así puede aliviar el ardor. Observa a su hermano. Aquel entra en agonía hasta desplomarse en llanto.

— Tranquilo, solo durará quince segundos... —Explica Adam.

— ¡¡¡Te odio!!!

Aún sin visión, trata de abalanzarse hacia Adam. Sin éxito.

En tan sólo segundos, Halibat, padre de ambos, corre enseguida hacia la habitación, junto con dos guardias reales.

—Por todos los reinos, !¡¿Qué está pasando aquí?!—espetó Halibat al observar tal escena.

Con el paso del tiempo la vista de Alexander vuelve a ser clara.

—¡Padre! Adam trató de asesinarme.

Y sin poca vergüenza Alexander señala a su hermano como el enemigo.

Halibat fulmina a Adam con la mirada.

— Adam ¿Es eso cierto?

— Padre —dijo Adam, avanzando unos pasos. Sin más, con la mano izquierda, atrapó su melena y la apartó hacia un lado, dejando el cuello al descubierto.

Los ojos de Halibat se llenaron de asombro al ver el cuello rojo y casi desgarrado de Adam.

— Me duele decirlo, porque lo considero mi hermano. Aunque no compartamos la misma sangre...

Pero, Alexander trató de asfixiarme y solo le quité la visión por unos segundos para que me liberará.

— ¡¡Miente!!— Responde Alexander.

— A sus habitaciones ¡¡YA!!

Más allá de lo "normal"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora