Cuídalo como si fuera tuyo

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Cada crujido de las hojas secas bajo sus pies eran el eco de su corazón afligido. Caminaba en busca de esperanza, esa esperanza que parecía tan esquiva en medio de la noche oscura y el humo del incendio.

Aquella mujer, con su bebé en brazos, avanzaba con determinación. Su vestimenta, hecha jirones, apenas la protegía del frío. Sus cabellos, enmarañados y sucios, estaban cubiertos por una bufanda que alguna vez fue blanca como la nieve. Su mirada perdida reflejaba el desespero de una madre que solo quiere salvar a su hijo. Sus ojos, claros como la miel, estaban llenos de una tristeza infinita. A pesar de los leves rasguños en su rostro, su belleza seguía intacta, resaltada por las lágrimas que corrían por sus mejillas enrojecidas. 

Los enormes pinos obstaculizaban su visión, pero no su avance. Confiaba en su memoria, pues había recorrido este bosque desde pequeña; para ella, era su segundo hogar. Con cada paso, se acercaba más a la salvación, a un refugio seguro, guiada por la familiaridad del terreno y el amor inquebrantable por su hijo. El pequeño infante lloraba de vez en cuando. El frío lo congelaba poco a poco. En la oscuridad de la noche, las llamas se alzan con furia, iluminando el entorno con un resplandor anaranjado y rojizo. Las sombras danzan de manera siniestra mientras el fuego consume árboles y arbustos, transformando el paisaje en un mar de ignición. Ella no sabía cómo se veía el infierno, pero estaba segura de que esta era la imagen exacta. El crepitar de la madera al arder es un sonido constante y perturbador, acompañado por el rugido del fuego que parece tener vida propia. Las hojas y ramas se convierten en cenizas al contacto con las llamas, emitiendo chispas que vuelan hacia el cielo. El aire se vuelve espeso y sofocante debido al humo negro y denso que asciende, envolviendo todo a su paso y dificultando la respiración. El olor ha quemado impregna el ambiente, una mezcla de madera y vegetación calcinada, sin duda penetrante y persistente.

 Los animales, alarmados y en busca de refugio, emiten sonidos de pánico. Las aves nocturnas huyen despavoridas, sus siluetas recortadas contra el fondo llameante. Las criaturas más pequeñas corren desorientadas, buscando escapar del infierno que consume su hogar. La naturaleza parece lamentar su pérdida, al igual que Bianca. 

En la mente de la bella mujer, solo podía recordar el dolor. El enojo del no poder ser suficiente para las personas que amó. La tristeza de saber que el futuro no sería como lo había planeado. Que la flecha que tenía, la falló y que el as bajo la manga puede que la pierda; pero así es esto, algunos triunfan y otros solo observan desde las gradas. Su hijo es la única prioridad y fin que tiene su desgarradora vida y luchará para que su pequeño y débil corazón siga latiendo, hasta convertirse en un gran hombre, en un Rey. Puede que muera en el intento, pero la única salvación que tiene ahora es ella misma.

Pasaron los días y con ello noches sin dormir. Lo amamantaba cada que podía y lo dormía en sus brazos. Ella se alimentaba de las pocas reservas que tenía en su canasta, solo pan y un trago de agua por día que llevaba en un recipiente. En algunas noches de frío, celebraba porque el fuego era amigo de ambos. En otras...simplemente se quitaba la mayoría de sus harapos para que su hijo pudiera tener una buena temperatura para seguir viviendo. Ella se congelaba; pero no le importaba. La adrenalina, el instinto de supervivencia y el amor de madre eran más fuertes que cualquier cosa. 

La mujer, se volvió más delgada; sus clavículas eran más notorias y su rostro era cada vez más alargado, sin embargo, su belleza era cautivante a pesar de que su salud estaba deteriorándose.

 En el camino, pudo visualizar un enorme castillo arriba de las montañas. De sus ojos salían lágrimas de felicidad y una sonrisa que hace días no recordaba.

—Lo logramos, mi amor. —Dijo observando al bebé en sus brazos.

La mujer, se acercaba al castillo, viendo como los habitantes la miraban con incógnitas en sus cabezas, y juzgándola, quizás por su apariencia; pero no le importó. Había llegado a donde quiso desde un principio y eso era felicidad pura para ella.

Más allá de lo "normal"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora