Capítulo IV

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"La niña había ya cumplido los cinco años de edad y resultó ser curiosa e inteligente, tanto que era capaz de buscar la manera de escaparse de casa e ir a investigar los espesos bosques que rodeaban la vivienda. Esto a los padres no les agradó ya que vivían ahí para ocultarse y si veían a la niña estarían en problemas. Y eso fue lo que pasó. Un día que la jovencita se escapó, unos guerreros demonios muy fieles a sus reinos la vieron y la siguieron hasta la casa, allí vieron a la madre demonio y al padre ángel y supieron quienes eran. Avisaron a ambos reinos de su localización y prepararon una emboscada. Ambos debían morir por lo que habían hecho. Ya que eran guerreros de categoría R, una emboscada era la mejor opción, una con muchos guerreros. El día llegó y los jóvenes padres captaron el peligro, pero no a tiempo. Se prepararon para el combate pero era imposible vencer a tantos guerreros. Pero ellos tenían algo muy importante que proteger. Su hija. La madre tenía grandes poderes para crear conjuros y decidió usarlos para protegerla, así que usó el conjuro de reencarnación. Este conjuro consiste en que la persona a la que se hechiza es de cierta manera enviada a nacer en un futuro lejano, sin recuerdos de quien es realmente hasta que despierte por completo. Pero esto costaba la vida al que lo ejecutaba, así fue como murió la madre de la niña, mientras que el padre murió luchando para darle tiempo a su amada. Se dice que el conjuro funcionó, y que la niña volvería a nacer entre los humanos en una forma humana y normal. Y aquí termina el relato de mi historia, es cuestión vuestra creerme o no."

-¡¿Qué vas a tener una qué?! -exclamó Minako que casi se atragantó con el sandwich.
-Misuzu tiene una cita, u-n-a cita -me restregaba Natsumi en la cara.
-¡No es una cita! Sólo me ha invitado a comer y eso -dije inflando los mofletes, estaba algo colorada de la verguenza.
-Si es que ya se le notaba que te estaba echando un ojo -dijo Hachiko con los brazos cruzados y una cara de satisfacción absoluta.
-¡Cállate! -grité muy sonrojada.
-La verdad es que me sorprende que aceptaras -me dijo Umi arqueando una ceja.
-Bueno es que me invitó a comer y eso... -dije desviando la mirada.
-No me digas qué aceptaste sólo por la comida...- dijo Minako incrédula.
-¡Qué poco la conoces! Esta tía hace cualquier cosa si le dan comida gratis -replicó Natsumi con un suspiro.
-¡E-eso no es verdad! -dije algo enojada.
-Claro que sí -soltó Natsumi con una carcajada.
Todas empezaron a reirse menos yo, que estaba roja como un tomate y cruzada de brazos mirando mal a mis amigas.
Cuando las clases acabaron abrí mi taquilla para cambiarme los zapatos, encima de ellos había una nota. La abrí y comencé a leer.

"Te espero en la plaza del reloj rojo a las 12:00 de la mañana. Que no se te ocurra dejarme plantado."
Yukito

¡Uy! Realmente me irritaba pero bueno, una comida gratis era una comida gratis, además tampoco tenía nada que hacer el sábado. La verdad es que con Yukito me sientía bien, como si nos conocieramos de toda la vida, quitando lo de que soy borde. Era una sensación familiar.
Cuando llegué a casa me fui a tomar un baño, me metí en la bañera y me tumbé en ella. Hace tiempo que no me bañaba, siempre tomaba duchas para ahorrar dinero, pero hoy me apeteció cambiar y relajarme. La verdad es que las últimas noches había tenido unos sueños muy raros aunque no los recuerdo. Siempre me despierto con dolor de cabeza y mareos. Es igual que cuando mis padres murieron, los mismos síntomas aunque no me ha salido la marca esa en el brazo derecho. Me miré el brazo, y para colmo sí que había aparecido la marca. Era una especie de llama estirada y negra que se enroscaba alrededor de mi brazo, desde la muñeca hasta el codo. Recordé el tatuaje que le asomaba a Yukito por la muñeca del brazo izquierdo. Me hizo gracia, ahora los dos teníamos que ocultar algo en nuestros brazos.

"¿Qué haces aquí? ¿Estás solo? ¿Perdido?" Una niña de aproximadamente cinco años miraba curiosa a otro niño de su misma edad. Llevaba las ropas rasgadas y sucias, tenía el pelo blanco y los ojos azules, claros y limpios. "Sí, estoy solo. No tengo padres y nadie me quiere. Dicen que estoy maldito." Respondió él.
"Entonces puedes venir conmigo y vivir aquí." La niña le cogió la mano y lo llevo hasta su casa. "¿Cómo te llamas?" Preguntó ella.
"Yukito, ¿y tú?" "Me llamo Misuzu, ¿te puedo llamar Yuki?" La niña sonrió ampliamente y él correspondió la sonrisa mientras caminaban juntos, cojidos de la mano. "Claro."

Abrí los ojos, otra vez no, otro sueño extraño. Me dolía la cabeza más de lo normal, estaba mareada y tenía calor pese a que hacía fresco. Me miré el brazo derecho, la marca seguía ahí, se había vuelto más oscura y ya estaba negra como la tinta, igual que un tatuaje.
-¿Qué hora es? -intenté coger el despertador y mirar la hora -Las once...¡¿Las once?!
Me levanté lo más rápido que pude y cuando me puse en pie me caí. Los mareos y el dolor de cabeza se apoderaban de mí. Pero no podía dejarlo plantado, además no podía avisarle. Me volví a levantar, esta vez con éxito. Tardaría unos quince minutos a pie para llegar a la plaza, así que tenía unos cuarenta minutos para prepararme. Abrí el armario y cogí unos pantalones cortos negros y una camisa blanca de acillas con el dibujo de un bajo y rosas rojas. Hacía calor pero soplaba un viento basante frío así que decidí ponerme unas medias rasgadas y negras y una chaqueta del mismo color. Para terminar me puse unas zapatillas blancas. Me quedaba media hora, me arreglé el pelo y fui a la cocina para comer algo, tenía el estómago vacío. Me tomé una pastilla para el dolor de cabeza y los mareos, no fuera a caerme en medio de la calle. Salí veinte minutos antes de la hora acordada e inicié mi camino, me tomé mi tiempo para que no me pasara ninguna desgracia. La chaqueta me escondía la marca aunque asomaba un poco el inicio. Llegué a la plaza y allí estaba él, apoyado en una de las farolas. Llevaba una sudadera azul marina y unos vaqueros algo apretados en las piernas y en los pies unas zapatillas negras. Ví que algunas chicas que pasaban lo miraban de reojo, aunque él ni las notaba, entonces caí en que Yukito era bastante guapo y estaba teniendo una cita con él. Nada más pensarlo sentí el calor en mis mejillas y me quité la idea de la cabeza.
-Hola,¿llevas mucho esperando? -le saludé aunque parece que le pille en las nubes, en sus pensamientos.
-Ah, hola. No, tranquila -parecía algo desconcertado -Pensé que no vendrías, la verdad.
Con que era eso, estaba preocupado por si aparecía.
-Pues si tenías eso pensado, me voy -me dí la vuelta para volver a casa.
-No,no,no -me cogió de la muñeca derecha-solo decía qué como a veces eres media rarita...
-Pues sí, lo soy, pero no para dejar a alguien plantado -me solté, no porque me molestara, si no porque no quería que viese mi marca - Además no me dejaste opción, no tengo tu número para decirte que no puedo ir o algo -estaba algo enfadada y me puse colorada.
-Vale, lo siento por no confiar en ti. Aunque, me alegro de que hayas venido -me sonrió amplia y tiernamente, era tan agradable.
-Pues ya te dije que no me dejabas otra -giré la cabeza para que no viera que me había sonrojado ligeramente, y que yo también sonreía.
-Bueno, son las doce, ¿qué quieres hacer? -me preguntó.
-Pues no lo sé, se supone que debías organizarlo tú -le reproché.
-Lo sé, pero no estaba seguro de que tipo de cosas te gustan, ya sabes, no hablamos lo suficiente.
Él siempre fue amable, aunque yo siempre fuera testaruda y borde. Entonces, sentí ganas de sonreir, y lo hice.
-¿Qué?¿Qué pasa?¿He dicho algo extraño? -me preguntó sorprendido por mi repentina sonrisa.
-No es nada. Pues, ¿qué tal si damos un paseo y hablamos hasta la hora de comer? -propusé, con la misma sonrisa de antes.
El asintió con la cabeza y empezamos a caminar. Hablamos de muchas cosas; intereses, gustos, algunas cosas del pasado...Y dos horas pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Entramos en un restaurante del lugar, uno normal y corriente.
-Entonces, ¿tus padres murieron cuando tenías siete años? -me preguntó Yukito después de haber pedido la comanda.
- Sí, luego viví con mi abuela otros siete años hasta que falleció. Después de eso me mudé a Tokyo¿Y tú Yukito?
-Bueno, mi padre murió cuando tenía meses de edad así que no le recuerdo y mi madre vive lejos de aquí -me explicó tranquilamente, aunque había algo extraño. Entonces recordé a la mujer "demonio", se parecían muchísimo aunque ella aparentaba algo jóven para ser su madre.
-Entonces,¿vives solo?
-Sí, en un pequeño apartamento.
-¿Y tu madre ha venido ultimamente por aquí? -tenía curiosidad, era algo estúpido, pero para mí, algo encajaba.
-¿Mi madre? Pues no,¿por qué lo preguntas? -parecía bastante asombrado y desconcertado, algo le inquietaba.
-No, por nada, curiosidad -preferí guardarme mi encuentro con la mujer extraña.
Las bebidas llegaron. Yo había pedido un batido de frutas y él un refresco. Levanté el batido con las manos para beber mejor de la pajita y las mangas de la chaqueta se me bajaron, mostrando parte de mi marca. Yukito la vió y pareció aterrado. Me agarró de la muñeca y tiró de la chaqueta, dejando al descubierto la marca entera, negra como la tinta y algo escalofriante.
-No la tenías ayer -parecía muy serio.
-Me lo hice ayer, ¿te importa? Tú también tienes uno -me solté con fuerza y me bajé la manga, estaba enfada por su reacción y forma de hablarme.
-Mentira, si te lo hiciste ayer no estaría así -parecía enfadado, le he dado una respuesta algo lógica, ¿qué pasa?¿Cree en la magia o qué?
-Ya, mentira, entonces ¿cómo me lo hice, eh? -intenté engañarlo, aunque yo tampoco tenía idea del por qué y el cómo tenía esa marca, pero sentía el deber de mantenerlo en secreto. Hasta ahora.

Heart of Dead [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora