Capítulo IX

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El Sol ya se había ocultado tras el horizonte cuando la sala empezó a iluminarse de un tono azul inteso y cegador. Gabriel y Ángelo miraron con atención el orígen de la luz, de donde salió Morgianna, manchada de sangre y con cara de horror. Intentaba recuperar el oxígeno que el miedo le había quitado.
-¡Morgianna! -gritó Gabriel, corriendo hacia ella.
-Ga... -la falta de oxígeno impidió que terminara la palabra.

Ángelo se levantó del trono y se dirigió a donde estaban los dos ángeles.
-Morgianna -dijo con desilución. -Me has fallado.
-¡Es imposible! Es un monstruo, me habría matado a mi también -gritó histérica Morgianna;Gabriel la tranquilizó. - Pero me dejó ir, sólo para traeros un mensaje.
-¿Ah sí? -Ángelo parecía muy interesado.
-Me dijo que aún era pronto para ir a visitaros -le comentó, ya algo más tranquila.
-Yo no pienso esperar hasta que ella quiera -replicó enfadado. -¡Eres una completa inútil!
Ángelo golpeó a Morgianna en la cara, tirándola al suelo.
-¡Padre! -Gabriel le cogió por el brazo. -¿Qué cree que hace?
-No interfieras, Gabriel -dijo, soltandose con arrogancia. -¡Soldados, llevadla a las mazmorras!
Los soldados se llevaron a Morgianna, que no presentó ningun ánimo de huir y Gabriel sólo la miró mientras marchaba. Apretó los puños con fuerza, jurando sacarla de aquel lugar.

Misuzu ordenó a un par de sirvientas del palacio limpiar aquella escena horrible. Katelyn seguía mirándo con horror a Misuzu a medida que esta se acercaba.
-Katelyn -dijo, y la chica se sobresaltó. -Voy a descansar.
Misuzu se marchó, dejando atrás a Katelyn, que seguía sin poder moverse.
-Es un monstruo -se dijo para si misma.

Misuzu llegó a su cuarto y entró con tranquilidad. Al entrar pudo ver que en su cama había alguien, alguien que ya conocía.
-¿Qué has hecho? -preguntó Yukito. -Todos esos soldados, tienen familia, amigos, compañeros...Esto no es la solución.
-No me digas lo que tengo que hacer -respondió Misuzu, en tono frío y vacío.
Yukito la miró por primera vez y se quedó algo asombrado.
-Vaya, sí que has cambiado -dijo él, levantandose de la cama y poniendose enfrente de ella. -Creo que te prefería antes.
-Pues que pena, porque esa no era yo de verdad -replicó sin emoción ninguna.
Yukito solo la miró.
-Mentira -contestó él, acercandose más a Misuzu, dejando solo unos pocos centímetros entre los dos.

Misuzu no sabía cómo, pero Yukito la conocía demasiado bien, eso la calmaba pero también la asustaba. Ella confiaba en Yukito, pero él,¿la seguiría queriendo? ¿Después de volverse aquello que era?
Ella miró a Yukito a los ojos, esos ojos azules y hermosos.

-Lo ves -sonrió él con ternura.
-No -dijo Misuzu, dándole la espalda a Yukito para salir de la habitación.
Yukito la detuvo y la atrajo hacia él, abrazándola.
Misuzu ahora era más alta y le llegaba a Yukito casi por el hombro. Él posó su mano sobre su cabeza y acarició su blanco cabello.
-Siempre estaré aquí para tí, así que no te sientas sola-le susurró al oído.
Misuzu lo abrazó con fuerza, sin decir nada.
Estuvieron así un par de minutos, hasta que Misuzu se soltó y se dió media vuelta para salir de la habitación.
-Tengo algo que hacer-fue lo único que dijo, antes de desaparecer por los pasillos.
Yukito se limitó a contemplar como se marchaba.

El resplandor de la aureola de Morgianna iluminaba parte de la celda donde se encontraba, aunque muy poco. Apoyada contra una de las paredes, Morgianna esperaba en silencio su castigo, dándolo todo por vencido. Sin esperarlo, escuchó un extraño ruido, un grito ahogado, procedente de uno de los pasillos. Pensó en la posibilidad de que fuese un ratón, pero tenía la sensación de que algo no iba bien.
-¿Hola?-preguntó, tensa.
Pero solo hubo silencio.


Gabriel había salido del castillo en silencio y bajó sin ser visto hasta las mazmorras. Caminó por los oscuros pasillos, sin hacer ruidos, pero le preocupó el hecho de no haber encontrado a nadie todavía. Aligeró el paso, algo preocupado, cuando pudo ver por fin la curva que lo llevaría hasta la celda de Morgianna. Casi acelerado por la adrenalina se tropezó con algo, un bulto negro en el suelo. Se fijó mejor y vió que era un soldado, no sabía si muerto o inconsciente, pero eso ahora no le preocupaba. Empezó a correr para llegar a la celda de la ángel, pero cuando llegó se llevó una sorpresa: una figura humana, una chica para ser exactos, cargaba a Morgianna en brazos, que parecía sin vida, pero Gabriel pudo alcanzar a verla respirar. La chica se giró y Gabriel vió unos ojos rojos, llenos de ira y frialdad.
-¡TÚ- -gritó Gabriel, pero no pudo acabar;Misuzu y Morgianna ya habían desaparecido de la celda.

Heart of Dead [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora