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Había estado caminando por la institución después de hablar con Izzy, debía irse pronto de ahí, pero no le apetecía. Aúnque, ya no tenía nada que hacer ahí.

No quería volver a casa, no porque fuera mala, llena de problemas o gritos, no había nada de ello. Pero, era de esos días que convivir con sus progenitores y sus preguntas sobre cómo iba su vida no le apetecía escucharlas. Sin una razón mas fuerte aparente.

Se dirigió al patio trasero donde se sentó debajo de un árbol. Sacó una libreta de su mochila llena de pines de diferentes bandas de rock.

En su pequeña libreta azul llena de poemas, escritos y dibujos. A veces solo necesitaba pensar en esa persona especial para que la inspiración llegará como la luna llena al cielo en una noche oscura.

Tomó una pluma negra que siempre cargaba consigo en el bolsillo de su pantalón.

Dejó que la tinta china llenará el papel blanco con líneas horizontales. Su iris azul no despegó la vista ni un segundo del papel, mientras su mano escribía con rapidez en la hoja.

Sonrió satisfecho al terminar de escribir, tomó la libreta y en un intento de declamación leyó aquel poema que había inventado.

Promesa roja.

Me pierdo en el rojo de tus labios
que me invitan a besarlos
y nunca soltarlos.

Retener tus labios con los míos en un beso,
acariciar tus mejillas con mis manos,
transmitirte mis sinceros sentimientos.

Voy a perderme en el sabor único de tú ser,
en las angelicales facciones de tu rostro
y en la combinación hermosa de tu mirar.

Déjame tenerte en mis brazos,
aunque un segundo sea, lo atesorare.
Tomaré tus mejillas y señare
el pacto de mi amor verdadero.


A veces, no creía que todos quellos poemas que en un inicio había creado para alguien que creía inalcanzable, ahora está más que dispuesto para declamarlos y admirarlos. Se sentía como un sueño, era casi irreal. Pero, todo le demostraba que no estaba soñando o fantaseando; esa era la realidad y la amaba.

Guardó su libreta en la mochila. Se levantó del pasto, colgó su mochila. Camino hasta la salida del colegio.

Era de hora de volver a casa.

Sus mejillas estaban rojas, su frente caliente y sudorosa, pero era cubierta por un trapo lleno de agua fría

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Sus mejillas estaban rojas, su frente caliente y sudorosa, pero era cubierta por un trapo lleno de agua fría. Su cuerpo dolía y no paraba de toser o estornudar.

Está acostado en su cama sin poder moverse. Había pescado un resfriado y no había podido salir a tomar sus clases. Ya era la tarde y aún seguía en cama.

-Estaras bien, cariño.- Susurró su madre con dulzura.- Llamé a tu amigo, vendrá en un rato.

Apenas pudo asentir, ya que su garganta se había cerrado y no le permitía hablar.

Se sentía demasiado cansado, así que decidió dormir un rato en lo que Izzy llegaba.

Había dormido por lo menos media hora. Al despertar miró a su alrededor, sentado en una silla cerca de su cama está un rubio. Frunció el ceño al no ver a su amigo.

-¿Te sientes mejor?- Quito el pequeño trapo de su frente, exprimió el agua ya caliente y lo sumergió en agua fría. Lo puso de nuevo en su frente.- ¿Quieres comer?

-¿Dónde esta Izzy?- Apenas pudo preguntar por el fuerte dolor de su garganta, que tan solo después de pronunciar esa frase dolió demasiado. Kurt solo sonrió.

-No pudo venir, está ocupado con lo del festival de verano. Así que, vine yo.- Amplio su sonrisa.

Axl lo miró, se había percatado de quien era desde el momento en el que hablo. Sonrió levemente, mientras intentaba sentarse.

Cobain lo ayudó a sentarse. Al parecer, ya se había cansado de estar acostado. Aunque, no creía que sentarse fuera lo mejor, no lo ayudaría a recuperarse.

-¿Quieres comer?- Volvió a preguntar. Axl solo negó, no estaba en condiciones para hablar.- ¿Quieres algo?- Asintió.

Rose señaló al pequeño escritorio que había en su habitación. Kurt se dirigió hasta ahí y le enseño varias cosas que había sobre la mesa. Hasta que tomo una libreta y Axl asintió.

Kurt volvió a dónde anteriormente estaba sentado, con la libreta y una pluma.

-No puedes hablar, ¿verdad?- Axl negó, recibiendo las cosas que Kurt había traído de la mesa.

“¿Qué haces aquí?” Escribió en la libreta.

-Es que Izzy no pudo venir, así que vine yo.- Dijo de nuevo.

“No era necesario que vinieras.”

-Pero, quería venir. Saber cómo estabas.- Sonrió.

Axl lo miró, una pequeña sonrisa se asomaban en sus labios. Amaba que Kurt se preocupara por él.

“¿Cómo mi madre te dejo entrar?”

-Solo le dije que era un amigo tuyo, porque lo soy, ¿no?- Axl asintió varias veces.- Lo dudo un poco, pero me dejó pasar.

“Vale.” Fue lo único que escribió.

Kurt lo miró. Aún, estando enfermo le parecía muy lindo. Siguió platicando de lo que había pasado aquel día en el instituto. Aunque, no habría sido gran cosa, era divertido contarle un poco de su día a día.

Axl, en cambio, solo escuchaba cada cosa que el rubio decía. Le entretenía escucharlo hablar de cualquier tema. Además, de que lo hacía conocerlo un poco más.

Ambos, se sentían bien. Kurt cuidaba a Axl en ese momento de enfermedad, mientras Axl escuchaba todo lo que Kurt tenía por decir.

Así que, cuando Cobain tuvo que irse de la casa de Rose para volver a la suya, ambos querían que eso no pasara. Pero, no podían hacer nada y Kurt terminó yéndose de ahí, no sin antes despedirse con un beso en la mejilla.

“Adiós.” Había escrito con mayúsculas y en una hoja completa. Kurt rio suavemente por esa acción.

Al otro día se verían.

𝘗𝘰𝘦𝘮𝘴 𝘧𝘰𝘳 𝘮𝘺 𝘣𝘦𝘭𝘰𝘷𝘦𝘥 ·𝘒𝘶𝘳𝘵𝘢𝘹𝘭·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora