Marta De La Reina se consideraba poseedora de un corazón de diamante del que nunca se enamoraría verdadera y profundamente.
Dueña de la inmobiliaria De La Reina, una de las más prestigiosas de Florida, pensaba que todo iba bien, estaba prometida co...
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El día comenzó lentamente mientras Marta se estiraba y se levantaba mirando por la ventana del dormitorio.
El mar de West Palm Beach era una de las maravillas que más admiraba.
A pesar de toda la recurrente pereza matutina, mirar esa inmensidad azul la hacía sentir como en casa, como si nada más en el mundo importara, sólo mirar las olas ir y venir en ese rincón de Florida.
A pesar del cansancio que la dominaba por el ajetreado día en la oficina de bienes raíces, no podía negar que todo ese trabajo había dado sus frutos desde hacía algún tiempo. Ella se sintió agradecida por eso.
Esa mañana el sol salía en un tono amarillo oscuro y ella se quedó allí hipnotizada viéndolo emerger lentamente desde detrás del mar.
El día anterior había sido largo y si no fuera por el viaje de trabajo que Jaime tuvo que realizar por la mañana, probablemente estaría allí junto a ella, dormido en la cama.
Marta sonrió al mirar su mano derecha. El anillo solitario con un diamante era un poco exagerado, pero hermoso.
Segundos después la sonrisa se desvaneció a una expresión más seria, cuando se dio cuenta de que ahora era una novia.
Casarse nunca estuvo en los planes de Marta De La Reina. Siempre ha estado orgullosa de ser independiente.
Trabajó desde pequeña aunque provenía de una familia acomodada, terminó tempranamente Administración de Empresas y al poco tiempo de realizar un curso de intermediación inmobiliaria, combinando negocios con placer, abrió su propia empresa, que empezó con tres empleados, entre ellos ella misma. .
Hoy esta cifra ya superaba los doscientos y la empresa era una de las inmobiliarias más importantes del país. Ahora, a sus 37 años, tras varios cursos intensivos en el extranjero, tenía muchos planes para la empresa.
Pensó que casarse arruinaría todo esto...
Era inevitable estar donde estaba ahora. En algún momento supo que la propuesta se haría realidad, pero a pesar de su inseguridad nunca pensó en decir que no.
Pensaba que amaba a Jaime, era un buen hombre y sin duda sería un buen marido.
Él era un gran trabajador y ella siempre admiró a quienes se dedicaban a su trabajo. Además de todo, era amable y hermoso. No había ninguna razón para equivocarse.
Decidió sonreír nuevamente ante el anillo en su dedo. Le envió un mensaje a Jaime antes de ir a la ducha.
"El anillo está aún más hermoso por la mañana. Que tengas un buen día mi Jaime".
No sabía por qué, pero siempre tuvo dificultades para llamarlo con apodos cariñosos como 'cariño', 'hermoso', 'amor'.
Se quedo con 'Jaime' la mayor parte del tiempo. No le importaba, así que decidió no forzar nada.
