Mira quién ha vuelto
Buena lectura
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Estaba demasiado inquieta para dormir y ningún medicamento la ayudaría. Su piel ardía por la fiebre y la ducha fría fue todo lo que le vino a la mente.
Marta dejó correr el agua por su cuerpo y perdió la noción del tiempo.
Cada vez que pensaba en la boca de Fina, su olor, su estar tan cerca, su piel volvía a hervir en respuesta. Intento no pensar, pero fue en vano.
Se sentó en el sofá con su hobby azul y una copa de Martini en las manos. No tenía el más mínimo hábito de beber, pero necesitaba algo fuerte para razonar mejor, o al menos intentarlo.
Marta utilizó toda su lógica para comprender qué era ese sentimiento que cada vez crecía más fuerte en su pecho. ¿Cómo pudo pasarle esto a ella?
Cuando Marta tenía 10 años, su madre la abandonó, tras engañar a su padre con su mejor amigo, al que llamaba tío Rob.
Fue un shock, un trauma.
Begoña tenía apenas un año y probablemente ni siquiera recuerda las muchas noches que pasó su hermana mayor llorando envuelta en la ropa de su madre y la profunda depresión en la que entró su padre.
Marta tuvo que trabajar, abandonó la escuela, aprendió por las malas a preparar comida. Se convirtió en madre de Begoña y de su padre.
La familia había vivido fuera de Florida durante años, intentando ganarse la vida en Los Ángeles. No había familiares alrededor. Los vecinos ayudaron llevando al padre a tratamiento psicológico y haciéndole la compra de vez en cuando.
Al rato, Begoña empezó a llorar por la ausencia de su madre y enfermó. Terminó ardiendo de fiebre y con su padre deprimido, recordó Marta cuando una vez fue desesperada a la puerta de su vecina para pedir ayuda.
Con el tiempo, el dinero se acabó y Marta tuvo que luchar.
Empezó a despertarse a las 3 de la mañana para preparar la comida. A los siete años salió a la calle y utilizó el kit de lustrado de zapatos de su padre para ganarse unas monedas en un barrio apartado.
Lo poco que obtuvo lo utilizó para comida y alquiler. El padre tuvo pocos momentos de lucidez y lloró profusamente pidiendo perdón a su hija. Al principio Marta sintió pena, luego se enfadó.
Empezó a pensar que era débil, un cobarde.
Decidió que ya no pensaría en su madre y que Begoña sería su inspiración para no darse por vencida. Había días en los que estaba cansada y los zapatos gastados por las largas caminatas le creaban ampollas en los pies.
La mayoría de los días pasaba hambre en la calle, porque siempre priorizaba a Begoña y se preocupaba por dejarle la mayor cantidad de comida posible.
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DIAMOND HEART
RomanceMarta De La Reina se consideraba poseedora de un corazón de diamante del que nunca se enamoraría verdadera y profundamente. Dueña de la inmobiliaria De La Reina, una de las más prestigiosas de Florida, pensaba que todo iba bien, estaba prometida co...