LUGAR PARAÍSO

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Punto de vista de Marta 

La semana para mí fue como siempre. Cuando entré a la empresa, estaba inmersa en todas las responsabilidades diarias.

Eran tantos los compromisos que tenía la sensación de que no podría resolver la mitad de lo que estaba programado en la agenda que Sara, mi secretaria, me entregaba todas las mañanas.

Fue bueno, a pesar de ser agotador.

Siempre me ha apasionado el trabajo, pero no tanto como esto. No sólo por la satisfacción de dirigir mi propia empresa, sino porque este encargo cubría todas mis necesidades de realización personal.

El jueves almorcé con Jaime en un restaurante cercano a la empresa.

Era tan cariñoso conmigo que incluso me dio varios besos en público, lo cual no era realmente lo suyo.

Nunca lo culpé, sabía que era creación de mi querida suegra Tereza. Y cuando digo querida, créanme, estoy en el nivel más alto de la ironía.

Tenía curiosidad sobre el método de Fina para organizar nuestra boda, pero estoy segura de que no más que yo.

Por la noche, cuando me iba a dormir, me encontraba pensando en cómo sería el sábado y, a veces, durante el día, esos pensamientos también me atormentaban.

En algunas vi su cara, no sé exactamente por qué.

Estaba un poco ansiosa, inquieta.

El matrimonio probablemente le hace eso a la gente, ¿verdad?

– Marta, ¿puedo ir el sábado? – preguntó Jaime con cariño.

– No me lo dijo Jaime. Pero estamos comprometidos, ¿verdad? ¿Cuál podría ser el problema?- Estaba un poco nerviosa ese día e hice lo mejor que pude para mantener la calma.

– Pues entonces estare contigo el viernes para que sea más fácil. Dile que no necesita recogernos, solo dale la dirección.

– Está bien.- Me irritó un poco la idea de que él siguiera adelante, pero decidí ignorar mi mal humor.

– ¿Estás aburrida?- Me miró.

– No, sólo algunas preocupaciones. Todavía tengo mucho que hacer hoy y el plazo es corto. - Me disfrazé.

- Hmm ya veo. Bueno, entonces, ¿pedimos la cuenta, amor?

- Por mi todo bien.

Jaime llamó al camarero y le pidió la cuenta.

Ni siquiera había terminado su comida todavía y sentí remordimiento. Sabía que a él le encantaba comer y probablemente quería irme porque no me gustaba en ese momento.

– Ya puedes terminar la comida, cariño.- Mi voz más dulce le hizo sonreír.

Me besó tiernamente y me miró con sus ojos claros.

DIAMOND HEARTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora