🦋 27

13 2 0
                                    

Sowon patinó hasta detenerse frente a la casa de Eunha, sintiéndose a cada minuto como la adolescente hormonal que una vez fue.

Había dejado dormida a su madre mientras Sooyoung y los niños la cuidaban. Tenía un par de horas libres antes de que necesitara relevarlos.

Mañana... domingo... estaba planeando una cena familiar y seguiría el ejemplo de Eunha encargando una variedad de platos de Sapori D'Italia. Pero ahora... en este momento... sólo quería estar con Eunha.

Llamó a la puerta y tocó el timbre a la vez. Eunha la estaba esperando y abrió sólo unos segundos más tarde. Se quedaron de pie mirándose la una a la otra y la mirada en los ojos de Eunha provocaron que su pulso se acelerara.

Sí, como cuando eran adolescentes. Y al igual que entonces, Eunha tiro de ella hacia adentro, cerrándole la puerta al mundo.

—Estás sola ¿verdad? —preguntó sabiendo que lo estaba.

Eunha se deslizó entre sus brazos, besándola lenta y suavemente, jugueteando con los labios de Sowon antes de alejarse.

—Dijiste que teníamos dos horas. No quiero pasarla hablando —dijo Eunha con una sonrisa mientras la llevaba hacia su dormitorio.

Sowon le quitó la camisa en el camino, ciñéndose a Eunha tan pronto entraron en el dormitorio. Casi gimió cuando descubrió que no había sujetador y luchó con el suyo, dejándolo caer en el suelo junto a su camisa, antes de atraer a Eunha hacia ella, sus pechos triturándose entre sí.

—Dios, te extrañé —murmuró contra los labios de Eunha— anoche fue interminable.

Las manos de Eunha se movieron entre ellas, desabrochando sus vaqueros y bajando la cremallera, lo suficiente como para lograr que su mano entrara.

—Yo también te extrañé —dijo Eunha, sus dedos, su mano, deslizándose por sus bragas y tocando su piel.

La lengua de Eunha era insistente y Sowon le permitió tomar el control, su propia lengua bañada por la de Eunha. Gimió cuando los dedos de Eunha se deslizaron a través de sus rizos húmedos, tocando su clítoris, frotándolo ligeramente.

—Voy a caerme —susurró Sowon.

—Abre las piernas —dijo Eunha haciendo caso omiso de su advertencia.

Sowon siguió su mandato, tratando desesperadamente de no perder el equilibrio. Apenas tuvo tiempo de pensar cuando los dedos de Eunha la llenaron. Se aferró a ella, respirando con dificultad mientras Eunha movía sus dedos dentro de ella.

—Baja tus vaqueros —pidió Eunha, sus ojos eran como fuego mientras miraban a Sowon.

Sowon los empujó por sus muslos hasta sus rodillas, gimiendo en voz alta mientras Eunha comenzaba a frotarse contra ella, dentro de ella. Las caderas de Sowon se movieron con ella, imitando cada golpe.

Trató de besar a Eunha, sus lenguas bailaban juntas, pero estaba jadeando por falta de aire y se apoyó pesadamente contra ella, ambas con sus pieles humedecidas por el sudor, jadeando a medida que sus respiraciones disminuían.

—Estás tan mojada —susurró Eunha— ¿Puedes sentirme dentro de ti?

—Dios, si~ —siseó Sowon, sus caderas intentando mantener el ritmo— no te detengas.

—Nunca.

Sus piernas estaban temblando, amenazando con ceder a medida que se empujaban juntas.

La mano libre de Eunha estaba alrededor de su espalda, sosteniéndola muy cerca y Sowon sabía que esa era la única razón por la que todavía estaba en posición vertical. Cada golpe la traía más cerca y cuando sintió el pulgar de Eunha frotando su clítoris, echó la cabeza hacia atrás, la presión creciendo cada vez más.

A los 10 │WonhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora