XII

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A lo lejos, se escuchaba el eco ensordecedor de los cañones, acompañados por las melodiosas notas de variados instrumentos en coordinación. Desde la pequeña ventana, observé cómo el puerto de un pueblo comenzaba a hacerse visible bajo la densa neblina de la costa.

—Majestad, permítanos...

Varias chicas se acercaron rodeándome, llevando consigo un sinfín de prendas. Una a una, me fueron vistiendo de pies a cabeza, envolviéndome en telas finas. Al principio, me negué rotundamente a que me vistieran, pero ese hombre, pese a mis protestas, insistió diciendo: "Una reina no debería vestirse sola; para eso están los sirvientes". Me sentía extremadamente incómodo, pero gracias al cielo, lo más rápido que lograron ponerme fueron mi ropa interior. Me resultaba curioso la vestimenta de los nobles: ¿No les dará calor usar tanta tela?

—Takemicchi...

Ahí estaba él, mirándome desde un rincón de la sala, y llevaba horas así. ¿Acaso soy algún tipo de fenómeno anormal ? Él es un rey, ¿no debería estar administrando sus asuntos en lugar de pasar el día observándome? Su presencia me asfixiaba y su mirada era un peso insoportable.

—Soberano, permítame informarle que estamos a punto de llegar.

Un hombre alto y moreno entró con una venda tapando sus ojos notificando desde la entrada.

—Perfecto. ¿Ya han dado la noticia de la llegada de la reina? ¿Han alistado los preparativos para la boda?

Que esta diciendo ahora ¿Una boda? ¿Piensa casarse conmigo sin ni siquiera preguntarme? ¡Qué descaro! Ni en mil ciclos yo podría dar el "sí" , no pienso casarme con él. Solo estaré junto a él para evitar que muera, o al menos eso es lo que pienso proponerle, no se me ocurrió algo mas.

Terminaron de vestirme, ajustando cada pliegue y detalle con precisión.

_ Rey, yo-

En un movimiento inesperado me posicionaron en medio del cuarto y todas las mujeres presentes se alinearon en dos filas frente mío, creando un estrecho pasaje entre ellas, las observé con notoria extrañeza, iba a preguntar que estaba pasando, hasta que mis ojos se encontraron con una señora, un poco anciana, que acababa de entrar con una vestimenta diferente a la de las demás, diría que más elegante.

_ Mi rey

Hizo una breve reverencia hacia el rey para luego dirigir su mirada a hacia mi. Aquella mujer sostenía en sus manos una pequeña caja dorada, adornada con intrincados detalles florales que parecían estar forjados en oro. En la apertura de la caja, un diminuto diamante azul brillaba con tal intensidad que me dejó por un momento fascinado por su radiante belleza.

Con un porte solemne, la señora entregó la caja a una de las mujeres presentes. Está, al recibirla, cerró los ojos como si estuviera ofreciendo una plegaria silenciosa y se inclinó con una reverencia sumisa. En ese momento, todas las presentes exclamaron al unísono, con una voz que resonó en el aire y me estremeció completamente:

—Los dioses bendigan a la reina.

El eco de sus voces se desvaneció lentamente, dejando tras de sí una atmósfera cargada de misterio. La señora, murmurando lo que parecían ser antiguos rezos en un idioma arcano, comenzó a extraer algo de la caja. Un resplandor suave y cálido emergió de su interior, iluminando sus manos y el entorno inmediato. Observé con atención y admiración cómo, con movimientos ceremoniosos, la señora revelaba una magnífica tiara.

La tiara era una obra de arte deslumbrante, casi completamente hecha de diamantes. Eran tantos los diamantes engarzados en ella que resultaba imposible contarlos, cada uno resplandeciendo como estrellas en una noche despejada. La luz que irradiaban llenaba el espacio de destellos etéreos, creando una ilusión de cielo estrellado. La belleza de la tiara era tan imponente que parecía haber sido forjada por manos divinas, destinada a coronar a alguien de gran nobleza.

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⏰ Última actualización: Jul 28 ⏰

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Mi reina - MaitakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora