CAPITULO 15

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Después de despedirse de Shyvana, quien decidió quedarse en su hogar en el bosque, Quetzulkan y Zoe emprendieron su viaje hacia la capital de Demacia. El camino era largo y arduo, serpenteando a través de densos bosques, colinas ondulantes y prados bañados por el sol. Cada paso los llevaba más cerca de la ciudad amurallada, pero también más profundamente en el corazón de una nación que desconfiaba de la magia y de aquellos que la practicaban.

A lo largo del viaje, las conversaciones entre Quetzulkan y Zoe variaban desde estrategias para el futuro hasta recuerdos compartidos de sus aventuras pasadas. A pesar de los desafíos que sabían que les esperaban en Demacia, ambos se sentían fortalecidos por el amor y la confianza que se habían confesado la noche anterior. La compañía del uno al otro les brindaba consuelo y seguridad en medio de la incertidumbre.

El paisaje cambiaba lentamente, pasando de los frondosos bosques a las vastas llanuras demacianas. La presencia de guardias y patrullas se hizo más frecuente a medida que se acercaban a la capital. Los estandartes de Demacia, con su emblema del león, ondeaban orgullosamente en las torres y murallas.

Finalmente, al llegar a las puertas de la capital, fueron detenidos por un grupo de guardias demacianos. Los ojos fríos y desconfiados de los guardias se posaron en Zoe, con su apariencia flotante y mágica, y en Quetzulkan, cuya naturaleza vastaya era evidente. Las preguntas comenzaron rápidamente, llenas de sospecha y desconfianza.

"¿Qué negocio tienen aquí, mago y vastaya?" preguntó uno de los guardias, su tono brusco y desafiante.

Quetzulkan mantuvo su compostura, mirando directamente al guardia. "Hemos venido en busca de audiencias y para aprender más sobre su cultura. No somos una amenaza."

El guardia frunció el ceño, evidentemente no convencido. "Demacia no es un lugar para los que practican la magia. ¿Qué pruebas tienen de sus intenciones?"

Zoe, flotando ligeramente, sonrió con amabilidad, pero su voz llevaba un tono firme. "No necesitamos pruebas. Estamos aquí en paz y simplemente deseamos explorar y entender mejor su nación."

Otro guardia intervino, su mano descansando peligrosamente cerca de la empuñadura de su espada. "¿Cómo sabemos que no son espías o que no planean causar problemas? Los magos y los vastaya no son bienvenidos aquí por razones obvias."

"Estamos aquí por voluntad propia y con buenas intenciones," replicó Quetzulkan, su voz serena pero firme. "No queremos causar ningún problema."

El guardia que había hablado primero dio un paso adelante, su expresión endurecida. "Las buenas intenciones no significan nada aquí. Necesitamos hechos, pruebas concretas de su lealtad y de que no representarán una amenaza para Demacia."

Antes de que la situación pudiera escalar más, una figura familiar apareció entre la multitud de guardias: el príncipe Jarvan, todavía mostrando signos de sus heridas, pero notablemente recuperado. Su presencia imponente y su autoridad eran inconfundibles.

"¡Deténganse!" ordenó Jarvan, interrumpiendo el interrogatorio. "Estos dos son mis benefactores. Gracias a ellos, estoy aquí, vivo y de regreso en Demacia."

Los guardias se retiraron rápidamente, inclinando la cabeza en señal de respeto y obediencia. Jarvan se acercó a Quetzulkan y Zoe, su expresión agradecida y amable.

"Me alegra verlos de nuevo," dijo Jarvan, su voz llena de gratitud. "No tuve la oportunidad de agradecerles adecuadamente por salvarme."

Quetzulkan y Zoe asintieron, agradeciendo sus palabras. "Estamos contentos de ver que estás recuperado, príncipe," dijo Quetzulkan.

Jarvan continuó, "Estoy de camino a un pueblo cercano donde se ha avistado un dragón. Voy con mis guardias personales para encargarnos de la amenaza."

"El Renacer en Runaterra"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora