CAPITULO 20

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Con la corriente como su única guía, Quetzulkan y Vex fueron llevados hasta las cercanías de Aguasturbias. La embarcación, azotada por las olas y el viento salado, finalmente encalló en una costa rocosa, despertando al vastaya de su letargo. A su lado, Vex permanecía acurrucada, murmurando cosas incomprensibles a su sombra, que se movía con una inquietud casi sobrenatural.

Quetzulkan, recobrando sus sentidos, tomó los remos y comenzó a maniobrar la pequeña embarcación hacia la tierra firme. Mientras lo hacía, observó el entorno que los rodeaba. Aguasturbias, un puerto famoso por su caos y anarquía, se extendía ante ellos con sus estructuras de madera y metal oxidado. Las construcciones parecían surgir directamente del agua turbia, formando un laberinto de callejones oscuros y tabernas llenas de personajes de dudosa moralidad. El aire estaba cargado de salitre, humo de tabaco y el constante murmullo de riñas, negociaciones clandestinas y el bullicio de la vida pirata.

No había terminado de amarrar la embarcación cuando un grupo de residentes se acercó rápidamente, su desconfianza hacia los forasteros palpable. Los piratas y maleantes de Aguasturbias eran conocidos por resolver cualquier disputa con rapidez y violencia. Sin mediar palabra, comenzaron a interrogar a Quetzulkan, y la situación se tornó rápidamente hostil.

Las armas de fuego y espadas de los atacantes no lograron hacer mella en la formidable defensa del vastaya. Quetzulkan, con la destreza de un guerrero veterano, se movía entre ellos con una gracia letal, sus garras y fuerza abrumando a los atacantes. Los golpes resonaban, mezclándose con los gritos y disparos que atraían a más piratas, convirtiendo el muelle en un campo de batalla caótico.

En medio de la confusión, Vex bajó del bote con una calma inquietante. Al verla, los piratas y maleantes se detuvieron, sus miradas de codicia y miedo cambiando instantáneamente a expresiones de respeto y precaución. En Aguasturbias, todos sabían que meterse con los yordles era una pésima idea. Rumores recientes hablaban de cómo los legendarios mercenarios Graves y Twisted Fate habían intentado capturar a algunos yordles, solo para terminar con las manos vacías y Graves con una pierna dislocada. Exageraciones sobre yordles que podían crecer varios metros y convertirse en gigantes también circulaban, alimentando el temor hacia estos pequeños seres mágicos.

Mientras Vex avanzaba por el muelle, los piratas sin valor se apartaban, permitiéndole el paso sin problemas. Aquellos que se aventuraban a atacarla eran rápidamente golpeados por la sombra de la yordle, que parecía tener vida propia y defendía a su dueña con ferocidad.

Quetzulkan, mientras tanto, continuaba peleando. Aunque al principio había actuado en defensa propia, pronto se dio cuenta de que algo oscuro se apoderaba de él. El vastaya, conocido por su honor y justicia, nunca había abusado de los débiles. Sin embargo, ver a esos piratas tan delgados y simples, con miradas de malicia y codicia, lo llenaba de una ira que no podía controlar. Sin saberlo, empezó a golpearlos con más fuerza de la necesaria, dejándolos inconscientes y regocijándose en su derrota.

De repente, Quetzulkan regresó en sí. Observó los cuerpos de los piratas que lo habían atacado, tirados y desmayados sobre el muelle. Algunos presentaban heridas severas, mientras que otros solo tenían moretones. Quetzulkan estaba atónito. Sabía que no había usado toda su fuerza, pero parecía que los cuerpos débiles de esos humanos no podían soportar su poder. La realidad de su fuerza y el impacto de sus acciones lo golpearon profundamente. Aunque había actuado en defensa propia, la facilidad con la que había derrotado a los piratas le hizo cuestionar la diferencia de poder entre él y los humanos.

En ese momento, Vex se acercó, su sombra flotando inquieta a su lado. "Vamos," dijo, su voz monótona, pero con un matiz de preocupación. "No vale la pena quedarse aquí más tiempo."

Quetzulkan asintió, recuperando la compostura. Juntos, dejaron atrás el puerto y se adentraron en las calles laberínticas de Aguasturbias. A medida que avanzaban, los residentes de Aguasturbias los observaban con cautela, reconociendo la peculiar y poderosa combinación de vastaya y yordle. Los susurros sobre su llegada se propagaban rápidamente, pero nadie se atrevía a acercarse.

"El Renacer en Runaterra"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora