CAPÍTULO 15:

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"EL ANILLO DEL RETORNO"

Damien subía la colina empedrada que conducía a la mansión con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. El cielo gris reflejaba su ánimo, una mezcla de ansiedad y esperanza. La casa imponente de estilo colonial, con sus columnas blancas y jardines bien cuidados, se alzaba ante él como un monumento a su pasado. Llevaba en el bolsillo el anillo que había recuperado tras su separación, decidido a pedirle a Alix, su ex esposa, una segunda oportunidad. Habían pasado un par de días desde aquel incidente, donde él prometió darle un tiempo, pero ya no podía más; él deseaba estar con ella.

Alix estaba en el salón principal cuando escuchó el timbre. Vestida con un elegante vestido de seda azul, parecía sorprendida al ver a Damien en la puerta. Con una cara de asco y una mirada de curiosidad, lo invitó a pasar.

—Damien, ¿qué haces aquí? —preguntó con voz molesta, pero cautelosa.

—Alix, he venido a hablar contigo —respondió él, sacando el anillo de su bolsillo y mostrándoselo—. Quiero que volvamos a intentarlo. Cometí errores, lo sé, pero aún te amo. Este anillo es una promesa de que todo será diferente, mi abuelo se lo dio a mi abuela como símbolo de su amor, este anillo paso de generación en generación, por eso ahora te pertenece a ti, sé que antes de lo arrebaté pero el está volviendo a donde siempre perteneció .

Alix lo miró fijamente, su expresión era indescifrable. Luego, con un suspiro, desvió la mirada y dijo:

—Damien, ya es tarde, y ni loca acepataré el anillo que le pertence a Ana, además ya tengo planes de intentar alo con otra persona.

Alix quería que el sufriera tanto como ella lo hizo, solo quería que el sienta todo lo que le hizo a ella, además un par de mentiras no harán daño, al contrario, él se alejará de ella, deja sola en paz con su hijo.

DAMIEN:

Las palabras de Alix fueron como un golpe en el pecho. Damien sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies. No podía creer lo que oía. La ira comenzó a burbujear dentro de él, una mezcla de dolor y furia incontrolable.

—¿Cómo puedes estar con otro? —gritó, su voz resonando en las paredes de la mansión—. ¡No puede ser verdad! ¡Tú y yo estábamos destinados a estar juntos!

Alix, manteniendo la calma, continuó:

—Damien, debes aceptarlo. Nuestra relación terminó hace tiempo, incluso jamás comenzó, ya que tú nunca me amaste, por otro lado, yo sí, te amé desde el momento que te vi en aquella reunión, pero ahora todo es diferente. Este nuevo hombre me ha dado la estabilidad y el amor que tú no pudiste.

Damien sintió cómo la ira lo consumía por completo. Sus manos temblaban y su rostro enrojecía de rabia. En un arrebato de furia, arrojó el anillo a la mesa que se encontraba en la inmensa sala, donde rebotó con un sonido metálico antes de quedarse inmóvil.

—¡No te creo! —vociferó—. ¡Estás mintiendo para herirme!

Alix permaneció firme, aunque en sus ojos brillaba una chispa de gracia. Con una voz serena pero firme, dijo:

—Damien, lo mejor es que te vayas. Necesitas tiempo para aceptar la realidad.

Damien, derrotado y consumido por la ira, dio media vuelta y salió de la mansión sin mirar atrás. La lluvia comenzaba a caer, empapando su ropa y mezclándose con las lágrimas que finalmente brotaban de sus ojos. La colina que había subido con esperanza ahora se le hacía interminable en su descenso.

Dentro de la mansión, Alix recogió el anillo de aquella mesa, su expresión ahora llena de melancolía. Sus palabras habían sido una mentira, una cruel mentira para protegerse a sí misma del dolor de revivir el pasado. No había otro hombre, pero tampoco estaba lista para volver a abrir su corazón a Damien. Con un suspiro profundo, guardó el anillo en un cajón, junto a otros recuerdos que no se atrevía a desechar, sabiendo que había cerrado otra puerta en su vida.

Damien, mientras tanto, caminaba sin rumbo, enfrentándose a una tormenta tanto en el cielo como en su interior. Tendría que encontrar una manera de sanar, aunque fuese una verdad que no estaba dispuesto a creer del todo.

ALIX :

El sonido del tráfico matutino apenas lograba penetrar las gruesas paredes de la oficina de Damien. Sentado detrás de su escritorio, con los ojos enrojecidos por una noche sin dormir, trataba de concentrarse en los papeles frente a él. Pero su mente volvía una y otra vez a la mansión y al anillo que había dejado atrás.

El timbre de la oficina sonó, rompiendo su ensimismamiento. Alzó la mirada y vio a Alix entrando, su presencia tan inesperada como impactante. Llevaba un vestido de seda azul, y en su mano sostenía el anillo que él había dejado.

—Alix... —murmuró Damien, sorprendido.

—Damien, tenemos que hablar —dijo ella con firmeza, cerrando la puerta tras de sí y acercándose al escritorio.

Damien se levantó, su corazón latiendo con fuerza. El anillo brillaba en la mano de Alix como un símbolo de su amor perdido. Antes de que pudiera decir algo, ella extendió la mano con el anillo.

—Vine a devolverte esto —dijo, su voz serena, pero con una sombra de seriedad.

Damien tomó el anillo, sintiendo su peso como un recordatorio de su fracaso. Miró a Alix a los ojos y vio en ellos la misma mezcla de dolor y determinación que había visto la noche anterior. Sin pensarlo dos veces, dio un paso adelante y la besó.

El beso fue intenso, cargado de emociones reprimidas y esperanzas renovadas. Por un momento, sintió que Alix respondía, pero de repente ella lo empujó con fuerza, separándose de él. La bofetada llegó rápido y ardió en su mejilla como un recordatorio de la realidad.

—¡Damien, basta! —gritó ella, su voz quebrándose—. No puedes seguir haciendo esto. No puedes seguir aferrándote a algo que ya no existe.

Damien, con la mejilla ardiendo y el corazón destrozado, dio un paso atrás. La desesperación se apoderó de él y, en un arrebato de desesperación, gritó:

—Si me dejas, me mataré, Alix. No puedo vivir sin ti.

Las palabras colgaron en el aire, pesadas y aterradoras. Alix lo miró, sus ojos llenos de incredulidad, dolor y odio. Dio un paso hacia él, su expresión endurecida.

—No puedes ponerme esa carga encima, Damien. No es justo —dijo, su voz seria

Damien sintió cómo sus palabras lo atravesaban, dejándolo vacío. La ira, la tristeza, la desesperación, todo se mezclaba dentro de él, creando un caos que no podía controlar. Se dejó caer en su silla, cubriendo su rostro con las manos.

Alix, se acercó una vez más y dejó el anillo sobre el escritorio. Se inclinó y susurró:

—Adiós, Damien. Espero que encuentres a  la mujer perfecta que buscas.

Con esas palabras, se dio la vuelta y salió de la oficina, dejando a Damien solo con su dolor y el anillo, un símbolo de lo que una vez fue y ya no sería.

Damien, con el sonido de la puerta cerrándose resonando en sus oídos, miró el anillo una vez más. Las lágrimas comenzaron a caer, incontrolables. Sabía que había llegado al punto más bajo de su vida y que, de alguna manera, tendría que encontrar la fuerza para recuperala ya que se niega a dejarla ir, el la ama y recuperará a su reina.

Te Recuperaré Mi ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora