Capítulo XI.

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Enza

Mi esposo me había masturbado. Todavía lo estaba procesando. Nunca pensé que la vez que lo vi en aquella discoteca terminaría haciendo esto con él. Me hizo sentir deseada, el bulto que escondía en mi trasero se sentía gigante y que solo yo lo haya puesto así... .

Luego de ponerme otra copia del vestido azul, Darío lo pago, diciéndole a la dependienta que cargará todos los vestidos que él señalaría de la web para comprar con envío a la mansión. Tomo un par de zapatillas del estante del lugar también los pago, de forma increíble, eran de mi size. La dependienta estaba sonrojada, ¿Quizás me había escuchando gemir el nombre de mi esposo? Pero se puso muy feliz cuando Darío compró los zapatos de última colección y encargo los vestidos.

Lo siguiente en la lista para el día era ir a almorzar. Salimos de allí, él agarrando mi mano mientras acariciaba con su pulgar la mia y nos movíamos hacia el aparcamiento. Su mano acariciando la mía. ¡Dios! Esto ya iba tomando forma, quizás me estaba... Empezando a gustar mi esposo. No sabría explicar la calidez tan buena que siento con su mano acariciando la mía de forma suave. Llegando a la camioneta, me abrió la puerta y dando la vuelta se montó en el lugar del piloto. Acariciando mi muslo nos encaminamos al lugar donde ya tenía una reserva para ambos.

Aquel lugar era muy hermoso, los candelabros eran los reyes del lugar, el fondo contenía unas mesetas de granito para bufetes, las mesas aterciopeladas y rojas eran exquisitas a la vista, el ambiente era una delicatesen. Que bueno que llevaba una ropa distinta, porque mis simples vestidos de tiros y zapatillas de segunda mano hubieran sido un verdadero desastre en este espacio. Pensé que nos sentaríamos en una de aquellas mesas pero nos guiaron a un balcón.

—Wow —dije por lo bajo.

Era una belleza. En aquel balcón descansaba un ambiente demasiado lujoso, todo en sí era lujoso pero este lugar era un nivel excepcional. ¿Cómo no? Darío debía tener el dinero de mi carrera completa para pagar una cena en esta terraza. Tomamos asiento y el mesero se fue por aquella bebida de la década que se yo cuanto, que pidió el hombre frente a mí.

—Esto es... —me aturdió un poco el lugar— muy hermoso.

—Sí, una de mis mejores inversiones.

Espera...

—¿Eres dueño de este lugar?

Un pequeño asentimiento acompañado de: —Sí, cuando me hice Boss decidí invertir en lugares más discretos de los que pudiera generar ingresos limpios.

Tienes buen gusto.

—Lo sé —dijo observándome fijo, como aquella vez en esa discoteca cuando sus ojos mostraron que sabía más que todo lo que había vivido en más de dos décadas.

—¿Me recuerdas?

—Sí.

Me sorprendió, seguro había estado con muchas mujeres, cómo para recordarme.

—Te veías muy bien, todos te veían. Pero tú solo tenías ojos para mí. Y así se mantendrá. ¿Entiendes esposa? —un escalofrío recorrió mi espina dorsal.

—¿Por qué no me habías dicho que me reconociste? 

Esquivo que no le había respondido y respondió mi pregunta. Le agradecí a los cielos.

—No era el momento.

El mesero regreso con una botella de vino, se encontraba tan nervioso que todo en él temblaba. Luego de servirnos y tomar nuestro pedido, se marchó.

—Tú inseguridad ¿A qué se debe? —un trago de vino fue la interrupción a su pregunta.

¿Quería compartir aquello con él? Era mi esposo, estaríamos en esto juntos. No valía guardar secretos.

—Mi ex.

Su mandíbula se tenso.

—Él no era muy de experimentar, le gustaba más lo seguro y tradicional.

—Solo penetración.

Asentí.

—Yo solo conocía aquello, no había estado con más personas. No me atraía aquella posibilidad ni de cerca. Pero él me hizo sentir segura dentro de lo que yo pensé que era seguridad. Pero nada pasaba.

De pronto abrió los ojos.

—Lo que paso en el vestidor...

—Fue mi primero.

—Joder... —Se paso la mano por la cara frustrado. Era un desastre. Yo era un desastre.

»No. Cabeza en alto Enza. Mirada en mí.

Me halo para que me sentará sobre él. Eso hice. Con él bajo de mí, me agarró el mentón con sus dedos y con la mano libre me acaricio el muslo.

Cerviatta, tú no tienes la culpa. Él nunca mereció tocarte ni poner un dedo en un cabello tuyo. Lamento que tú primer orgasmo no haya sido en una cama, pero te prometo que me pasaré compensando aquello el resto de mi vida.

Una lágrima se había derramado, un corazón había sido avergonzado. Él limpio la lágrima y brindo esperanza a aquel corazón.

—Ahora, pienso que deberías experimentar.

—¿Pero... Cómo?

Su aliento se acercó a mi oído.

—Podrías tocar allí, con estos dedos —puso su dedo medio y el siguiente sobre mi muslo de nuevo— moverlos así —refiriéndose a movimientos circulares— y jugar con tus labios y tú capullo. Creo que eso estaría bien por ahora. Luego me contarás.

Él mesero llegó y yo volví a mí lugar con un creciente rubor. La cena trascurrió, pero de mi mente no salía lo que haría aquella noche.











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¿Que tal nuestro hombre? Yo ya lo amo!

Una disculpa por haberme desaparecido. Este capítulo lo escribí de poco a poco. Peroooo aquí está... Espero les haya gustado.

Veré si puedo actualizar en menos tiempo. Los quiero un montón! Y gracias por su paciencia!

Los leo en los comentarios!!!

Besitos de fuego.🔥💋

Bye.✨

Mía por contrato #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora