ℝ𝔼ℚ𝕌𝕀𝔼𝕄 𝕆𝔽 𝕃𝕆𝕍𝔼 ━ Edward Cullen

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟖

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Cillian no visitó la casa de su padre hasta el verano. Para ese entonces, sus heridas habían sanado y su madre había salido de despliegue en misión de paz.

Jason Scott no le recogió en el aeropuerto ni tampoco lo recibió en la casa, que era tan grande que Cillian pensó que se encontraba en un palacio. A diferencia de su madre, su padre tenía dinero para gastar sin remordimientos.

Sin embargo, resultaba ser un lugar muy solitario, grande y vacío.

Una mujer llamada Sunny le incentivó a investigar el lugar, aunque le advirtió que tuviera cuidado de no romper nada—y Cillian no perdió la oportunidad. En su mayor parte, la casa estaba revestida con madera oscura y lucía vieja. Cillian pronto se encontró a sí mismo corriendo por los pasillos y escondiéndose de las desconocidas empleadas imaginándose el escenario de una película de terror.

Fue así como terminó en el polvoriento desván lleno de telarañas y cosas viejas cubiertas por sábanas blancas. Cillian encontró un pequeño tesoro allí dentro. Había todo tipo de cosas, desde viejas máquinas de escribir, largos rollos de películas, viejos tocadiscos con formas graciosas y papeles—muchos papeles escritos con una letra extraña que no podía leer con facilidad.

Tal vez estaban en otro idioma.

Tal vez eran secretos escritos en otro idioma.

Tal vez eran hechizos secretos escritos en otro idioma, hechizos como los de las brujas en las casas embrujadas.

Con entusiasmo, pasó las hojas intentando descifrar palabras, pero mientras lo hacía, un montón de láminas negras de repente cayeron. Cillian las miró con curiosidad y luego se dio cuenta de que eran cartas de naipes, lucían costosas. Las dejó a un lado por el momento y continuó pasando las páginas, sin embargo, cuando se aburrió, tomó la baraja para hacer una casa de cartas.

Se entretuvo en ello por horas, ni siquiera prestó atención a las voces que le llamaban a la hora de tomar el té y la cena—no tenía hambre, estaba haciendo algo mucho más interesante a pesar de que el polvo en el desván le hacía estornudar mucho.

Y entonces, unos golpecitos le alertaron y rápidamente se escondió debajo de una mesa cubierta con una sábana blanca.

—Ey, niño, ¿estás aquí?

Era una voz joven, no tan joven como Cillian pero tampoco tan mayor como la del hombre que se hacía llamar su padre. Con cuidado, asomó la cabeza y observó la silueta de lo que parecía un hombre joven adentrándose en el desván. Era rubio y tenía ojos claros, y una sonrisita divertida que Cillian no supo entender bien.

¿Era este uno de los hijos de ese hombre? Un medio-hermano, como los había llamado Grace.

¿Y si era igual que Jason? ¿Qué tal si solo había venido para arrastrarlo abajo para regañarlo por no prestar atención en todo el día?

—Oye enano, si estás aquí mejor responde, estás poniendo la maldita mansión patas arrib-...

—Liam, si le hablas así no saldrá nunca —esa era otra voz, femenina.

Era amable, y más tranquila, se escuchaba simpática.

Liam bufó: —Ya bastante agradecido debería estar de que lo estamos buscando para que no se muera de inanición, papá lo hubiera dejado como un perro a que se acostumbrara y volviera arrastrándose con unas disculpas después.

—No se morirá por no comer por un día. Y deberías hacer esto porque es tu hermano, no porque vaya a deberte algo en el futuro.

—Medio hermano, y mejor tener gente endeudada para pedir favores. Quién sabe cómo será ese niño.