𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟗

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Un resplandor, y la última bala cayó al suelo.

El callejón se sumió en el silencio y de no saber lo que sabía, Cillian hubiera jurado que estaba soñando. Porque lo que veía no podía ser real.

Y sin embargo, lo era.

Edward seguía allí. Parado, saludable, sin sangrado. Vivo.

Cillian le observó en un silencio ensordecedor por un momento. La mirada de Edward había pasado de la incontrolable rabia a una expresión de espanto absoluto, parecía que un rayo le había alcanzado. Entonces, como si despertara de un sueño, respiró hondo y adoptó una pose de calma.

Miraba a Cillian con la misma cautela que un psiquiatra mira a su paciente en un episodio psicótico. Levantando las manos con las palmas hacia adelante, se acercó exageradamente lento.

—Cillian, ¿puedes bajar el arma, por favor? —pidió casi en un susurro, sus ojos intentaban ser tranquilizadores, pero aún había un poco de ese furioso chispeo—. Con cuidado, no vayas a hacerte daño.

¿Daño? ¿Cómo podría hacerse daño? Era ridículo, no tenía una sola bala en el cargador. No tenía una sola bala en el cargador—estaba desarmado.

Edward se detuvo a un metro de distancia, aún con las manos alzadas. Al contrario de lo que se le fue pedido, Cillian se aferró con más fuerza al arma.

—Estás a salvo, te lo prometo —dijo, tal vez la vista le fallaba a Cillian, pero sus ojos lucían vidriosos—. Nadie te hará daño, pero escúchame. Estás herido, tienen que atenderte, estás... sangrando, ¿sí?

¿Oh? ¿Lo estaba?

Bueno, no importaba. Seguía consciente, así que tan grave no debía de ser.

—Estoy bien.

—No lo creo. No tienes nada de lo que temer, no te haré daño, Cillian. Te lo juro... —sus últimas palabras fueron imploradas en un susurro tembloroso difícil de ignorar.

Pero no lograron conmoverle, y un sonido muy parecido a una risa oscura y burlona se abrió paso por la garganta de Cillian: —No estoy malditamente asustado de ti, ¿bien?

Era gracioso decir tal cosa y sentirlo cuando se aferraba al arma en su mano como si su vida dependiera de ello. Pero la mente de Cillian no estaba en sus acciones, no. Estaba maquinando. Rápido.

Si bien las balas no le hacían daño a Edward, como bien se acababa de comprobar, se sentiría mucho más seguro con un cargador lleno que vacío. Pero las posibilidades de tomar el cargador en el cinturón del lloroso hombre rodando en el suelo sin dejar sus huellas dactilares sobre su ropa eran bajas.

—Necesitas ir a un hospital... —continuó el otro luego de un momento de silencio.

Cillian negó inmediatamente. El hospital era el último lugar que quería pisar. Mucho más si no quería que Jason se enterara de que se había enredado —accidentalmente, pero a Jason no le interesaban las excusas— en un asunto algo turbio con los Cullen. Justamente con quién le dijeron que no se metiera.

Vaya suerte la suya. Y ni siquiera lo había intentado.

—No puedo ir a un hospital.

Otra posibilidad se le ocurrió.

Si Jason hubiera sido el hombre que había perseguido, ¿no estaría seguro de eso? Era su padre. Cillian tal vez no era cercano a él, pero por Dios, conocía la apariencia de su padre.

ℝ𝔼ℚ𝕌𝕀𝔼𝕄 𝕆𝔽 𝕃𝕆𝕍𝔼 ━ Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora