Nuestro querido Blu viajó junto a su familia a la increíble y salvaje Amazonas después de enterarse de que posiblemente no eran los únicos guacamayos spix. Adentrándose en las garras de la selva desconocida, fueron raptados y llevados al corazón de...
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Después de aquella intensa experiencia, nuestro grupo regresó al nido de la arpía. Esta colocó suavemente a Blu en el nido antes de posarse ella misma, guiando lentamente hacia el trío de aves que eran los amigos de Blu. Con un semblante amenazante y serio, habló.
—Ustedes... largo... no necesito más parásitos que mantener— escupió la albina sin ningún tipo de pelos en la lengua. Ante tales palabras, el trío solo se miró entre sí mientras tragaban saliva antes de mirar a Blu.
—Hermano, ¿estarás bien tú solo?— comentó Pedro con preocupación, dando leves saltitos lejos de la arpía que lo miraba fijamente.
—Estaré bien chicos, deberían irse— reafirmó Blu, tratando de tranquilizar a sus amigos.
—Solo procura mantenerte en una sola pieza—añadió Nico con una sonrisa mientras agitaba las alas, comenzando a elevarse.
—¡Ah!, chicos, ¡antes de que se vayan!— Blu, repentinamente, se acordó de algo y rápidamente se acercó al borde del nido antes de que sus amigos se fueran, los cuales voltearon a verlo.
—¿Podrían ir con Perla y los niños y decirles que estoy bien?. . .y que tardaré un poco en regresar?— Blu pidió ese favor mientras sus amigos le aseguraban que lo harían antes de irse volando, despidiéndose con un adiós.
—¿Tienes esposa?... ¿e... hijos?— preguntó Damaris con un tono de desinterés, aunque estaba claro que sí le daba curiosidad.
—Sí, mis tres hermosos hijos y... mi maravillosa esposa— contestó Blu con cierta tristeza cuando mencionó a la última.
—No pareces muy contento cuando hablas de tu esposa— recalcó Damaris alzando una ceja, mirando con curiosidad al guacamayo.
—Sí... sobre eso... es que nos peleamos...— dijo Blu con tristeza en el tono de su voz ante el recuerdo de aquella pelea; todavía le dolía el corazón al recordarlo.
Damaris captó la profunda tristeza del macho al hablar sobre el tema, y pese a que poco le interesaba su vida, se sintió incómoda al verlo en ese estado. Algo dentro de ella le daba lástima, pero tampoco era la mejor animando a los demás. La arpía se rascó incómoda el cuello con las garras antes de que se le ocurriera una idea.
—Oye, no pongas esa cara, das lástima... tú... simplemente olvida lo que pasó... deja el pasado en el pasado— tras decir eso, la hembra le dio unas suaves palmadas al azul con su ala antes de girarse y retirarse al centro del nido.
Blu pensó un poco en sus palabras y, pese a que eran terribles para consolar a alguien, se notaba la intención de la hembra. Una pequeña sonrisa se formó en su pico mientras seguía con la mirada a Damaris, antes de regresar su vista al frente, viendo el hermoso atardecer que comenzaba a surgir en el Amazonas, cubriendo con su dulce luz dorada toda la vegetación.
