Los dos amantes permanecieron entonces echados uno junto al otro, solo disfrutando de sus pieles en contacto y del sol que se adentraba por la ventana y caldeaba sus cuerpos. Al menos, hasta que unos golpes en la puerta hicieron que se levantaran de golpe.
—¡Ban! ¡Elaine! ¡Venga, dormilones! —resonó la voz siempre jovial de Meliodas al otro lado—. ¡Que hay mucho que hacer!
El hada y el humano intercambiaron una mirada cómplice antes de echarse a reír y levantarse, obedientes. Al cabo de un par de minutos, ambos salieron vestidos a la puerta de la casita, donde Meliodas y Elisabeth los esperaban con sendas sonrisas radiantes en el rostro.
—Bueno, bueno, bueno... Espero que hayáis descansado, parejita.
Ante aquella insinuación tan directa, Ban consiguió mantener el tipo. Sin embargo, las mejillas de Elaine se tiñeron de rojo incandescente. Meliodas se rio por lo bajo.
—Tranquila, Elaine. Que no vamos a contárselo a King...
El hada tragó saliva y procuró recobrar la compostura como pudo mientras se colgaba del brazo de Ban y los cuatro se dirigían despacio hacia el castillo de Liones. La calle estaba aún bastante desierta; pero la actividad que se percibía dejaba claro que los ciudadanos de la capital del reino aún no estaban del todo seguros de que todo lo malo hubiese pasado.
—Bueno, no me preocupa que mi hermano se entere... —disimuló Elaine entonces, mientras giraba su rostro encarnado en dirección a tres niños jugando en un callejón; lo que hizo que, sin querer, un extraño salto se apoderase de su estómago al recordar su conversación con Ban de la noche anterior—. Quiero decir... Soy mayorcita, ¿no?
«Y que lo digas», escuchó resonar en la cabeza de Ban, con un tono pícaro que la hizo estremecer de deseo.
Por toda respuesta, el hada le golpeó con el codo en la espalda; pero Ban se limitó a reírse por lo bajo y dejarlo correr. Elisabeth, por su parte, le guiñó un ojo a su amiga tras la espalda de los dos chicos; lo que, sumado a lo que vio Elaine en la cabeza de la diosa reencarnada, le dio bastante más tranquilidad, al tiempo que también reía para sus adentros.
Cuando llegaron a las puertas del palacio, los caballeros que montaban guardia los dejaron pasar con cordialidad y un punto de admiración, a lo que los cuatro respondieron con comedida educación. Gowther, Diane, Hawk y King los esperaban en uno de los salones pequeños de la planta principal, junto a un desayuno de aspecto bastante apetitoso. Respecto a la joven giganta presente, Merlín había consentido darle dos píldoras de reducción más; pero solo para poder pasar la noche en el castillo y, así, disfrutar un poco más de la cercanía sus compañeros y su prometido.
—¡Eh, ya estáis aquí! —proclamó esta al verlos, emocionada.
Los recién llegados saludaron con cariño a los presentes antes de sentarse a la mesa y atacar sus platos como si llevaran sin comer una semana, sobre todo los Siete Pecados.
—Princesa, deberías decir a tus cocineros que tengan más mano con la sal... —comentó Ban en un momento dado, haciendo sonrojar a Elisabeth.
Sin embargo, el que respondió a la provocación, como era lógico, fue King.
—¡Ban! ¿Por qué tienes que criticar lo que te ofrecen? —le espetó al humano, irritado.
Este, por su parte, no dio muestras de molestarse mientras acogía a Elaine en su regazo y la rodeaba con un brazo mimoso.
—Mi querido cuñado. No puedes pedirle a alguien con cierto paladar que no opine sobre lo que sabe...—repuso entonces el humano, en dirección al rey de las hadas.
Ante aquello, King apretó los puños y rabió para sus adentros. No obstante, en vez de encender más la discusión, se limitó a mascullar una respuesta para sí.
—Bueno, Ban. Siempre puedes pedir el puesto —intervino entonces Meliodas, socarrón—. Estoy seguro de que Bartra estaría encantado de tenerte cocinando para él.
Ban chasqueó la lengua y mostró media sonrisa lobuna.
—¿Y tú no, capitán? —ronroneó, divertido.
Meliodas tragó e imitó su gesto.
—¡Por supuesto que querría! —exclamó, como si casi le ofendiera otra posibilidad—. Cualquier cosa antes de que se te ocurra aceptar la oferta de Arturo en Camelot cuando la reconstruyan.
Ban se rio con ganas.
—Me halagas, capi. Pero, de todas formas —agregó, mirando a Elaine acto seguido con intensidad y acariciándole la mandíbula con un dedo—, tengo una promesa que cumplir antes de eso. No lo olvides.
King se incorporó como un resorte ante aquel comentario. ¿Qué quería decir Ban? ¿Qué se traían esos dos entre manos? Sin embargo, Ban lo ignoró por completo; al tiempo que, con lentitud deliberada, le daba una fresa en la boca a Elaine. Ella aceptó sin dejar de mirar a su amante con luz en los ojos y las mejillas encendidas. Cuando tragó, los dos sonrieron como idiotas y como si no hubiese nadie más alrededor. King puso los ojos en blanco, asqueado por fuera por aquel espectáculo, pero muerto de envidia por dentro. Por todo esto, sin saber bien cómo sentirse, procuró centrarse en su plato.
Por alguna razón, Ban siempre le provocaba sentimientos encontrados. En el fondo, aunque no lo dijera a menudo, lo apreciaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Además, el cambio de actitud que se producía en él solo con que Elaine hiciese acto de presencia provocaba que el rey hada, casi sin quererlo, olvidara cualquier barbaridad que Ban hubiera podido decir o hacer en los últimos minutos. Cuando ella estaba delante, el ex bandido se convertía en poco menos que un perfecto caballero; atento a la más mínima necesidad de la joven hada y dispuesto a lo que fuera por ella. Sin embargo, por alguna razón, el joven rey y hermano de la susodicha no era capaz de expresarse con más sinceridad frente a ellos cuando los veía aparecer juntos. Era como si, de alguna manera, su cuerpo solo esperase a encontrar el más mínimo resquicio de barbarie en la actitud de Ban para echárselo en cara. Y Elaine ya lo había regañado por ello más de una vez.
Sobresaltado, King notó entonces que alguien le apretaba el antebrazo con cariño; justo antes de girarse y ver a Diane sonriéndolo. Como si aquello fuera un bálsamo milagroso, el rey hada se relajó de inmediato y le devolvió la sonrisa, tomándola con timidez de la mano. Si ella estaba a su lado... Diane enrojeció de forma adorable y soltó una risita, justo antes de ponerse a cotillear con Elisabeth. King suspiró antes de volver a su desayuno. Sin embargo, se detuvo antes de hacerlo al sorprender la mirada de Ban clavada en él. Y, a pesar de que un leve atisbo de sorna se atisbaba en sus labios levemente curvados, por primera vez, King no se sintió ofendido. Más bien, el rubor ascendió a sus mejillas igual que solía hacerlo a las de su hermana, antes de que el joven sacudiera la cabeza y se centrara del todo en el tenedor metía en su boca. Ban, por su parte, se limitó a imitar su gesto antes de volver a hacerle carantoñas a Elaine, que seguía arrodillada sobre su muslo derecho. Aunque, si King hubiera recobrado la capacidad de leer la mente, hubiera podido escuchar en su cerebro un mensaje que lo hubiera dejado bastante más tranquilo.
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En tiempos de paz (SDS - Ban & Elaine)
FanficEl Caos ha sido derrotado. Britania vuelve a estar en paz y sus razas empiezan a interaccionar entre ellas igual que hace 3000 años. Y en concreto para Ban y Elaine es la oportunidad que estaban deseando tener para estar juntos y a solas con su amor...