FRIENDS (BOYSLOVE)

Mal presagio

CAPITULO 1

Existen eventos traumáticos,  de mucho estrés, que provocan en la mente de las personas pérdidas de memoria. También hay quienes nacen con la habilidad de eliminar de su cabeza esos momentos desagradables. A esto lo llamamos amnesia disociativa: lagunas mentales difíciles de explicar, donde uno pierde el acceso a fragmentos de su historia personal. Algunos prefieren llamarlo amnesia selectiva, esa capacidad casi mágica de olvidar ciertos episodios temporales y respirar, al menos por un rato, sin el peso de los recuerdos.

Por desgracia, yo sufro de una enfermedad totalmente opuesta, que aún no ha sido descubierta, pero a la que decidí bautizar como "Síndrome T.I.": tonto infeliz. Tengo la habilidad de recordar cada maldito hecho estresante o traumático de mi vida, sin importar en qué tiempo y espacio me encuentre. Reuniones incómodas, almuerzos desastrosos, citas que nunca debí aceptar... incluso cuando estoy en el baño o conduciendo. Todos esos momentos en los que deseo evaporarme se presentan en mi cabeza sin previo aviso, como fantasmas que se niegan a marcharse.

Lamentablemente, aún no se ha inventado un botón para rebobinar esos instantes, y como diría mi madre: "Todo lo vivido son experiencias que nos ayudan a crecer y mantenernos humildes". Claro, mamá. En vez de agua y sol como las plantas, nosotros necesitamos errores y golpes para florecer.

Poético, ¿verdad?

Pero no estoy aquí para escribir un monólogo sobre por qué desearía tener una buena contusión que me provocara algún tipo de amnesia disociativa, o lo que sea. Vamos directo a los hechos que me han mantenido tan "humilde" como mi madre dice.

Verano

Lo único bueno del verano eran las vacaciones, tres meses de puro ocio, pero una vez que ese periodo acabara solo podía recordar mi odio a esta estación, los calores abrasadores que perduraran las siguientes semanas, y como si no fuera lo suficiente el final de este solo podía significar una cosa; el regreso a clases, otro ciclo lectivo que debería pasar encerrado en un salon con 25 pubertos que contaminan el poco aire con olores indescriptibles, sin mencionar a los profesores que me aman (nótese mi ironía). El retraso en el cambio de tiempo y el inicio a un nuevo ciclo lectivo era todo lo que necesitaba para ver la ventana del balcón tan tentadora.

—¿Te pondrás así cada año? ¿Qué edad tienes? —Amanda se encontraba del otro lado de la habitación con la espalda recargada en el marco de la puerta y sus brazos cruzados sobre su pecho, me miraba con disgusto, me había pasado todo el dia en protesta (sentado en el suelo de mi habitación leyendo comics reacio a preparar mi uniforme)

—Creo que me estoy engripando... debo descansar una semana... mínimo. —blanqueo los ojos ante mi respuesta, había estado la pasada media hora dándoles mis razones por las que no debía presentarme a clases, por lo menos hasta que la temperatura bajase 10°c. Desde un sospechoso dolor en algún músculo desconocido hasta una diarrea explosiva por el almuerzo.

Escuché a Mandy bufar, soltando un sinfín de groserías. Salió de la habitación dando grandes zancadas y fue directo a buscar a nuestra madre. Desde mi cuarto, pude oír su discusión y algunas palabras en mi contra. Tener una hermana mayor con el mejor promedio y que representaba el instituto por dos años consecutivos era mucho para alguien que huía de los rayos uv.

odio el calor.

Estire la espalda sobre el suelo frío cerrando los ojos, sabía que no importara cuanto mintiera o le rogara a mi madre que mintiera a los profesores por mí; al final debía cumplir con mi destino. cada año en esta fechas cuando el calor aún no se disipaba lograba engañar a mi empática progenitora para que me permitiera quedarme hasta que el clima templara un poco, consiguiendo notas médicas o yendo en mi nombre para hablar con mis profesores (y es que mi madres es una santa) pero Mandy había votado en contra de mi maravilloso plan y se las había arreglado para que mi querida madre estuviera a su favor.