Era un idiota.
¿Cómo se le había ocurrido fijarse en la hija del rey? ¿Qué pensaba? ¿Qué tendría un amor como en las leyendas de casa? No, jamás pasaría. Él debía terminar el trabajo y solo... Regresar con su hermano.
No salió del taller en todo el día, no necesitaba buscar ningún material. Para su suerte y cordura, la princesa no regresó. No sabía si soportaría tenerla de frente de nuevo y saber que nunca podría ser suya. Estaba delirando.
Durante la noche cayó una fuerte nevada, tanto que tuvo que marcharse a la habitación de servicio que le asignaron debido al frío. A medianoche se levantó para ir a la cocina, esperaba no toparse con nadie, pero debía hacer algo para poder matar el tiempo, puesto que no podía dormir.
Una vez ahí, vio un par de bizcochos en la mesa. Una doncella y asistente de cocina que aún se encontraba ahí le ofreció uno y comenzó a preguntarle un par de cosas. Estuvieron hablando de trivialidades durante un largo rato. Ella sonreía con alguna de las cosas que él decía y por un momento logró sacarse a esa chica de cabello ondulado que deambulaba por su mente desde que la vio por primera vez.
Entonces... Las campanadas retumbaron por todo el lugar.
De inmediato, la doncella se levantó de golpe de la silla y emitió un jadeo.
—¿Qué sucede? —preguntó él.
—La princesa —murmuró ella, pálida. Tieran recordó lo que la princesa le había dicho sobre las campanadas y solo eso le bastó para saber que se encontraba en peligro.
El castillo comenzó a removerse. Vio como los guardias corrían escaleras arriba y los sirvientes comenzaban a murmurar entre ellos. Todos despiertos, alertas.
—¿¡Qué sucede!? —la voz del rey retumbó por todo el lugar. Él estaba de pie al borde de las escaleras.
—Se han llevado a la princesa Aurelia, señor. —Al consejero real le tembló la voz—: Los piratas.
—¡Quiero a todo el maldito navío en el fondo del mar ahora mismo! Envía a mil hombres si es necesario, que barran las calles hasta encontrarlos. ¡No pueden estar tan lejos!
No.
Tieran sabía que no lo estaban.
Porque él sabía perfectamente donde se ocultaban.
No esperó ni un segundo más y fue hacia las caballerizas. Nadie le prestó atención ni siquiera cuando sacó a la yegua que lo había traído hasta el castillo y montó en esta en un segundo. Recorrió el camino en medio de la nieve. No sabía qué pretendían hacer con ella, pero debía llegar antes de que el barco partiera o la habría perdido para siempre.
No podía perderla, no cuando ni siquiera había tenido la oportunidad de tenerla.
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Ecos de un verano frío
Romance💙 Finalista de los Wattys 2024💙 Aurelie siempre lo ha amado, pero las complicaciones nunca los han abandonado. Al reencontrarse con él en una noche de verano, ella deberá confiar en su propio reflejo para ponerle un punto final a su historia; sin...