Capítulo 17.

5 1 1
                                    

Tras una excusa rápida para librarme de la supuesta junta con el juez —que obviamente no accedí a otorgársela— y hacerle entrega de diez mil quinientos dólares en efectivo que me hicieron temblar el alma, pero a su vez conseguir todo por lo que venía, con una mueca de satisfacción cruzo los pasillos del aeropuerto una vez más, marcando el número telefónico de Antonio De Simone.

Natasha, que sorpresa recibir esta llamada —me contesta el padre de los hermanos.

—Buenas tardes, me disculpo por la hora y si lo he interrumpido en algo —digo apenas me descuelga.

Para nada, querida. Llevaba días esperando tu llamado. Dime, ¿en qué te puedo ayudar?

—Sus palabras me son siempre un agrado, señor Antonio —respondo con falso entusiasmo a su zalamería —pero bueno, mi llamado es rápido y conciso, pero que sin duda pueden alegrar su tarde. No sé si recuerda el trato que me ofreció hace un par de días atrás.

La línea queda en silencio por unos segundos, hasta que escucho como si cerraran alguna puerta, antes de escuchar al patriarca de los italianos:

—Sí, claro que lo recuerdo. 

—Me alegro entonces, porque lo estoy llamando para preguntarle si sigue en pie la propuesta y de ser así, comentarle que accedo a recibir su firma como parte de mis clientes. Como le comenté la vez pasada necesitaba cerrar unos asuntos pendientes antes de dar mi confirmación y ya que he resuelto todo, estoy dispuesta a trabajar con ustedes.

Su contentamiento me hace apartar el celular de mi oído. Me agradece con un entusiasmo que me irrita, pero ante el que disimulo con monosílabos y un fingido agradecimiento.

—Lo espero entonces durante estos días en la firma, para que podamos conversar de las cláusulas y cerrar el contrato como corresponde. Que tenga una muy buena tarde señor De Simone.

Como siempre, no espero a que me contesten, solo corto y entrego mi ticket para abordar el avión que me devolverá a mi sitio. Aprovecho de revisar mis últimos mensajes antes de apagar el celular. Reviso todo lo que me envió Mike y de paso invito a Zulema, para que me acompañe a beber algo esta noche. Me lo merezco.

No soy de amistades, la humanidad de por sí me fastidia, no obstante, hay dos o tres personas a las que les permito convivir conmigo en una relación amena. Zulema es una de esas y no solo porque sea alguien que de cierta forma logra agradarme, sino porque es alguien quizás tan desquiciada como yo y sus conexiones, oficio y forma de ser logran beneficiarme cada que lo necesito. Sin ella no hubiera conocido a Mike, ni a Dalton, y eso es algo por lo que estaré perdurablemente en deuda.

—Mañana tienes el día libre —le informo a Judith cuando se acomoda en el asiento continuo luego de casi una hora de vuelo —. Has hecho un buen trabajo y mereces un descanso, pero antes, necesito que me consigas la documentación de Francisco Vargas y su esposa.

Dalton es el primero en darse vuelta para verme con el ceño fruncido al oír mi petición, mientras que mi asistente no duda un solo segundo en aceptar y anotar en su iPad lo que debe realizar. El narco y yo tenemos deudas pendientes, Zulema con su esposa también y me es preciso comenzar a mover mis fichas si pretendo que Vargas me haga unos cuantos trabajitos.

—¿Está segura de lo que pide? —cuestiona el joven y no tardo en descansar mi mirada objetiva en él.

—¿Me cuestionas, Dalton? Te pago para conducir y cuidar mi espalda, no para que te entrometas en las decisiones que tomo y desconoces. Si bien el colombiano no es mi amigo ni tengo buena afinidad con él, me es crucial en estos momentos para ya tú sabes qué.

NATASHA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora