Capítulo 14.

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Luciano.

El trabajo me tiene agotado, el tener a Aurelia Greco casi gritando en mi oído para exigir resultados me estresa cada día más y el no poder dar con la maldita pista del Salvatore Accardi, me está estrangulando la maldita garganta.

Estoy hastiado, cansado y la imagen de la abogada en el coche no para de reproducirse en mi mente. Me cabrea el que se salga con la suya, pero más me molesta el no poder verla. Necesito que termine eso que ella misma inició.

He tenido que jugar a las "llamaditas" todos estos días y eso no ha hecho más que acrecentar mis ganas de verla pero a su vez reducirlas. Me encuentro entre la espada y la pared en cuanto a lo que quiero de ella, porque no sé que quiero. Mis jefes han monitoreado cada conversación que he tenido con Natasha y por más que quisiera, en ninguna de ellas he expresado lo que verdaderamente tengo por decirle, sino que lo que mis superiores me han demandado y dicho. Nada es real.

—¿Estás bien? —pregunta Derek, sentándose a mí lado con un sobre de chetos.

Asiento quitándole unos cuantos mientras fijo mis ojos en el holograma que muestra las imágenes del restaurante en el que ayer vieron a Héctor García, antes de que la DEA interceptara el lugar y no diera con nada, a excepción de un par de billetes y cámaras que no funcionan.

—Se juntó con alguien, eso es seguro.

—La pregunta es ¿Con quién? —miro a Lester quien se mete otro snack a la boca.

En las cámaras solo se visualizan unas camionetas entrar y salir, pero no se muestra a quienes bajan o suben de ellas. Todas estaban con sus ventanas polarizadas y no hay un mísero asomo del rostro de algún individuo.

Repito las imágenes una y otra vez, pero desde las seis de la tarde del día de ayer, dejaron de responder, previo a ese horario todo funcionaba con normalidad. Los empleados del restaurante no han compartido, ni han revelado alguna clase de información y los que estuvieron dispuestos a hablar, fueron asesinados antes de que se le llamara a un interrogatorio.

—¿Se habrá juntado con Accardi? —cuestiona Lester, manipulando el computador, buscando la forma de hallar alguna pista.

Me paseo por la sala negando y quemándome las neuronas de tanto pensar, «imposible», el Mano Nera jamás hace apariciones en público y mucho menos llega a lugares en los que pueda arriesgar su integridad.

—¿Podría ser la abogada? —miro a mi colega con curiosidad.

—¿Natasha?

Asiente.

No, no lo creo.

—Sí, o sea, no hay certeza de que sea ella, sin embargo, tampoco hay pruebas que desacrediten esa posibilidad —en eso tiene razón.

De igual modo, no creo que haya sido Natasha. Ella no arriesgaría a su cliente y mucho menos sería capaz de perjudicar su pellejo. 

—Habría que investigar —me froto los ojos— ¿Cuantas posibilidades hay de que Natasha Vasil'yeva se haya juntado con el narco? 

—Muchas, así como ninguna. Pero bien sabes que la abogada es astuta, se les arrancó como si nada cuando trataron de "secuestrarla". 

La vergüenza me invade y tengo que llevarme las manos al rostro para cubrir la pena que me da ese momento. 

—Ni me lo recuerdes. Todavía estoy regañando a Fuller por dejarse ver.

El oficial se ríe antes de verme con picardía.

—Pero bien que lo disfrutaste —se burla meneando las cejas y tirándose un cheto a la boca.

El recuerdo me llega y la boca que no pude tocar me estremece de solo recordarlo, sus manos, su rostro, su mirada y todo el juego que formó para luego irse como si nada y dejarme como un idiota y con una erección dentro del coche. 

NATASHA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora