Mi actividad favorita

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Sofía quedó sorprendida ante la seriedad de las palabras del joven.

- ¿De...cirme algo?

Este asintió inexpresivo.

- Pues no me deje con el suspenso, dígalo señor Cedric- pidió la castaña cerrando el libro de poesía.

El joven rascó su nuca antes de continuar.

- Usted dice que emplee mi tiempo en otra actividad más placentera. - hizo una pausa. - no sé si decirle esto sea lo correcto pero hace varios días que me siento de este modo y llegue a la conclusión de que princesa... es usted, usted es mi actividad favorita.

Sofía lo miró sorprendida, estaba a punto de decir algo pero el hechicero puso un dedo en sus labios.

- Aún no he terminado Sofía.

La princesa cerró la boca y pasó saliva, sonrojándose. El joven retiró su dedo e hizo una pausa, bajando la mirada en un intento por calmar sus nervios antes de encontrarse nuevamente con los ojos expectantes de la castaña. Sostuvo la mirada y se aclaró la garganta, buscando el modo correcto de expresar lo que quería decir:

- Usted es mi actividad favorita...- repitió. - dulce y placentera como una deliciosa fruta. Su presencia llena mi alma y mis pensamientos, inundando mi corazón de felicidad.

La princesa sonrió sin poder salir aún de su asombro.

- Su calidez es como una melodía encantadora que reverbera en mis oídos.- continuó a medida que acortaba la distancia entre ellos. - en su presencia el tiempo se vuelve fugaz, las horas en su ausencia se vuelven eternas y cada segundo que paso sin usted se convierte en un exasperante suspiro. Mi mente y corazón están completamente perdidos en usted, princesa, mi ser anhela desesperadamente su compañía. - dijo quedando a milímetros de la joven mientras la miraba con dulzura e intensidad, antes de sujetar su mano entre la suya tierna y delicadamente, gesto que hizo que la princesa se sonrojara aún más.

- Su tacto es como un cálido bálsamo para mi piel... - susurró acariciando su mano con el pulgar. - El solo pensamiento suyo me embriaga en las noches más serenas y el azul de sus ojos es un santuario para mi alma intranquila. - dijo acercando su otra mano tímidamente para acariciar la mejilla de la joven sin dejar de admirarla. - Me pierdo en su sonrisa y en su voz, pues solo cuando la tengo cerca me siento en casa. - admitió sin dejar de mirarla con una dulzura apasionante.

- Señor Cedric yo...- la princesa lo miró sin saber que decir, estaba roja como un tomate.

- Su piel es... - murmuró el pelinegro acariciando el hombro de la joven. - es...tan suave al tacto y su aroma...me enloquece, enredándose en mis sentidos como las tentaciones más pecadoras. - dijo deslizando sus dedos a lo largo del brazo de la princesa, rozando su piel con una delicadeza que la hacía estremecer. - No puedo evitar perderme en usted.. Cada mirada suya me consume, como un fuego ardiente que me hace anhelar aún mas. No puedo evitar desearla como a la más preciosa de las Musas... tal sensualidad, ternura y belleza deberían estar prohibidas. - murmuró a centímetros de su cuello, sacando un jadeo en la princesa antes de separarse ligeramente y observarla con atención. Su mirada destilaba deseo, pero también respeto y ternura.

- Mis deseos hacia usted trascienden mas allá de las palabras princesa pero me temo, que son demasiado audaces para ser mencionados. Su benevolencia, gracia y belleza, me han cautivado por completo. Usted no solo es mi actividad favorita, se ha convertido en mi razón de existir.- concluyó.

Princesita Sofía: Más allá del protocolo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora