¿De quien nos enamoramos?

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- OHHH DIOS, SI CEDRID!!! más fuerte mmm por favor.

La chica gemía descontroladamente y se contorsionaba en la cama llena de deleite, sus labios pronunciaban incesantemente el nombre del pelinegro en gemidos desesperados mientras su cuerpo se arqueaba y retorcía en placer desenfrenado.

El mayordomo que estaba frente a la puerta escuchando todo desde afuera, se frotó el puente de la nariz antes de irrumpir en la habitación.

- LYNETTE YA HABÍAMOS HABLADO DE ESTO- espetó molesto desviando la mirada de inmediato para no ver la desnudes de la criada que se encontraba frente a él en la cama.

La chica detuvo lo que hacía y se incorporó sobresaltada en el colchón, su pelirroja melena estaba desarreglada, sus mejillas lucían rosadas y una fina capa de sudor cubría su frente trigueña. Su apariencia era hermosa y su figura delicada y esbelta, aunque su aspecto desaliñado dejaba en evidencia lo que había estado haciendo.

- Baileywik, lo... lo lamento señor- musitó con la cabeza agachada, mientras se tapaba el cuerpo con las sábanas.

- Realmente no me interesa que prácticas lleves a cabo en tus ratos libres, por mas... indecorosas que puedan llegar a ser, pero si esto sigue interfiriendo con tus obligaciones aquí en el palacio real... me temo que tendré la obligación de despedirte- dijo con seriedad el mayordomo , adentrándose en la habitación y cerrando la puerta tras de sí.

- Lo se señor...- dijo la chica levantándose de la cama envuelta en las sábanas, conduciéndose hasta un biombo de madera que había en la pequeña habitación, dispuesta a ponerse algo de ropa.

- Lynette- dijo Baileywik- tu mejor que nadie sabes que te saque de ese sitio de mala muerte en el que trabajabas realizando favores... poco apropiados para cualquier señorita a cambio de unos cuantos centavos- hizo una pausa antes de continuar- y te di la oportunidad de una mejor vida al ofrecerte trabajo aquí en el palacio de Encantia.

- Lo sé señor.

- Deberías tomarte enserio este trabajo o de lo contrario habré pensado que perdí todo mi valioso tiempo en ti, por favor Lynette, no quiero asumir que solo eres una ramera de poca monta, o es que ¿acaso lo eres?.- preguntó con frustración.

- No señor, yo... perdóneme por favor- se disculpó la chica mientras salía de detrás del biombo ya peinada y vestida con la ropa de servicio y la cabeza agachada.

- Descuida. - dijo el mayordomo en un suspiro relajando el semblante- solo, no vuelvas a quedarte retozando en tu habitación en vez de estar cumpliendo con tus obligaciones.

- Entendido señor, le prometo que no se volverá a repetir- musitó sin levantar la vista.

- Eso espero. - Advirtió el mayordomo.

- Sinceramente no entiendo que es lo que le vez a ese hechicero... como para que tu hagas ...ya sabes... esas cosas, llenando tus pensamientos con su detestable presencia- añadió con desagrado- ¿podrías explicarme?.

- Es complicado... señor...- explicó la chica con la cara roja, mientras se sentaba en la cama a calzarse las zapatillas.

- Creo que entenderé.

- No creo que sea apropiado, señor.

- Por favor, solo quiero una explicación sobre lo que sientes- el mayordomo la miró insistentemente.

- De acuerdo. - se rindió la chica- No puedo negarle que  hace un par de días  cuando vi por primera vez al hechicero Cedric, tranquilamente cenando con la familia real, me pareció de lo más atractivo, tan sereno y elegante, por no mencionar que  su cuerpo es fascinante y tentador, un sueño a la vista que despierta en mi las más oscuras sensaciones.

Princesita Sofía: Más allá del protocolo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora