Las copas de los árboles del Bosque Prohibido se alzaban como titanes silenciosos, sus hojas susurrando secretos antiguos al viento. El claro que los jóvenes magos habían encontrado parecía un pequeño refugio en medio de la oscuridad, pero la sensación de peligro inminente era ineludible. El bebé Draco, con sus grandes ojos grises llenos de curiosidad y desconcierto, miraba a su alrededor, ajeno a la complejidad de su situación.
Hermione, con su cabello despeinado y su ceño fruncido en concentración, seguía hojeando su libro de hechizos en busca de una solución. Fred y George intercambiaban bromas nerviosas, tratando de mantener la moral alta, mientras Ginny se arrodillaba junto al pequeño Draco, tratando de calmarlo con suaves caricias.
—¿Y si dividimos las tareas? —sugirió Harry finalmente, rompiendo el silencio que se había asentado sobre el grupo—. Fred y George pueden buscar en la cabaña de Hagrid cualquier ingrediente útil. Ginny, Hermione y yo podemos tratar de conseguir algo de la despensa de Snape.
Ron, que seguía mirando al bebé con una mezcla de culpa y preocupación, intervino:
—Yo... yo puedo quedarme aquí con Draco. No quiero causar más problemas.
Harry asintió, entendiendo la angustia de su amigo. Sabía que Ron no había tenido la intención de convertir a Draco en un bebé, y quedarse atrás podría darle la oportunidad de redimirse de alguna manera.
—Está bien, Ron. Mantén a Draco seguro y trata de que no haga mucho ruido —dijo Harry, colocando una mano reconfortante en el hombro de su amigo.
Fred y George se pusieron de pie de un salto, sus rostros llenos de entusiasmo.
—¡A la cabaña de Hagrid, entonces! —exclamó Fred, sacudiendo las hojas de sus ropas.
—Seguro que tiene algo interesante escondido por ahí —añadió George con una sonrisa astuta.
Mientras los gemelos se dirigían hacia la cabaña de Hagrid, Hermione guardó su libro con un gesto decidido.
—Vamos a la despensa de Snape. Si encontramos algo útil, podemos volver aquí y preparar la poción lo antes posible.
Ginny, siempre dispuesta a la acción, se levantó con una sonrisa y una mirada determinada.
—No perdamos tiempo. Cuanto antes resolvamos esto, mejor.
Con un último vistazo al claro y a Ron, que ahora sostenía a Draco en brazos con torpeza, Harry, Hermione y Ginny se dirigieron de vuelta a Hogwarts, sus corazones latiendo con fuerza ante la incertidumbre de lo que les aguardaba.
***
Fred y George avanzaron con paso ligero hacia la cabaña de Hagrid, sus miradas llenas de curiosidad y emoción. La cabaña, iluminada débilmente por la luz de la luna, parecía un faro de calidez en medio del frío y la oscuridad del bosque.
—Hagrid debe tener algo útil aquí. Conociendo su afición por las criaturas mágicas, seguramente tiene ingredientes exóticos —murmuró Fred mientras se acercaban a la puerta.
George asintió, su mano ya en la perilla de la puerta.
—Solo esperemos que no nos encuentre. No quiero pensar en cómo explicarle esto a él también.
Abrieron la puerta con cuidado, y la cálida luz de la chimenea los recibió. Dentro, la cabaña estaba llena de objetos extraños y curiosidades, desde huevos de dragón hasta plantas raras que susurraban en la penumbra.
—¡Mira esto! —dijo Fred, señalando un estante lleno de frascos con líquidos de colores extraños.
George comenzó a revisar los frascos, leyendo las etiquetas con rapidez.
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Un bebe en Hogwarts!?
Fiksi Penggemar"¿Qué has hecho, Ron?" preguntó Hermione, su voz temblando ligeramente mientras se agachaba para recoger al bebé Draco. "¡Lo has convertido en un bebé!" "Fue un accidente", balbuceó Ron, mirando a su hermana y a sus amigos con desesperación. "¡No sa...