09. un día caótico, parte dos

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Quería estar equivocada, pero sabía que no era así

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Quería estar equivocada, pero sabía que no era así.

Era él, caminando por el mercado, desenvolviéndose como si ese fuera su lugar, como siempre lo hacía.

Su corazón latía descontrolado en su pecho, tenía los ojos inundados en lágrimas que se negaba a dejar salir, tenía que llegar a un lugar seguro, llevaba las bolsas en las manos, llegó a su Jeep, y como pudo subió las bolsas en la parte de atrás y en cuanto estuvo sentada comenzó a llorar.

Se le dificultaba respirar, su llanto era frenético y los sollozos le impedían calmarse, no podía pensar con claridad, no quería creer que justo cuando comenzaba a sentir que su vida se encarrilaba Paolo apareciera en el último sitio en el que esperaba verlo.

Había huido de él, al único lugar en el que creía que estaría a salvo, él no podía estar ahí, ese era su lugar seguro, no podía, no permitiría que él también le quitará eso.

Comenzó a golpear el volante del vehículo, sentía tanta impotencia, volvía a sentir que Paolo la incapacitaba, se volvía a sentir debajo de él, prisionera entre el sofá y su cuerpo.

Se mantuvo varios minutos apoyada en el volante del vehículo, sollozando, intentando tranquilizarse, necesitaba decirle a alguien que él estaba ahí, en su hogar. Miro la hora en su reloj y encendió el vehículo, tenía apenas cinco minutos para llegar a su cita con la Dra. Rossi, se puso en marcha de forma errática, manejaba descuidadamente.

Cuando llegó al edificio donde se encontraba la consulta de la psicóloga, estaciono el Jeep y subió con prisa.

—Buenas tardes, Rosario —estaba agitada—, tengo una cita con la Dra. Rossi.

—Buenas tardes, señorita Adams, ¿se encuentra bien? La veo un poco agitada —Rosario se levantó y le sirvió un vaso con agua a Constance—. Tome beba un poco, siéntese para que se calme, la doctora la llamara en un momento.

Constance solo asentía y obedecía, aún estaba en shock y muy inquieta, de vez en cuando se le escapaba un sollozo. Rosario la dejó un momento y fue hasta el consultorio de la doctora, entró y salió enseguida.

—Señorita Adams, pase por favor.

La Dra. Rossi estaba esperando a Constance parada en la puerta de su consulta. La hizo pasar, le sirvió un poco de té caliente y le entrego una caja de pañuelos desechables. Espero paciente a que Constance se calmará, lo que le tomó bastante tiempo.

—¿Quisieras contarme que te tiene tan alterada? —pregunto la Dra. Rossi.

—Él está aquí —fue todo lo que Constance pudo pronunciar antes de romper en llanto nuevamente, tomó un sorbo de té antes de continuar, la psicóloga la miraba con atención, solo a la espera—, lo vi hoy en el mercado. Fui a comprar algunas cosas para preparar la cena para mi mejor amigo —hablaba entre sollozos, sus pensamientos iban más rápido que sus palabras, recordando lo vivido en la última hora—, compraré un departamento y viviré con él, le contaría esta noche y estaba comprando las cosas.

Doble o NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora