╰•★「04」

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Las preguntas de Aquino resonaban en su mente mientras observaba a Duxo descansando en la cama. La habitación estaba sumida en un silencio que parecía amplificar su preocupación. El castaño se sentía desgarrado por dentro, sin respuestas claras a las interrogantes que lo atormentaban.

───¿Por qué te haces esto? ───susurró Aquino, más para sí mismo que para Duxo, como si intentara comprender el dolor que su amigo guardaba tan profundamente.

La imagen de Duxo con los golpes y heridas aún frescas y una que otra seca le hacía cuestionar cómo había llegado a ese punto. Sentía una mezcla de enojo hacia quienquiera que hubiera causado tanto daño a su amigo, y una profunda tristeza por verlo así.

───¿Quién te hizo todos estos golpes? ───murmuró Aquino, acercándose un poco más a Duxo como si pudiera encontrar las respuestas en su silencio.

Las lágrimas amenazaban con volver a llenar sus ojos mientras continuaba hablando en voz baja, buscando desesperadamente conectar con Duxo, incluso en su sueño o inconsciencia.

───¿Por cuánto has pasado, Duxo? ───susurró finalmente, sintiendo la impotencia de no poder hacer más por su amigo en ese momento.

El corazón de Aquino latía con fuerza mientras esperaba, anhelando que Duxo despertara y encontrara la fortaleza para compartir su carga. En ese silencio, solo el suave murmullo de sus palabras llenaba la habitación, marcando el peso de la preocupación y el deseo sincero de ayudar.

Aquino, que se encontraba en su casa junto a Duxo, observaba con preocupación a su amigo, que aún no había recobrado la conciencia.

El pelinegro yacía en la cama del castaño, cubierto con una manta. El castaño, con la mente revuelta por una avalancha de preguntas, intentaba comprender lo que había sucedido.

¿Cómo había llegado Duxo a ese estado? ¿Quién le había hecho esto? ¿Por qué no le había contado?

Con el corazón encogido, Aquino se dirigió al baño y sacó el botiquín de primeros auxilios que su madre siempre tenía bien surtido. Regresó al lado de Duxo y, con manos temblorosas, comenzó a limpiar cuidadosamente las heridas de su amigo. Lavó la sangre seca y la suciedad con agua tibia y jabón, intentando mantener la mano firme para no causarle más dolor. Cada corte y moretón que encontraba aumentaba su preocupación y su deseo de protegerlo.

Después de limpiar las heridas, Aquino aplicó vendas con la mayor delicadeza posible, envolviendo cada corte con esmero. Para las heridas más pequeñas, usó curitas y cremas para la piel, que había encontrado en el botiquín.

Aquino terminó de vendar las heridas de Duxo y se quedó sentado junto a él, observando su respiración regularizarse poco a poco. Las dudas seguían persiguiéndolo, pero por ahora, lo único que importaba era que Duxo estaba a salvo, al menos por el momento. Con un suspiro, Aquino se recostó en la silla, decidido a vigilar a su amigo durante toda la noche.

───Tengo tantas preguntas y tan pocas respuestas... mierda, estoy cansado ───suspiró, sintiendo cómo el peso de la incertidumbre y el agotamiento lo aplastaban───. Te intenté buscar en tu casa pero al parecer te habías mudado. . . no sabía qué hacer, me tenías preocupado. Y ahora, con todo esto. . . Duxo. . . no sé qué pensar. ¿Qué es lo que te pasó? Solo quiero que estés bien, que vuelvan los viejos tiempos. . .

Mientras Aquino miraba a Duxo, no pudo aguantar sus lágrimas. Su corazón se llenó de un dolor profundo y una abrumadora necesidad de proteger a su amigo. Las ganas de abrazarlo, de estar para él, de cuidarlo, lo consumían por dentro.

Se sentó al borde de la cama y tomó una de las manos de Duxo entre las suyas, acariciándola con suavidad. Las lágrimas corrían por sus mejillas, pero no le importaba. Todo lo que deseaba en ese momento era ver a su amigo despertar y asegurarse de que estuviera a salvo.

Aquino solo le dio un pequeño beso en la mano que terminaba de vendar, acercándole su cara junto a ella. Las lágrimas caían de sus ojos, rodando por sus mejillas y cayendo sobre la piel herida de Duxo.

───Ahora con mis lágrimas te curaré, como hizo Rapunzel. . . jejeje . . . creo que ella curaba con el pelo . . . por suerte tus heridas dejaron de sangrar, carajo, tengo que limpiar este desastre. . . y de paso, necesito un baño.






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Aquino salió de la ducha, sintiéndose cansado y agotado. El baño había sido reconfortante, pero las preocupaciones seguían pesando sobre él. Con un short y una camiseta puesta, dejó la toalla suelta encima de su cabeza y se dirigió hacia su habitación.

Al voltear hacia su cama, lo vio allí recostado, los ojos cerrados y el rostro tranquilo en reposo.

Aquino lo miró con una mezcla de alivio por verlo descansar y tristeza por todo lo que había pasado. Duxo parecía frágil en ese momento, una sombra de su usual energía y alegría. El suspiro escapó de los labios de Aquino involuntariamente mientras se acercaba con pasos suaves.

Se sentó en el borde de la cama, observando a Duxo con ternura. Las últimas horas habían sido intensas y agotadoras, pero ver a su amigo allí, aunque aún vulnerable, le daba un respiro de paz. Aquino sabía que las heridas físicas sanarían con el tiempo, pero las emocionales . . . requerirían más cuidado y apoyo.

Extendió una mano con suavidad, casi temiendo despertar a Duxo, y le ajustó suavemente la manta para asegurarse de que estuviera cómodo.

───Y ahora... ¿dónde duermo?




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˜"*°•.Mi Maldición; Ojos lilas𓂀.•°*"˜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora