La hora del receso llegó, y Aquino le había pedido un gran favor a Soarinng: distraer a Locochon para que él pudiera hablar a solas con Duxo y arreglar las cosas entre ellos.
Cuando Duxo y Locochon salieron del aula, Soarinng se acercó al hibrido y comenzó a hacerle una que otra pregunta curiosa, cumpliendo así con el encargo de Aquino. Locochon, notando la intención, miró a Duxo y le dijo que fuera yendo al lugar que habían acordado.
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───Dios, ¡no debí distraerme!, lo perdí de vista. . . tal vez esté ahí───El castaño suspiró, dirigiéndose al lugar donde esperaba y rogaba que estuviera Duxo.
Y, efectivamente, ahí estaba él, sentado, mirando su celular sin darle importancia a lo que ocurría a su alrededor. De pronto, cuando Aquino abrió la puerta, se escuchó claramente el sonido de esta.
───¡Aquí estás! Te estaba buscando por todos lados.
───¿Qué haces aquí? . . . Pareces acosador.───Duxo miró a Aquino por un momento, luego bajó la mirada para recoger sus cosas. Era clara su intención; quería irse. Aquino, al ver esta acción, se apresuró a interponerse en la puerta.
───Espera, de-déjame hablar, por favor. Si no me perdonas, te prometo que estaré dispuesto a alejarme de ti, a dejarte en paz. . .───Aquino tomó una respiración honda y continuó───. Sé que te hice daño, mucho daño, y peor aún con algo que sé perfectamente que te afecta demasiado. . . No debí decir eso, lo dije por el enojo . . . Tú sabes que yo te. . . te a-aprecio, ¡te aprecio más de lo que te imaginas! Y sinceramente, quiero seguir siendo tu amigo, como antes. . . Y tus ojos no son extraños, lo dije por el enojo del momento. . . Tus ojos s-son lindos, o por lo menos para mí. . .
───Ya deja de hablar, ya entendí tu punto───dijo Duxo, con un pequeño sonrojo que Aquino notó con claridad, pues la piel pálida de Duxo hacía que el rubor resaltara de manera evidente. Le pareció tierno.
───Entonces, ¿me perdonas?
───Sí, sí te perdono. Si te soy sincero, ya extrañaba hablar contigo. . .───Duxo desvió la mirada, porque por alguna razón, ver directamente a los ojos del castaño no era una opción; lo ponía nervioso. Y, al girarse para no mirarlo, no se dio cuenta de que Aquino ya lo estaba abrazando.
Ese abrazo. . . ninguno de los dos podía quejarse. A pesar de que Duxo odiaba el contacto físico, este abrazo lo dejó inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido en ese instante. Su corazón latía frenéticamente, como si quisiera escapar de su pecho, y su piel, normalmente pálida, se había teñido del rojo más intenso, como el rubor de un amanecer. Había olvidado cuán cálidos podían ser los abrazos de Aquino, esa sensación que había quedado relegada en su memoria, pero que ahora lo envolvía por completo, despertando emociones que creía dormidas.
Y Aquino. . . Él estaba en otro mundo. El simple acto de tener a Duxo en sus brazos lo hacía sentir un amor tan profundo que todo a su alrededor desaparecía. Amaba cada detalle de él, desde su cabello, que era una sinfonía de aromas que le resultaban irresistibles, hasta la suavidad de su piel, que se sentía como seda bajo sus dedos. En ese momento, nada más importaba; estaban juntos, y para Aquino, eso era lo único que necesitaba.
Pero ese mágico momento fue interrumpido de golpe, como un hechizo roto por un solo detalle: Locochon, agitado y sin aliento, irrumpió en la habitación donde los tortolitos se encontraban. Su entrada fue abrupta, rompiendo la burbuja de intimidad que habían creado, devolviéndolos a la realidad.
───Ay, el amor. . . pero, Aquino, tu amiguito está que me persigue───dijo Locochon con una voz temblorosa, aunque era evidente que el tono de voz era parte de su broma, pero aún así Soarinng no dejaba de atormentarlo.
El comentario hizo que ambos chicos, que hasta ese momento estaban abrazados, se separaran de inmediato. Aunque el momento había sido especial, la campana había sonado, marcando el final del receso. Aquino sabía que había cumplido su misión principal: disculparse con Duxo. Sin embargo, el calor del abrazo aún persistía en el aire, dejando una sensación de algo no del todo concluido, pero tal vez, recién comenzado.
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¿Recuerdan al chico que, "accidentalmente", le tiró un pelotazo a Duxo?
Pues bien, Lucas, o mejor conocido como Lucasta, era más que un simple compañero problemático; él era el bully de Duxo. No se veían muy seguido porque Lucasta siempre se metía en problemas y lo mandaban a detención (dejando a parte de que estaban en diferentes aulas). Era sorprendente cómo, a pesar de todo, nunca lo expulsaban de la escuela, aunque no era tanto un misterio, ya que su padre era una persona adinerada y con influencias.
Lo que complicaba aún más la situación era que Lucasta y Duxo eran hermanastros, aunque ninguno de los dos se consideraba como tal. El odio entre ambos era palpable, pero mientras Duxo lo mantenía en silencio, Lucasta, el mayor en estatura y edad (aunque solo por unos dos años), lo demostraba abiertamente. Ya fuera a través de palabras hirientes o con lo que él llamaba "bromas".
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En clase, Lucasta se encontraba en su típico estado de aburrimiento, apenas prestando atención a sus clases. De pronto, un papel arrugado cayó en su escritorio. Levantó la mirada, curioso por ver de quién se trataba, y para su sorpresa, vio a Nimu, una chica con la que rara vez había hablado. Sin más que hacer, volvió su atención al papel y lo desdobló.
◤"Oye, sé que no hablamos, pero me gustaría que me ayudaras. Hace poco me le declaré a un chico y este me rechazó."◢
Él de lentes, con su característico desinterés, leyó el mensaje y levantó la mirada hacia Nimu, con una expresión de "¿ya y?". Sin molestarse en responder, simplemente le devolvió el papel sin escribir nada. Nimu, al recibirlo de vuelta, lo desdobló y notó que estaba en blanco. Frunciendo el ceño, decidió escribir directamente lo que quería, sin rodeos, y volvió a pasarle el papel a Lucasta.
◤¿No entiendes a qué puto punto quiero llegar? Me quiero vengar, y más precisamente de tu hermano, o hermanastro, lo que sea, ese tal Duco. He visto que mi chico siempre está con él.◢
Lucasta echó un vistazo de reojo a Nimu, quien lo observaba con expectativa, claramente esperando una respuesta. Él, en lugar de responder de inmediato, simplemente le sonrió. Sabía que no dejaría pasar ninguna oportunidad para hacerle la vida difícil a Duxo, y esta propuesta parecía ser la ocasión perfecta para ello.
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˜"*°•.Mi Maldición; Ojos lilas𓂀.•°*"˜
Ngẫu nhiên"¿𝘊ó𝘮𝘰 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘵𝘢𝘯 𝘩𝘦𝘳𝘮𝘰𝘴𝘰 𝘦 𝘪𝘯𝘤𝘭𝘶𝘴𝘰 ú𝘯𝘪𝘤𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳 𝘢 𝘴𝘦𝘳 𝘵𝘶 𝘮𝘢𝘭𝘥𝘪𝘤𝘪ó𝘯?". . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Edad de los protas: Aquino: 16 Duxo: 15 ...