Ocho: Hormonas y redención

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De la furia casi irracional al llanto y de vuelta en la furia, me deje caer en la cama y al sentir la almohada de Elliot deslizarse a mi lado, la agarre entre mis manos dándole unos cuantos golpes.

- ¡Estúpido! -decía una y otra vez.

Cuando me cansé, la abracé para ponerme a llorar como idiota.

¡Estúpidas hormonas! Era patético lo que hacia y sabía que debía calmarme porque las exaltaciones podrían hacerle daño a mis bebés.

¡Oh Dios mío! ¡Mis bebés! ¿Cómo se supone que aguantaría siete meses más si apenas me había enterado de todo aquel embrollo? Y las hormonas ya estaban haciendo de las suyas confundiéndome. No sabía si estaba enojada con Elliot, si estaba triste o si estaba desilusionada porque lo sentía todo al mismo tiempo y no era muy agradable.

Escuché a Elliot tocar pero decidí ignorarlo. No quería verlo, ya bastante había soportado aquel día. ¡Que se vaya a la m...!

- Violeta, abre la puerta.

- No quiero -vociferé tapándome luego la cara con su almohada pretendiendo que haría desaparecer los sonidos pero no, lo único que hizo fue llenar mis pulmones con el sensual aroma de Elliot

- Tenemos que hablar -dijo firmemente-. Abre o derrumbaré la puerta y créeme, no es buena idea.

No me importaba que la derrumbara pero era mejor abrirla para que pudiera dejarme en paz. Con suerte, podría dormirme a mitad de su discurso.

Me levanté sintiéndome pesada y desbloquee la puerta, luego volví a mi lado de la cama y me acosté de lado. Estaba enojada, triste y desilusionada... además de hambrienta.

Lo sentí sentarse en la cama y lo oí suspirar, pero no me volví a mirarlo.

- Entiendo que estés enojada y que no quieras hablarme nunca más, pero tenía razones muy poderosas para hacer lo que hice.

- ¿Razones? -me volví furiosa a verlo. Había decidido que no me movería pero escuchar aquello me hizo rabiar-. ¿Qué puede ser más importante que tus bebés, Elliot?

- Nada es más importante que tu y... ellos. Pero lo hice por el bien de los cuatro.

- ¡Si, claro! ¿Cuantas veces no haz dejado a Flor a cargo por más de dos horas? Podías escaparte aunque sea treinta minutos, la cafetería no se iba a desplomar sin ti.

- Esto es mucho más complicado, Violeta.

- No soy estúpida, pero no comprendo cómo pudiste hacerme esto. ¡Debiste estar ahí!

- Lo se -respondió con voz queda.

- ¡Entonces, por qué no llegaste! Dame una muy buena razón para que te pierdas esto.

- Violeta... es mejor que no te lo cuente, podrías alterarte.

- ¡Ya estoy alterada!

- Con más razón no debo decírtelo.

Lo miré confundida, no sabía que pensar y sólo quería que me explicara lo que sea que estuviera pasando, pero él no dijo nada más. Yo sólo pude taparme la cara con las manos y llorar.

- ¡Me estoy volviendo loca! ¡No puedo con esto, es demasiado! -sollocé sintiendo un nudo en la garganta.

- Lo sé -me atrajo a su lado y me abrazó-. Y todo esto es culpa mía, te envolví en todo esto del matrimonio sin pensar en las consecuencias y me descuide contigo. No me arrepiento de que tengamos dos bebés, pero confía en mí, estoy tratando de hacer las cosas más fáciles.

La rebelde y el guapo: capítulos extrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora