Uno: Me rindo

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El techo de mi habitación no era para nada entretenido pero no tenía nada más que hacer. Había buscado a Violeta en todas partes y no la encontraba, incluso me aventuré a pasar por su casa y estaba vacía.

¿Dónde estará?

Además, mi madre había acompañado a mi tío a un evento, por lo que estaba solo en el apartamento.

Decidí levantarme y preparar algo para comer. Entre en la cocina y tomé algunos ingredientes, pero no pude encontrar la única sartén que teníamos y que utilizo para preparar casi todo. Entonces, después de haber buscado en todas partes, llamé a mi madre para preguntarle donde lo había puesto.

- ¿Si? -me respondió mamá en voz alta, mientras la música ahogaba lo que decía. Sólo pude entender "alejarme"-. ¿Ahora puedes escucharme mejor?

- Sí, ¿cómo te la estás pasando? -pregunté por preguntar, en realidad no estaba nada interesado.

- De hecho, muy bien . Fue una boda muy bonita.

- ¿Una boda? ¿Quienes se casaron? -pero mi madre no me contestó, lo cual era muy extraño-. ¿Mamá? ¿Quien se casó?

Mi corazón se heló en mi pecho por alguna razón y el silencio de mi madre hacia que mi mente sospechara de Elliot y Violeta. No había rastros de ninguno de los dos y había pensado que quizás estaban juntos pero no en esa manera.

- ¡Mamá! -exigí.

- Se supone que no debías saber nada, se supone que no debía decirte...

Aquello fue suficiente para confirmar mis sospechas, por supuesto que no debía enterarme para que no pudiera evitar la boda.

- ¿Dónde estas? -pregunté encolerizado, pero mi madre volvió a guardar silencio-. ¡Maldición, mamá! ¡DIME DONDE ESTAS!

Mi madre vaciló unos segundos pero luego me dio la dirección y sin más demoras, tome las llaves del auto y salí de la casa encolerizado. Ya no iba a ocultar mi ira y se la iba a mostrar a todo aquél que se interpusiera en mi camino.

***

Bailábamos al ritmo de la música muy absortos de todo, me la habían arrebatado un par de veces para bailar con ella, pero ahora estaba de nuevo en mis brazos.

Su sonrisa angelical hacia que mi cuerpo se estremeciera y saberla mía para siempre, me producía una sensación de satisfacción inigualable. Me sentía completo, orgulloso de tener a la mujer más especial del mundo como mi esposa y no sabía que había cambiado en ella pero la veía más hermosa, más radiante. Era un pequeño detalle que aunque no sabía de donde había venido, hacía que Violeta fuera la mujer más hermosa.

Su vestido flotaba a milímetros de la improvisada pista de baile, y reía a cada vuelta que le daba. Mi felicidad no podía ser más reconfortante.

Entonces, como si el destino quisiera tirar una jugada desesperada en contra mía. Un rostro bastante familiar se dejó ver entre la multitud de personas que bailaban en la pista de baile. Tan absortos de él como yo lo había estado antes de verlo allí, con el rostro pálido y los ojos encendidos por una rabia creciente.

Violeta también lo vio, tensándose entre mis brazos y yo la coloqué detrás de mí cuando él pateó algunas desocupadas sillas que estaban cerca suyo.

La ira lo cegó y yo sólo quería proteger a Violeta, pero ella ya estaba al frente de Chris incitándole a calmarse. El rostro de él se había descompuesto por una mueca de dolor y sus ojos se volvieron líquidos.

La música se había detenido y los invitados habían retrocedido a causa de la brusca entrada de Chris a la recepción.

Quise situarme al lado de Violeta que tenía el rostro blanco y estaba claramente asustada, pero cuando di un paso hacia ella, Chris clavó su mirada en mi y el centro de mesa más cercano junto con esta, habían sufrido su repentina ira.

La rebelde y el guapo: capítulos extrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora