Omi

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En días como ese, el taller de pintura me parecía el refugio más seguro que podía encontrar. ¡El muy imbécil! No me había dejado contarle nada. Su trabajo era sin duda importante, pero yo era su mujer, su esposa, la persona que lo daba todo por él, y no me había dejado hablar. ¡Maldita sea! Nunca me había sentido tan impotente.

Estaba herida, absolutamente decepcionada. Lo que tenía que decirle era sin duda importante, pero la decepción por cómo me había tratado... me dolía en el alma. Ese menosprecio tan evidente me rompía el corazón.

Es cierto que estaba muy sensible. ¡Mi maldita parte emocional femenina estaba tomando el control! Lo sentía, podía sentir cómo las lágrimas se acumulaban en la parte trasera de mis ojos. Seguro que estaba dándole una dimensión exagerada a las cosas. Su trabajo era sin duda importante, era el que nos mantenía a los dos. Mis ingresos como artista eran inestables... y...

Sacudí la cabeza con furia. ¡No! No era cuestión de quién se encargaba de qué. Él era nuestra principal fuente de ingresos, pero yo había sacrificado muchas cosas para que él tuviera éxito. Había sacrificado cualquier posible carrera, me había conformado con mi carrera artística... podía haber estudiado de nuevo. En la zona había muchos puestos de secretaria en distintas empresas, y con mi aspecto, seguro que no tendría ningún problema. ¡Joder, había sacrificado mi hombría! ¡Había renunciado a ser mi antiguo yo, había elegido ser siempre esta muchachita en vez de un hombre fuerte y decidido solo por él!

—¡Espera! Estás sacando las cosas de contexto, ¡no es momento de abrir el cajón de la mierda! —me dije. —Solo estás teniendo una reacción normal ante una frustración. Después de tanto tiempo de estrés... es normal que te sientas tan cabreada. Eres una mujer ahora, nena, y eres muy feliz de serlo... eso es lo que escogiste y no debes tirárselo a la cara. Nunca te has arrepentido... y menos ahora...

Traté de calmarme, pero la angustia seguía ahí, latente. Él no había tenido la sensibilidad para darse cuenta de la importancia de mi insistencia. Quizás no era justo juzgarlo tan duramente, pero en ese momento, la decepción me consumía.

Me senté frente al lienzo en blanco, intentando centrarme en algo que pudiera darme paz. Tomé un pincel y lo empapé en pintura, dejando que los colores se mezclaran en una explosión de emociones en la tela. Cada trazo era una descarga de la frustración, una catarsis silenciosa que me permitía liberar el nudo que tenía en el pecho.

Poco a poco, el caos de mis pensamientos comenzó a tomar forma en el lienzo. El proceso de pintar siempre había sido terapéutico para mí, una manera de expresar lo que no podía poner en palabras. Con cada pincelada, sentía que mi alma se aliviaba, aunque fuera solo un poco.

Escuché la puerta del garaje. ¡Vaya! Al final se ha dado cuenta de que era importante, ¿verdad? ¡Será gilipollas! No tenía que haber causado que le enviara esa foto. Claro, ahora espera que esté cariñosa y alegre, ¿no? Se va a enterar.

Me puse los auriculares con los que a veces pintaba, pero no puse música. Seguí pintando. Escuché el ruido de sus Martinelli caros en el césped del jardín mientras avanzaba hacia la caseta donde estaba el taller.

Abrió la puerta y se quedó mirándome. Podía verlo por el rabillo del ojo, pero me hice la distraída. Quería que me suplicara perdón, ¡y ya veríamos si se lo concedía!

Yo esperaba que se acercara antes de iniciar una conversación, pero...

—¡Nena! Esta foto...

Me quité los cascos. —No me grites, no estoy sorda.

—Amor, amor, lo siento de veras. Estaba en una reunión muy importante...

—¿Y ni siquiera te ha interesado cuál es la urgencia?

Hayami significa: Chica de una gran belleza, inusual y un tanto rara (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora