Capítulo 14: "Gorriones cayendo del cielo."

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El septo de Dragonstone resonaba con la quietud sagrada de la tarde mientras Aemond se arrodillaba en silencio frente a la presencia de los Siete, sus manos entrelazadas en un gesto de devoción y sus pensamientos tejiéndose en plegarias silenciosas. La luz dorada filtrada a través de los vitrales pintados bañaba el interior con un resplandor celestial, mientras el aroma suave de las velas flotaba en el aire.

Los pasos apenas audibles resonaron en el sepulcro silencio del septo. Aemond alzó la vista, encontrando los ojos de Lucerys, cuya presencia ilumino el espacio sagrado con una luz propia.

—Sabía que te encontraría aquí.—admitió Lucerys, acercándose con un atisbo de vulnerabilidad. Aemond no dudó en ponerse de pie.

—De alguna manera, este lugar me da paz. Es como si aquí, todo lo demás se desvaneciera por un momento.—acercándose también, toma la mano de Lucerys—Ven, arrodillate a mi lado.

Lucerys titubeó, su mirada recorriendo el entorno sagrado con una mezcla de curiosidad y aprensión.

—Nunca he sido devoto de los Siete. En realidad, nunca he rezado.—confesó, bajando la voz—No sé si esto funcionará en mí.

Aemond sonrió suavemente, apretando la mano de Lucerys con firmeza y calidez.

—Si no lo has intentado, ¿cómo vas a saberlo?—susurró en respuesta.

Con una respiración profunda, Lucerys se arrodilló junto a Aemond. La frialdad del suelo de mármol le recordó lo real y tangible que era aquel lugar, una conexión directa con algo más grande que ellos mismos.

—¿Qué es lo que debo decir? —preguntó Lucerys, mirando a Aemond.

—Lo que tú quieras. Es algo entre tú y los Dioses. —contestó Aemond, reflejando una comprensión profunda.

Lucerys volvió a dudar, pero tomó una vela y la encendió. El cálido resplandor de la llama iluminó su rostro mientras se aferraba a sus pensamientos. Eran un torbellino de preocupaciones y miedos, revolviéndose en su mente sin descanso. Sus expresiones reflejaban su lucha interna, una súplica silenciosa a los dioses por claridad y fortaleza.

Mientras el tiempo pasaba, sus pensamientos comenzaron a suavizarse. La paz del septo y la presencia tranquila de Aemond a su lado parecían calmar su alma. Lágrimas silenciosas comenzaron a correr por sus mejillas, cada una de ellas llevando un fragmento de sus temores y ansiedades. Estaba profundamente preocupado por lo que el futuro les depararía, pero en ese momento, encontró un atisbo de serenidad.

La mano de Aemond, aún sosteniendo la suya, se convirtió en un ancla, una promesa silenciosa de que no estaba solo en sus preocupaciones.

Finalmente, Lucerys abrió los ojos, encontrando los de Aemond que también lo observaban con una mezcla de amor y tristeza.

Lucerys sacó algo del bolsillo interior de su túnica y extendió la mano hacia Aemond revelando un anillo de oro dorado. Era una obra de arte finamente elaborada, con filigranas que serpentean alrededor de la banda dorada, formando pequeños dragones entrelazados que parecían cobrar vida a la luz del sol poniente. En el centro, una piedra preciosa roja como la sangre, engastada con cuidado, brillaba con un resplandor interno

—No habia tenido la oportunidad de darte un anillo de matrimonio después de casarnos. Esto es mi promesa de que siempre estaré contigo, de una manera u otra.—Dijo con una sonrisa
triste pero amorosa

Aemond tomó el anillo observando cada detalle con reverencia, impresionado por la majestuosidad y la belleza que simbolizaba.

—Luke...—susurró, incapaz de expresar adecuadamente la profundidad de sus sentimientos.

"Pinky promise kisses"|LucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora