Capitulo 7: "Del caos nacen las estrellas"

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Después del fatídico e impresentable camino que había tomado la cena, y casi confrontado por su tío Daemon.
Aemond salió del salón real, dirigiéndose a la torre de Maegor.

Aún guardaba un poco de ironía dentro de él, cuando vaciló atravesando las escaleras, esperando caerse en ellas y apagar el dolor que inauditamente le causaba gracia. Todo gracias a ese chico.

Lucerys, Lucerys, Lucerys. Su nombre aparecía como un canto en su cabeza una y otra vez, adormeciendo sus sentidos.

¿Era así como debía actuar después de burlarse de Lucerys? Se preguntaría así mismo sino fuera porque lo interrumpen de camino a verlo.

El fuego en las antorchas adornando los pasillos apenas hacen visible el camino, pero curiosamente una de ellas logran hacer perceptible dos figuras de entre la oscuridad.

Aemond se detiene abruptamente, manteniéndose en las sombras encuentra a Jacaerys y Aegon afuera de una habitación.

—Así que, ¿seguimos siendo amigos?.—En un tono que parece burlesco pregunta Aegon.

Jacaerys no parece molesto, al contrario de hace unas horas y el cómo le enfurecía escuchar el parloteo de Aegon, ahora se ve como cautivado. En respuesta sólo niega con la cabeza y una luz chispeante en sus ojos indescriptible, aquello provoca una risa reprimida en los labios de Aegon.

Cuando recompone su posición, se acerca a unos centímetros de Jacaerys.—¿Podemos ser amigos?.—Entre susurros lentos pregunta Aegon, lo cual de alguna manera provoca que el mayor de los hermanos Velaryon, tire del cuello con ambas manos hacia él, el cabello platinado se agita en el aire ante la brusquedad, y sus labios se unen en uno solo beso.
Si no fuera poco, Jacaerys empuja hacia adentro de la habitación a Aegon, como si estar afuera ya no sea una opción al ni siquiera separar sus bocas cuando entran o el percatarse de la presencia de Aemond a lo lejos.

Por otra parte Aemond solo masajea su cien.«Estoy soñando»se repite así mismo incrédulo de lo que acababa de presenciar. No era su dolor de cabeza por el momento, considera más importantes otras cosas, así que mantiene su camino de nuevo.

Cuando llega a los aposentos dónde estaría Luke dio un largo respiro y espero que realmente no estuviera ahí. Porque estaba apunto de afrontar la realidad; las falsas promesas estarían ya olvidadas en algún rincón y con lo que le quedaba de dignidad tendría que recogerlas.

Ya no tenía nada que perder, todo le fue arrebatado durante el día. Ser un segundo hijo nunca hubiera sido su opción.

Así que, dejo salir un último aliento y abrió la puerta lentamente.

Lo primero que notó Aemond fue la oscuridad que abundaba en la habitación, con ella las ventanas arqueadas que conducían a un balcón abierto en su totalidad, dejando entrar solo la luz de la luna llena.

Cerró la puerta detrás de él, temiendo que el control de su cuerpo lo abandonara una vez que el aroma dulce de Lucerys lo abarcó hasta sumergirlo en esperanzas.

El viento soplaba cálido haciendo bailar las cortinas del balcón, Aemond se encaminó al ver la silueta de Lucerys parado justo enfrente de la barandilla de piedra.
En un túnel lleno de oscuridad Luke parecía ser la rendija de luz al final del camino.
Sin vacilación se dirigía hasta llegar a esa luz.

Lucerys al escuchar los pasos se dio la vuelta, con su cabello despeinado, una nariz y mejillas sonrojadas; y ahí estaba, la razón del sufrimiento de Aemond.
Sus miradas se contrajeron en una misma, y aunque ninguno de los dos parecía estar dispuesta a romper el silencio o calmar la tensión que se formaba en el aire. Aemond se decide en un movimiento lento, acercándose hasta quedar a lado de él.

"Pinky promise kisses"|LucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora