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Adrien estaba de pie en el centro comercial, su mirada fija en el suelo mientras intentaba mantener la compostura. Las luces brillantes y los reflejos de las tiendas parecían parpadear a su alrededor, distorsionados por la tensión que sentía en cada fibra de su ser. A su alrededor, la gente se detenía, atraída por los gritos y el drama que se desarrollaba en pleno pasillo central.

«Esto debe ser una jodida broma»

Kagami, con el rostro encendido por la ira, lanzaba palabras llenas de veneno, su voz resonando en el aire con una intensidad que hacía eco en las paredes del centro comercial.

—¡Eres un mentiroso, Adrien! ¡Un hipócrita! —gritó, su voz quebrándose por la furia—. ¡Todo este tiempo fingiendo ser alguien que no eres!

El zagal sintió como si cada palabra fuera un golpe físico, perforando su pecho y haciendo que su corazón latiera con fuerza. Intentó respirar profundamente, pero el aire parecía no llenar sus pulmones. Su rostro se mantenía impasible, pero por dentro, estaba luchando contra una tormenta de emociones: vergüenza, tristeza, y un dolor profundo que lo hacía temblar.

La multitud a su alrededor murmuraba, susurrando entre sí mientras observaban el espectáculo. Adrien podía sentir sus miradas, inquisitivas y juzgadoras, clavándose en él como pequeñas agujas. La presión de ser el centro de atención, bajo una luz tan negativa, lo hacía sentir vulnerable y expuesto.

Marinette estaba a su lado, sus manos suaves y firmes tratando de calmarlo. Ella le susurraba palabras de consuelo, pero sus voces quedaban ahogadas por los gritos de Kagami.

—Adrien, no le hagas caso —decía la azabache, sus ojos llenos de preocupación y apoyo—. No merece que te pongas así.

Pero la rabia de la coreana no se detenía.

—¡Te aprovechaste de mí! ¡Jugaste con mis sentimientos! —continuó, sus ojos llenos de lágrimas de frustración.—¡Y ahora andas con ella como si nada!

Adrien cerró los ojos por un momento, tratando de bloquear el ruido, tratando de encontrar un lugar de paz dentro de sí mismo. Pero cada palabra de su exnovia era un recordatorio de los errores del pasado, de las decisiones que lo habían llevado a este punto.

Finalmente, levantó la vista, sus ojos encontrando los de Kagami. En su mirada había una mezcla de dolor y resolución.

—Kagami, esto no tiene que ser así.—dijo con su voz tranquila pero firme intentando apaciguar sus facciones.—Ya no somos los mismos, y no hay necesidad de herirnos más.

La fémina lo miró con desprecio, pero antes de que pudiera decir más, Marinette intervino, dando un paso al frente.

—¡Basta, Kagami!.—exclamó la azabache con firmeza clavando las uñas en sus puños.—Ya es suficiente. No hay necesidad de hacer esto aquí, frente a todos.

La chica lanzó una última mirada de odio a Adrien y se dio la vuelta, marchándose sin decir una palabra más. El zagal dejó escapar un suspiro tembloroso, sintiendo cómo la tensión comenzaba a desvanecerse lentamente.

Sonrió cuando la ojizarca lo abrazó, ofreciéndole consuelo y apoyo.

—Estoy aquí, Adrien. No estás solo.

El joven asintió, sintiéndose agradecido por su presencia. A pesar de todo, sabía que con Marinette a su lado, podría superar cualquier tormenta, incluso una tan dolorosa como esta. La multitud comenzó a dispersarse, y sintió que podía respirar un poco más libremente, sabiendo que, al menos, tenía a alguien en quien confiar.

Ambos salieron del centro comercial, buscando un respiro del aire sofocante y la atmósfera cargada del interior. Marinette había tomado suavemente la mano de Adrien, guiándolo hacia una pequeña plaza con bancos y árboles frondosos que ofrecían sombra y un poco de tranquilidad. Se sentaron en uno de los bancos, lejos de las miradas curiosas y los murmullos de la multitud.

 𝐸𝓍𝓅𝑒𝓇𝒾𝑒𝓃𝒸𝒾𝓃𝑔 𝐿𝑜𝓋𝑒 || +𝟏𝟖 𝒜𝒹𝓇𝒾𝑒𝓃𝑒𝓉𝓉𝑒 || Volumen I y II [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora