10. El miedo hacia el futuro

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Mi tía Hermila aguardó en el corredor con una impaciencia evidente, como si su sola presencia hubiese podido avanzar el tiempo

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Mi tía Hermila aguardó en el corredor con una impaciencia evidente, como si su sola presencia hubiese podido avanzar el tiempo. Ni siquiera un huracán de categoría cinco pudo haberla movido de la reja que daba a la calle.

Antes de ese día, la rutina de Jorgito repartiendo los periódicos a primera hora de la mañana era tan insignificante como un grano de arena en una playa desierta. Pero aquel día fue diferente. Los nombres de los estudiantes aceptados en la universidad se publicarían, y para quienes nos interesaba la respuesta, igualaba a un evento de suma trascendencia que podía igualar a los resultados de un mundial.

Mi madre y yo escuchamos a la tía Hermila regañar a Jorgito por su demora. En un abrir y cerrar de ojos, ella sacudió sus chanclas sobre la alfombra de la entrada, y se dirigió hacia la sala. Allí, las hojas del periódico se desplegaron a la par que las tres escogimos distintas secciones para encontrar las listas. Con el corazón en un frenesí de anticipación, pasé a la quinta página donde las listas de resultados cubrían la página. La numeración se repetía en cada de las carreras: licenciatura, ingeniería, comercio exterior y comunicación. Pude sentir la ansiedad acumulada en la punta de mis dedos, mientras los nombres se deslizaban ante mis ojos en la búsqueda del mío.

―No me encuentro. Alguna búsquelo por mí.

―Presta para acá ―dijo mi tía Hermila al tiempo que me sacó el periódico de las manos y lo extendió delante de ella y de mi mamá.

Mientras sus ojos iban en bajada, en la búsqueda de mi nombre entre tantos, le rogué a Dios que por favor estuviese de mi lado. Recordé el temor del año anterior. Nadie quiere una respuesta negativa a cambio, más si de esa respuesta depende el futuro de una joven que aspirada a demasiado; sin embargo, las novedades de aquella vez, habían sido negativas con respecto a nuestras expectativas, por lo que los meses siguientes, el empeño que puse en estudiar fue el triple de lo que esperaba a hacer.

La inseguridad de qué estudiar sí que me acalambraba. Fui honesta con Samuel aquella ocasión. Hasta ese momento yo en serio no estaba del todo segura, incluso puedo atreverme a confirmar que, en la espera de los resultados tampoco lo estuve; sin embargo, el rechazo dolía de sobremanera.

Por un deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora